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Venezuela y el 6D: otra hora estratégica

Más de cien organizaciones políticas, la mayoría de oposición, participan hoy, junto al PSUV, en las elecciones legislativas

 

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Si alguien tuviera reparo al reconocer el carácter geoestratégico de lo que acontece hoy en Venezuela, solo tendría que observar cuántas fuerzas extranjeras, sin «vela en el entierro», se posicionan contra las elecciones legislativas que tienen lugar este domingo en esa nación: el Estados Unidos del saliente Donald Trump (no sabemos qué trae exactamente en carpeta Joe Biden), la Unión Europea, el decaído y proestadounidense Grupo de Lima y, obviamente, la OEA que, oportunista siempre —aunque nunca oportuna—, acaba de divulgar un escandaloso informe para señalar a Caracas como violadora de los derechos humanos, casualmente a pocos días de los comicios.

Por lo burdo de la maniobra, ha sido la presentación de ese no probado rosario de acusaciones —traídas a colación sin sustento y a deshora, supuestamente, para «actualizar» otro documento emitido en 2018— uno de los sucesos que mejor llama la atención acerca del marcado interés de Washington y, por vía transitiva, de sus entes aliados, por desacreditar el torneo electoral: es el modo de cuestionar al poder que lo convoca.

Si se quiere, la acción de la OEA, realizada de modo intempestivo porque ocurre totalmente fuera de momento y lugar, también deja traslucir cierto grado de desespero. Acaso se deba entender que desconocer las legislativas —propósito en pos del cual EE. UU. no ha escatimado esfuerzos— sea el último resquicio que queda a la administración que se va para anotarse, antes de partir, un punto en su obsesiva política antivenezolana… O quizá se trate de preparar el terreno para «dejar la carrera impulsada».

La relevancia de lo que hoy se dirime en Venezuela no está dada solo por el nacimiento del Parlamento que se espera, más variopinto, democrático y patriota que su antecesor, lo cual debe dejar a la política dura antibolivariana sin la rampa de lanzamiento que ha sido el legislativo actual: un cuerpo de mayoría derechista en desacato que nunca legisló, y desde el cual se urdieron y justificaron las acciones sucias más impensadas contra la estabilidad del país… Desde el injustificado y artero intento de deponer a Nicolás Maduro en enero de 2017 —un golpe de Estado fallido—, hasta el saboteo de varios intentos de diálogo y el reiterado llamado a la injerencia foránea y la intervención militar.

Quizá lo más importante, reitero, no sea solo eso, sino el momento en que se realiza el ejercicio del sufragio, convertido, por la misma obsesión estadounidense, en una pulseada entre el derecho a la soberanía y la injerencia.

Por lo tanto, la celebración de las elecciones es en sí misma otro aleccionador ejercicio de autodeterminación, más allá del color del partido de quienes resulten electos.

Vencedora, en tanto resiste, de las sanciones económicas que han causado tanto daño a la industria petrolera y hasta el robo de sus capitales en el extranjero, Venezuela abre las urnas en una coyuntura económica delicada, agobiado el país por la caída del bolívar frente al dólar y la inflación, que provoca su mayor daño en los ciudadanos y no al ejecutivo que la Casa Blanca se empeña en destituir, obsesionada no en el hombre, sino en el modelo que representa y apostando, una vez más, a la implosión.  

Es en ese sentido que las elecciones de este domingo tienen un carácter plebiscitario, y no en la supuesta obligación de renunciar que tendría el presidente Nicolás Maduro si la derecha gana la mayoría —como dijeron dirigentes de los partidos conservadores que participan— y como el Jefe de Estado ha asumido, de la manera que lo hace quien acepta un reto.

En tal contexto, la contundencia del voto también proveerá del material más sustancioso para las lecturas que se hagan de ellas después: al dar la cara, desde las urnas, a la agresión extranjera, el voto será, por sí mismo, una forma de revalidar la democracia venezolana… Sin soslayar que tradicionalmente los comicios legislativos o regionales concitan siempre menos asistencia que los presidenciales.

Al reiterar la postura expresada antes por el canciller Serguei Lavrov, la vocera de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajárova, aseveró: «Tengo muchas esperanzas en que quienes miran desde el extranjero lo que ocurre en Venezuela tengan en cuenta los resultados objetivos de estas elecciones, y no intenten adelantar o imponer calificaciones a ese proceso a partir de sus inclinaciones políticas y geopolíticas».

Entre otros pronunciamientos de apoyo, 3 500 personalidades y ciudadanos procedentes de 30 países exigieron a la Unión Europea (UE) que respete las elecciones.

«Si la UE apostara verdaderamente a ser un vector de paz en un mundo de turbulencias, no debería sostener la vía de la violencia y de la confrontación en Venezuela. Por eso le pedimos que respete el resultado electoral del próximo 6 de diciembre y apoye la voluntad democrática de los venezolanos», afirmó el texto.

Más de 300 observadores procedentes de países de Europa, África, Asia, América Latina y el Caribe y los propios  Estados Unidos, participan como veedores, lo cual da cuenta de su respaldo.

Papeleta multicolor

Insostenibles acusaciones de fraude que se codean con la renuencia a participar de las cúpulas de los partidos tradicionales de derecha para intentar, precisamente, la deslegitimación de los comicios y llamar a la abstención, conforman la estrategia agresiva.

En contraposición, el ejercicio del sufragio, que hace años en Venezuela es totalmente automatizado, se ha preparado otra vez con esmero.

Veinticuatro elecciones desde que Hugo Chávez llegó al poder, siempre decisivas porque hablamos de un país hace rato asediado, han adiestrado a las instituciones y al electorado en estas lides. No obstante, una decena de auditorías a las máquinas de votación y dos ensayos electorales han ajustado hasta el más pequeño detalle en favor de la eficacia y la transparencia.

Por lo demás, el ruedo electoral de este domingo se muestra más nutrido que nunca con la postulación de más de 14 000 candidatos emergidos de un centenar de organizaciones, de las cuales más de dos tercios no tienen representación nacional sino local, lo que da cuenta de la amplitud y la posibilidad de postular.

Partidos opositores de derecha y de izquierda han anotado candidatos, en tanto el PSUV acude con ocho agrupaciones aliadas en la ya conocida coalición Polo Patriótico.

Incluso, ha trascendido que miembros de los partidos reunidos en el llamado G4 (Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática (AD) y Un Nuevo Tiempo), que son los saboteadores de la elección,  han debido anotarse como candidatos bajo el rótulo de otras agrupaciones para satisfacer su deseo de estar, lo que ha provocado más fragmentación en la derecha. Eso, sin contar que algunos de esos partidos se han dividido, como AD. Este junto al también tradicional Copei, tienen ahora otras dirigencias que avalan los comicios, presentan candidatos y han exhortado a votar.

Precisamente, la división es el síntoma que marca a la oposición derechista. Los que han abrazado en otras ocasiones la violencia, molestos con los colegas que apoyan la elección, están, además, enfrentados entre ellos mismos.

Un observador de tanto fiar en este ámbito como The New York Times, estimó hace algunas semanas que aquellos tienen una «condición caníbal».

Peor parado que nunca, Juan Guaidó, el decadente y autotitulado presidente interino, convoca, de forma paralela a las elecciones, a una dudosa consulta para seguir desconociendo la votación, con la pretensión de mostrarlo como referendo.

Será, muy probablemente, la última acción desde «su cargo» porque Guaidó «emergió» a su presidencia clandestina desde la Asamblea que cesa y, quiéralo o no, ahora pierde su curul y queda fuera.

Más allá del triunfo que la democracia y la institucionalidad se anotan este domingo, esas son ganancias netas que se apuntan ya quienes defienden la estabilidad en Venezuela.

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