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Educación inclusiva: imaginar lo posible

Celebrado el 24 de enero por iniciativa de las Naciones Unidas, el Día Mundial de la Educación promueve el aporte de la instrucción a la paz y al desarrollo

Autor:

Amado René Del Pino Estenoz

Entre los recursos materiales y humanos que las agencias internacionales consignan para propiciar la igualdad social, el dinamismo socioeconómico y la sostenibilidad medioambiental, ninguno resulta tan prioritario y fructífero en la época presente como el destinado a la educación. Según la visión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en materia educativa, esa premisa resultará cada vez más perentoria para el futuro de los seres humanos, en un contexto global marcado por las adversas coyunturas económicas, las flagrantes desigualdades entre las regiones del planeta y la crisis sanitaria, climática y migratoria.

Establecido en 2019, el Día Mundial de la Educación exalta la contribución de la práctica pedagógica —en la que intervienen los docentes, los estudiantes de diversas edades y los padres de familia— tanto en el desarrollo del sector productivo y profesional, como en el fomento de valores inherentes a la vida social, dígase la tolerancia y la fraternidad. Definida en la Declaración Universal de los Derechos Humanos como un bien inherente a la justicia colectiva y el bienestar público, la educación, en términos equitativos e inclusivos, es capaz de generar oportunidades de superación a la mayor cantidad de personas posibles y durante un lapso de tiempo que abarca toda la existencia.

Los bajos niveles de inversión en la instrucción escolar en algunas regiones del mundo como el África Subsahariana, han provocado que más de 244 millones de niños —incluyendo los más de 4 millones de refugiados— no asistan a la escuela con regularidad. A los 617 millones de menores que no dominan la técnica de la lectura ni la matemática de base se suma un número superior de adultos —771 millones— que no tuvieron la oportunidad de adquirir esos conocimientos a lo largo de su vida. Esa situación se agrava en las naciones como Afganistán —donde casi el 80 % de las mujeres en edad escolar no asisten a los colegios—, donde a las niñas mayores de 12 años se les priva la continuidad de estudio, incluyendo el acceso a la enseñanza secundaria y la universidad.

La condición transformadora y regenerativa de los procesos educativos fue puesta en evidencia en la Cumbre sobre la Transformación de la Educación, llevada a cabo en la sede central de la ONU en septiembre de 2022. En esa reunión de alto nivel se aprobó la Declaración de la Juventud sobre la Transformación de la Educación —elaborada a partir de un proceso de consulta en que se involucraron medio millón de personas de más de 170 naciones—, la cual enalteció la contribución de los jóvenes a los procesos políticos globales que atañen a la supervivencia humana y a la paz planetaria.

Poco se ha divulgado a nivel planetario la contribución de la joven generación a los procesos geopolíticos en tanto colaboradores y generadores de cambios, según se hizo referencia en la mencionada Declaración. Ese llamamiento realizado por ese sector etario a los grupos de decisores a nivel gubernamental y en el ámbito de la sociedad civil, abogó por el perfeccionamiento de los métodos de enseñanza, así como  el progreso de determinantes aristas abordadas en los ODS como la igualdad de género, la justicia ecológica, la equidad comercial, el respeto a las expresiones culturales y la solidaridad entre los espacios locales, comunitarios, regionales y nacionales.

Dicho reclamo de democracia y descolonización se basó igualmente en la condena a fenómenos repudiables en el ámbito escolar y social como la misoginia y discriminación, los estereotipos de género, la exclusión perpetrada por motivos étnicos o religiosos, la proliferación del acoso, la intimidación y la violencia, el abandono de las zonas rurales o el menosprecio hacia refugiados y vulnerables.

Según la convocatoria del Día Internacional de la Educación 2023 los activistas y líderes sociales involucrados en esa iniciativa abogaron por el fomento del pensamiento crítico, la libertad académica, el desarrollo de la imaginación y la innovación, la defensa de la información objetiva. Los defensores de la condición inclusiva y emancipadora de la educación, han verificado sus beneficios en materia socio-afectiva, en el fomento de las relaciones interpersonales, en el estímulo de valores colectivos y de compromisos ciudadanos, en el adiestramiento de habilidades técnicas y profesionales.

Corresponderá por tanto a los seres de vocación cívica y pedagógica gestar un cambio profundo en la sociedad planetaria. Reparar las injusticias históricas que han provocado la ignorancia e inopia de buena parte de la humanidad, debe ser prioridad de los organismos internacionales y de la acción ciudadana, para bienestar e instrucción de los seres humanos.

 

Niños en una escuela pública en Paquistán.FOTO: UNICEF.

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