El escenario electoral boliviano es uno de los más inciertos en la historia sociopolítica reciente de la nación andina. Autor: France 24 Publicado: 16/08/2025 | 07:39 pm
SI las encuestas aciertan —ya que se han equivocado no pocas veces— la presidencia de Bolivia no se decidirá en la votación de este domingo, sino en la segunda ronda.
Los remezones de un período marcado por diferencias dentro del combativo Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), han conducido a lamentables rupturas entre algunos de sus líderes, e indican que estos comicios son distintos de los que hace cinco años devolvieron a esa organización al poder mediante la elección de Luis Arce con más del 50 por ciento de los votos, lo que revirtió el golpe de Estado disfrazado con la engañosa promulgación de fraude de octubre de 2019.
Será muy diferente también este proceso electoral del que llevó a esa fuerza al poder en 2006, con lo que por primera vez asumió el Gobierno un indígena, Evo Morales, lo que reivindicó a las mayorías autóctonas y abrió una nueva etapa en Bolivia.
A partir de ahí se iniciaría la refundación para dar a luz a un país que, siendo rico, estaba hasta entonces entre los de menor crecimiento económico en Latinoamérica y el Caribe y exhibía altas cifras de exclusión y pobreza.
Poco después, la renegociación de los contratos pactados con las transnacionales para la explotación de los hidrocarburos, dejaría las ganancias que engordaron las reservas internacionales del Estado y dieron sustento a los bonos sociales que dotaron de una vida menos azarosa a los de abajo, más plenos en tanto gozaron, por vez primera también, de sus derechos.
El PIB boliviano llegó a estar entre los más altos de la región, con puntajes en el entorno de un reiterado ocho por ciento anual.
Fue la nueva Constitución aprobada en referendo en 2009 la que sentó las bases de los cambios, al declarar a Bolivia como una República Plurinacional. Nació un país diferente.
Aunque hoy la economía sea menos boyante, esas realidades existen y son lo que resulta preciso salvaguardar. Pero puede que no sea fácil.
Las circunstancias que han abierto distancia entre la otrora dirigencia del MAS deben contarse entre las primeras causas de que el que fuera un fortísimo movimiento popular que aglutinó a las bases indígenas y a lo más avanzado de la intelectualidad boliviana, capaz de resistir la persecución de los golpistas y derrotar
en las elecciones de 2020 a las fuerzas fascistoides y espurias representadas por Jeanine Áñez, hoy no tengan las mismas potencialidades.
La fractura arriba, obviamente, se refleja en las bases. Por dictamen del tribunal electoral con apego a sus leyes, a Evo le fue negada la posibilidad de optar por la reelección, lo que creó una fractura entre sus seguidores, básicamente en las confederaciones cocaleras del Chapare, y el resto de las bases sociales masistas.
Una baja importante para el Movimiento ha sido también la de Andrónico Rodríguez, joven cuadro del MAS formado junto a Evo quien, llamando a la unidad, se postula finalmente, sin embargo, por una agrupación de nuevo cuño, Alianza Popular.
Pero todo hace pensar que Andrónico no ha logrado nuclear a las fuerzas afines como tampoco parecen haberlo conseguido los insistentes llamados del presidente saliente, Arce, a la unidad, y en razón de lo cual renunció a presentar su candidatura.
En su lugar se postula como aspirante del Movimiento al Socialismo, el exministro de Gobierno Eduardo del Valle, la segunda figura relevante de la izquierda entre un total de siete competidores por la presidencia, aunque en las boletas aparece una más, también del progresismo: Eva Copa, alcaldesa de la combativa localidad paceña de El Alto y líder del novísimo Movimiento de Renovación Nacional (Morena), quien ha dicho en días recientes que declina y optará por presentarse en las próximas elecciones regionales.
Otro factor que, según analistas, siembra incertidumbre es una alegada mala ejecución de la economía, pese a que informes del poco progresista Banco Mundial reconocen que luego del azote de la COVID–19 ese rubro se recuperó, y aunque el Banco, a la postre, recomiende privatizar entre otras recetas, para lograr lo que denomina una «recuperación sostenible».
Eso es lo que hará la derecha si, como auguran las encuestas, es uno de sus representantes quien se hace del poder.
Mientras, los reportes del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) aceptan que el crecimiento fue apenas del 0,73 por ciento el año pasado, lo que adjudicó a factores climatológicos también tomados en cuenta por el Banco, y que el INE cita como parte de «un contexto interno desfavorable» asociado igualmente a «conflictos políticos y sociales», denominación con la que alude a los bloqueos de vías y marchas con que los seguidores de Morales han reclamado su inscripción.
Todo ello es relacionado con los resultados de los estudios de opinión que reflejan la posibilidad de cerca de un 18 por ciento de votos blancos o nulos, opción que Evo Morales ha llamado a abrazar; aunque también anunció que los movimientos campesinos e indígenas que lo respaldan igualmente marcharán si la derecha gana las presidenciales.
¿ALGUNA SORPRESA?
Pocas veces pudo desearse tanto que los sondeos se equivoquen. Los estudios de al menos tres firmas encuestadoras aseguran que serán el empresario Samuel Doria Medina y el efímero expresidente Jorge «Tuto» Quiroga quienes se agencien las mejores puntuaciones, ambas en un rango muy cercano que oscila de un 20 a un 22 por ciento, lo que definiría su pase a segunda ronda.
Entre ellos, cuñas de la misma derecha que preconiza las privatizaciones y la vuelta atrás a la era antes del MAS, se disputaría la primera magistratura en octubre.
Ante ello, el escenario más favorable para la izquierda y seguramente para las mayorías bolivianas sería una sorpresa; una postura no apresada por los estudios de opinión que ubique a Andrónico entre los dos primeros.
El extitular de la cámara alta del Parlamento es un joven líder cocalero licenciado en Ciencias Políticas que al inicio de la campaña recogía un 14 por ciento de las intenciones de voto, pero ha ido descendiendo.
No obstante, el panorama daría un giro si se inclinaran por él ese nueve por ciento de electores que promedian quienes han dicho a los encuestadores estar indecisos, y el 18 por ciento que alega que dejará en blanco su boleta.
Las leyes electorales bolivianas estipulan que para ocupar la primera magistratura debe obtenerse en primera vuelta el 50 por ciento más uno de los votos válidos, o 40 por ciento con diez puntos por encima de su más cercano seguidor. Ninguno de los postulados parece que podría llegar a esa cota.
Un cuadro hacia la derecha se prevé también en la Asamblea Plurinacional, donde los sondeos auguran fragmentación, aunque con predominio del conservadurismo y la reacción.
En tal caso, tocaría nuevamente al MAS, que ha sido hasta hoy la fuerza de izquierda más amplia y orgánica de la historia reciente de Bolivia, así como a las organizaciones sociales y sindicales que le acompañan, recomponerse y reiniciar la batalla desde abajo por reconquistar los espacios que se pierdan.
Luego de casi 20 años de una Bolivia plurinacional, productiva, solidaria y con justicia social, es muy improbable que quienes antes fueron preteridos, acepten ser humillados y desconocidos nuevamente.