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Fidel, los hibakusha y los peligros de una guerra nuclear

«Los pueblos están en el deber de exigir a los líderes políticos su derecho a vivir… ni se puede perder un minuto en exigir el respeto a ese derecho; mañana sería demasiado tarde», advirtió nuestro Comandante en Jefe

Autor:

Juana Carrasco Martín

«Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie», así escribió el Comandante en Jefe Fidel Castro en el libro de homenaje a las víctimas de los terribles bombardeos nucleares de Hiroshima y Nagasaki , cuando rindió tributo en el Museo de la Paz de la primera ciudad martirizada por la prepotente ansia de dominio mundial de las élites de Estados Unidos.

El 6 de agosto de 1945, cuando los nazis hitlerianos ya habían rendido sus banderas ante el Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, y Japón declinaba también las armas en el Pacífico, el gobierno de Harry S. Truman lanzó Little Boy, una bomba de uranio, sobre la ciudad nipona de Hiroshima, al instante murieron más de 70 000 personas y para el final de ese año se contaban hasta 140 000 los fallecidos. Apenas tres días después, el 9 de agosto, Estados Unidos repetía el infierno en Nagasaki, con el lanzamiento de una bomba de plutonio que mató de inmediato a 73 884 personas y otras 75 000 perecieron en los meses siguientes.

En ambos casos, las víctimas que sobrevivieron a los efectos inmediatos del bombardeo, pero quedaron expuestas a los efectos de la exposición a los males desatados por el engendro nuclear, a la lluvia radiactiva posterior, a los nacidos luego pero estaban en los vientres de sus madres embarazadas, a quienes heredaron incluso esa radiación se les conoce como los hibakusha. Por años, incluso decenas de años, 650 000 seres humanos quedaron expuestos a una muerte lenta, han sufrido las consecuencias de la enfermedad por radiación, la pérdida de familiares y amigos.

El 31 de marzo de 2024 —según datos reconocidos por el gobierno japonés— 106 825 hibakusha seguían con vida, algunos con enfermedades causadas por la radiación de 1945. Afirman que un temor grande los mantiene atrapados y contra ello luchan, el olvido del horror que se extendió por Hiroshima y Nagasaki aquel verano de 1945, cuando el calor quemó hasta las entrañas de niños, mujeres y hombres y desmenuzó edificios, maquinarias y aquel pequeño triciclo que puede verse en el Museo, de un infante desintegrado en el hongo atómico

Fue la primera vez, y hasta ahora la única, en que se utilizó la bestial arma con la que Washington había lanzado sobre el mundo entero una advertencia mortal: era el «ganador» en la devastadora contienda de la II Guerra Mundial.

Comenzaba la Guerra Fría y con ella una irreprimible carrera armamentista, donde en los arsenales de unos pocos países se multiplicaron las ojivas nucleares cada vez más potentes y destructivas y llaman «arma disuasiva».

El 25 de julio de 1959, el Comandante Ernesto Che Guevara, estuvo en Hiroshima. Fue él quien le dijo a Fidel que no podría dejar de visitar el Memorial de la Paz y que todos los mandatarios del mundo deberían hacerlo. En diciembre de 1995, el Comandante en Jefe hizo una «escala técnica» en Tokio, de regreso tras sus viajes a China y Vietnam, y prácticamente se convirtió en una «visita oficial» —como afirman artículos memorias de aquel momento—, cuando fue recibido por las entonces máximas autoridades de la nación nipona: el primer ministro Tomiicho Murayama; el vicepremier y Canciller Yohei Kono, y la señora Takeko Doi, presidenta de la Cámara Baja de la Dieta.

Fue el sábado 1 de marzo de 2003 cuando Fidel llegó por segunda vez a Japón, mas en esta ocasión, el lunes 3 se dio el encuentro con la terrible historia de Hiroshima. Dicen que preguntó «hasta la saciedad sobre lo ocurrido» y reflexionó que el mundo no había sacado ninguna lección, ni ejemplo, sobre sus resultados, porque seguía la desenfrenada carrera armamentista, una preocupación que le acompañó por siempre, habida cuenta también de que en Cuba, en octubre de 1962 pudo haberse desatado un holocausto nuclear.

La cinta de la corona que depositara Fidel en el Memorial de Hiroshima no tenía solamente la consabida leyenda protocolar de «Fidel Castro Ruz, Presidente de la República de Cuba». Afirma su traductora japonesa Michiyo Yamanaka (Ino-san), que pidió que además llevara esta, reflejo de su sentimiento: «A las víctimas inocentes de Hiroshima y Nagasaki».

Un material en YouTube de la Embajada de Cuba en Tokio, permite brevemente conocer la Visita del Comandante en Jefe Fidel Castro a Japón en 2003, y escuchar sus sentimientos solidarios con Hiroshima y Nagasaki.

En el libro de visitantes, tras la de seguro sobrecogedora experiencia, la frase sencilla y absoluta: «Que jamás vuelva a ocurrir semejante barbarie», para expresar sus sentimientos de solidaridad y profundo respeto a las víctimas inocentes que los días 6 y 9 de agosto de 1945 perdieron la vida en estas dos ciudades.

Una y otra vez, Fidel repitió la advertencia. Sus constantes alegatos a favor de la paz y contra el armamentismo lo multiplicó ante organismos internacionales o en conversaciones oficiales, públicas o privadas, en sus Reflexiones… «En una guerra nuclear el daño colateral sería la vida de la humanidad», aseveró sabiamente.

Cuba, como Estado y nación, ha sido consecuente con esa alerta y compromiso con el desarme general y completo. Fue el quinto país en ratificar el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares, y promovió en la cumbre de La Habana la condición de América Latina como Zona de Paz y libre de armas nucleares, acordada por la Celac.

El contundente Mensaje del Comandante en Jefe Fidel Castro contra la Guerra Nuclear es el tributo que estos 6 y 9 de agosto rendimos ante el pueblo japonés, cuando Israel y Estados Unidos bombardearon injustificada e irresponsablemente las instalaciones nucleares pacíficas de Irán y la administración de Trump moviliza submarinos nucleares de manera amenazante cerca de las costas rusas, donde también se ponen en activo nuevos armamentos. El mundo está en peligro y debemos reflexionar, porque aunque fue escrito en 2010, tiene demasiada vigencia:

«El uso de las armas nucleares en una nueva guerra implicaría el fin de la humanidad. Así lo previó el científico Albert Einstein, quien fue capaz de medir su capacidad destructiva de generar millones de grados de calor que todo lo volatiliza en un amplio radio de acción. El genial investigador fue impulsor del desarrollo de esta arma antes de que el régimen genocida nazi dispusiera de ella.

«Cualquier gobierno del mundo está obligado a respetar el derecho a la vida de cualquier nación y del conjunto de todos los pueblos del planeta.

«Hoy existe un riesgo inminente de guerra con empleo de ese tipo de armas y no albergo la menor duda de que un ataque de Estados Unidos e Israel contra la República Islámica de Irán, se tornaría, inevitablemente, en un conflicto nuclear global.

«Los pueblos están en el deber de exigir a los líderes políticos su derecho a vivir. Cuando la vida de su especie, de su pueblo y de sus seres más queridos corren semejante riesgo, nadie puede darse el lujo de ser indiferente, ni se puede perder un minuto en exigir el respeto a ese derecho; mañana sería demasiado tarde.

«El propio Albert Einstein afirmó textualmente: "No sé qué armas se utilizarán en la Tercera Guerra Mundial, pero en la Cuarta Guerra Mundial usarán palos y piedras". Sabemos lo que quiso expresar, y tenía toda la razón, sólo que no existirían ya quienes manejen los palos y las piedras.

«Habría daños colaterales, como afirman siempre los líderes políticos y militares norteamericanos, para justificar la muerte de personas inocentes.

«En una guerra nuclear el daño colateral sería la vida de la humanidad.

«¡Tengamos el valor de proclamar que todas las armas nucleares o convencionales, todo lo que sirva para hacer guerra, deben desaparecer!»

Fidel Castro Ruz
Octubre 15 de 2010

Lo repitió una y otra vez. Estas estuvieron con fuerza en sus palabras en la clausura del 7mo. Congreso del Partido Comunista de Cuba, el 19 de abril de 2016: «El peligro mayor que hoy se cierne sobre la tierra deriva del poder destructivo del armamento moderno que podría socavar la paz del planeta y hacer imposible la vida humana sobre la superficie terrestre».

Hay que conjurar la calamidad. No podemos permitir que el caos político, intensificado en el segundo gobierno de Donald Trump —quien ya desde su primer mandato se retiró de importantes tratados internacionales—, se imponga, mantenga en vilo a este planeta y nos lleve a una aventura demasiado riesgosa, cuando acaba de declarar que está preparado para una guerra nuclear con Rusia. Por ahora el intercambio es de palabras…

Pero no olvidemos que en los arsenales nucleares, que además se «perfeccionan» y hacen más letales, en enero de 2025 se guardaban 12 241 ojivas y 9 614 están disponibles para su uso potencial diabólico y absurdo por quienes actúan como si tras la hecatombe habría algún ganador. La guerra solo puede garantizar una paz: la de los sepulcros y no es alternativa para nadie, mucho menos la nuclear.                      

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