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Los «pingüinos» crecieron

La irrupción en la vida política chilena de jóvenes nacidos en la lucha estudiantil y de nuevas mujeres, refleja maduración de la sociedad frente a la subjetividad que sostuvo al modelo neoliberal

Autor:

Marina Menéndez Quintero

El Chile almidonado de mujeres con trajecitos estilo sastre y funcionarios de cuello y corbata, parece estarse yendo.

No se trata de aplaudir la informalidad. Solo que la naturalidad del atuendo puede ser expresión de sinceridad frente a las imposiciones en el vestuario de una sociedad conservadora y burguesa, hasta en eso.

Dicha transformación, quizá mínima, se adivina como señal del saldo de años de lucha social, constatado en las megaelecciones de hace poco más de una semana. Definitivamente, los comicios pusieron al descubierto el renacer del Chile que era antes del golpe contra la Unidad Popular de Salvador Allende.

Es en tal sentido que la trascendencia de los resultados rebasa la escogencia de gobernadores y alcaldes e, incluso, de los hombres y mujeres que redactarán la nueva Constitución y que serán, mayormente, gente de los partidos progresistas y de los movimientos sociales o sectores profesionales que propusieron candidatos no afiliados a organización partidista alguna.

Junto al rechazo a la política tradicional, la emergencia de esos llamados «independientes», y de candidatos de izquierda al lado de jóvenes y mujeres, con profusión no vista hasta hoy, constituyen valores para aquilatar mejor el remezón que viene recibiendo, a largo plazo, el status quo chileno.

Tales realidades indican saltos cualitativos en una sociedad que se ha transformado a nivel de pensamiento, en detrimento de una ideología burguesa y neoliberal que fue impuesta para que sirviera de soporte al modelo.

Comunistas, jóvenes y mujeres

Junto a los independientes, quizá el hachazo más ruidoso y visible sobre la imagen de un país hasta hace poco presuntamente estable y próspero, aunque ahogado, por dentro, en la desigualdad, sea la elección de Irací Hassler al frente de la alcaldía de Santiago, una victoria que ha sido noticia desde distintas aristas: es mujer, es joven, y representa al Partido Comunista de Chile.

Pero lo que se maneja menos es que Irací constituye un modelo de política de nuevo tipo, cuya elección muestra la evolución de la ciudadanía en la búsqueda de otro país.

La nueva alcaldesa de Santiago pertenece a la generación que protagonizó las llamadas manifestaciones de «los pingüinos», en alusión al uniforme de los estudiantes de secundaria que en 2006, y luego en 2011 junto a los universitarios, y cuando nada en Chile se movía, tuvieron la osadía de hacerse a la calle por la gratuidad y la calidad de la enseñanza, entre otros reclamos que el estudiantado mantiene.

Primero salieron los jóvenes casi solos. Después los acompañaron los profesores, más tarde los padres de familia, y luego los gremios.

Fueron ellos quienes marcaron el llamado despertar del que todos hablaron algunos años después, al son de las movilizaciones de fines de 2019 y 2020, para entonces masivas. Esas manifestaciones indicaron al presidente Sebastián Piñera que la única válvula de escape era dar curso a la Constituyente.

Ahora, el triunfo de Hassler al frente de la alcaldía representativamente más importante de Chile muestra el nacimiento de nuevos líderes, y el cambio de subjetividad forjado mediante el derribo paulatino de los muros de la intolerancia política y de género.

Pero no se trata solo de una victoria simbólica. Como ella, otras jóvenes que expresaron sus inquietudes sociales en la movilización estudiantil hoy ocupan puestos como diputadas (Camila Vallejo y Karol Cariola); o acaban de ser electas también, de modo inédito, como alcaldesas. Tal es el caso de la igualmente comunista Javiera Reyes, exdirigente
estudiantil que lidera la comuna capitalina de Lo Espejo.

Antecedidas en su nuevo modo de hacer por Daniel Jadue, quien precede a la «generación pingüina» y fue reelecto en la alcaldía santiaguina de Recoleta, Hassle y Reyes se suman a una manera de gobernar que innova en favor del bien social, y consolida el poder popular desde abajo… cuando aún el progresismo debe bregar para obtenerlo arriba.

«Chile tiene un modelo de abusos y debe poner la dignidad en el centro», comentó Hassle al diario español El País.

Con programas de gobierno locales que buscan el bien común, ambas han intercambiado con el experimentado Jadue y beben de las experiencias que le han valido a este el respaldo del vecindario que lo reeligió.

«El sello que tiene nuestro proyecto tiene que ver con impulsar las demandas del mundo social; la dignidad, el concepto del buen vivir», ha dicho Javiera a CNN.

Una de las iniciativas que implantará en su comuna serán las farmacias populares, medida puesta en práctica primero por Jadue, para paliar las estrecheces de un sistema de Salud rentado.

A Irací y Javiera se suman otras mujeres que no nacieron del movimiento estudiantil ni son del Partido Comunista de Chile pero también piensan en los demás, como Karina Oliva, del partido Los Comunes y conocida primero por su función como vocera del Frente Amplio.

«Soy hija de una profesora y de un taxista, de familia de obreros y obreras, soy una representante como cualquier persona de este país», ha declarado.

«No represento ni a la élite política ni a la élite económica, sino a este nuevo Chile que nació desde el cambio, de las transformaciones desde la revuelta, de los que dijeron basta de los mismos de siempre».

Ella aspira a la gobernación de la Región Metropolitana, que se definirá el 13 de junio en segunda vuelta junto a otras 12 gobernaciones.

Su candidatura, así como las de otras decenas de mujeres que optaron u obtuvieron cargos políticos tras las llamadas megaelecciones, indican que paralelamente a los avances del progresismo desde el espectro social y los partidos políticos de izquierda, en la escena chilena se constatan
conquistas, particularmente, del movimiento feminista.

Según Marcela Ríos, representante residente adjunta del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Chile, ellas aumentaron su representación al frente de las alcaldías desde el 24,6 por ciento conseguido en 2016 a un 33,2 por ciento, mientras que para concejales se incrementó su presencia de 11,9 por ciento a 17,1 por ciento, sin contar a las 77 electas para la Constituyente bajo la norma de paridad de género que, paradójicamente, impidió que fueran más, porque por los votos obtenidos por ellas sobrepasaban la cantidad de curules que les correspondían.

Presidenciales a las puertas

Condición insoslayable de las megaelecciones es que han servido de catapulta a la presentación de candidaturas con vista a las elecciones presidenciales, que están a las puertas, apenas con seis meses por delante.

Con el impulso de la contienda regional y municipal se inscribieron los candidatos a las primarias. Seguro desencantada, la derecha consiguió, no obstante las críticas a Piñera, mantener la unidad con que se presentó a los comicios recién celebrados y ya propuso, de consuno, los nombres de los aspirantes, entre quienes elegirá a su candidato a la presidencia.

La alianza Chile Vamos anotó cuatro aspirantes, el más conocido es Joaquín Lavín, de la ultraderechista Unión Patriótica Independiente y quien ha sido alcalde de la exclusivista comuna santiaguina de Las Condes.

Por el progresismo, sin embargo, se mantiene la atomización de diversas fuerzas, si bien el Partido Comunista y el Frente Amplio, que quedó en un meritorio tercer puesto en las últimas presidenciales, lograron acuerdo y anotaron dos candidatos que ya suenan: Jadue y Gabriel Boric, también proveniente de los «pingüinos».

Entre ellos, ambas fuerzas escogerán aspirante el 18 de julio, con lo cual se ha sellado que esos conglomerados anden juntos por el escabroso escenario prelectoral.

Quedaron por fuera el Partido Socialista, con el que no lograron acuerdos, y otras agrupaciones que se identifican como de centroizquierda y abogan por su propio candidato. Ello dispersaría el voto antineoliberal y conspiraría contra un triunfo expedito sobre la derecha.

De cara a la actuación de la sociedad, sin embargo, la correlación de fuerzas indica que el progresismo tendría suficiente respaldo para gobernar.

La subjetividad de la sociedad chilena se ha reconstruido en la movilizacion social. Foto: AFP

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