La presidenta Claudia Sheinbaum, luego del ejercicio de rendición de cuentas al pueblo, ha alcanzado altos niveles de aceptación ciudadana. Autor: Gobierno de México Publicado: 06/09/2025 | 09:15 pm
Resolver exitosamente un desafío poco sencillo coronó esta semana el acto de primera rendición de cuentas de la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum.
A pocas horas de presentar el informe que recoge los resultados de sus 11 meses iniciales de mandato, la prevista visita a México del secretario estadounidense de Estado, Marco Rubio, ocurrió en medio de la alarma regional desatada por el despliegue naval del Pentágono en aguas del Caribe, con la justificación de enfrentar el narcotráfico, y concluyó con acuerdos que se resumen en una postura crucial: ambos países trabajarán de manera conjunta para la seguridad de sus naciones, sin violación a la soberanía territorial ni imposiciones.
Veinticuatro horas antes de la llegada del visitante, precisamente cuando rendía cuentas, la mandataria había adelantado: «La política de construcción de la paz se decide soberanamente en México; nadie influye en ella».
Resolver que Rubio se fuera presuntamente «complacido» sin que México traicionara los principios pacifistas, de independencia y de respeto al prójimo que caracterizan la política exterior de la Cuarta Transformación, pudo ser un ejercicio de equilibrio indispensable para un Estado que, por la proximidad geográfica, tiene en el vecino del Norte una suerte de «mercado natural» y al que, aprovechando las prerrogativas del tratado de libre comercio trilateral —que también incluye a Canadá—, vendió el año pasado el 83,1 por ciento del total de sus exportaciones, según datos del Banco de México.
Esa rica relación comercial con un país con el que, además, la nación mexicana comparte más de 3 000 kilómetros de frontera, ha sido también el sustento de las intensas negociaciones con que el Gobierno de Sheinbaum ha evitado que Donald Trump le imponga al país —al menos hasta octubre, cuando se cumple el plazo acordado de 90 días— los leoninos aranceles con que el magnate estadounidense ha querido doblegar a otras naciones, y que podría aplicar al cerca del 20 por ciento de los productos mexicanos no incluidos en el T-Mec.
La estabilidad de esos nexos no solo resulta crucial para la salud de la economía nacional, sino, además, para la tranquilidad de una ciudadanía que, si bien no olvida el zarpazo imperial que en 1848 anexó a Estados Unidos dos millones y medio de kilómetros cuadrados del entonces territorio mexicano, teme al remezón que provocaría un descalabro de los nexos comerciales bilaterales.
Además, cualquier movimiento en tal sentido sería aprovechado por los partidos de oposición, que aún no han encontrado puntos de apoyo, para una labor de zapa contra el mandato de Claudia.
Así lo pretendió la campaña desarrollada contra la elección popular de los miembros del nuevo poder judicial, quienes asumieron esta semana, en un hecho inédito, con el propósito de sanear la justicia de elementos viciados, y dotar al Estado de un instrumento crucial para luchar eficazmente contra la violencia.
Tampoco era probable que, para evitar satanizaciones, el Gobierno sucumbiera a presiones que le hicieran traicionar sus principios latinoamericanistas y en pro de la justicia y la paz regionales; mucho menos en un momento en que Latinoamérica y el Caribe levantan sus voces contra la militarización de sus aguas por Washington, y en defensa de la nación más amenazada por su parafernalia bélica: Venezuela, que, también, ha recibido la solidaridad mexicana.
La reivindicación de la soberanía nacional es otra actitud que une a la sociedad y constituye, de hecho, un principio constitucional desde que fue incorporado a la Carta Magna en abril pasado, ya durante este mandato, cuando entre varias reformas se modificaron los artículos 19 y 40, de modo de dejar literalmente expresado que «el pueblo de México, bajo ninguna circunstancia, aceptará intervenciones, intromisiones o cualquier otro acto desde el extranjero que sea lesivo de la integridad, independencia y soberanía de la nación, tales como golpes de Estado, injerencia en elecciones o la violación del territorio mexicano, sea esta por tierra, agua, mar o espacio aéreo».
Si algo destaca del arribo de Sheinbaum al primer año de su mandato es, precisamente, esta posición, que se ha visto obligada a reiterar en el retorno de un Trump aún más altanero y de lenguaje doblemente amenazante, lo que abona la alta popularidad que sigue gozando la primera mujer en encabezar el ejecutivo mexicano.
Según las distintas encuestas, la Jefa de Estado cuenta entre más de un 70 por ciento y un rotundo 80 por ciento de aprobación.
Dirigentes de su partido, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), grafican la espontaneidad de ese respaldo con cifras que revelan su carácter ciudadano; es decir, desprovisto de los compromisos que significarían militar en las filas de esa relativa y cualitativamente nueva fuerza política.
Claudia fue electa en junio de 2024 con 35 millones de votos, que significaron el 59,7 por ciento de los sufragios emitidos. Para entonces, sin embargo, Morena solo contaba con un universo de 27 000 afiliados en todo el país, cifra que luego ascendió a 700 000 y que la agrupación en el poder pretende seguir elevando.
Desde luego, toda negociación implica un toma y daca para fructificar. En el platillo de la balanza de México frente a Estados Unidos, puede imaginarse que estén actos de colaboración con aquel país, como la entrega, en los meses recientes, de dos grupos de más de 20 ciudadanos mexicanos identificados como criminales vinculados al narcotráfico y pertenecientes a distintos cárteles, bajo el compromiso de Washington de no solicitar para ellos la pena de muerte, y con apego a la Ley de Seguridad Nacional de México.
Desterrar una violencia propiciada, entre otros elementos de vieja data, por «la contaminación» con el narco de exfuncionarios corruptos que vivieron a la sombra de lo que Claudia define como noche neoliberal, está entre los asuntos pendientes, y es motivo de espera de ciudadanos inquietos por la criminalidad.
Menos pobres, y más independientes
Para alguna gente de a pie quizá menos entendida en materias política y económica, los resultados positivos más visibles de la Cuarta Transformación están en los programas de ayuda financiera que desde el mandato de Andrés Manuel López Obrador adquirieron carácter de ley, para que dejaran de ser apenas una iniciativa al arbitrio de un jefe de Gobierno.
Entre esos programas se incluye el respaldo financiero a los jóvenes estudiantes para que la necesidad de ayudar a su familia no los conduzca a dejar sus estudios, conocido como las becas Benito Juárez y Rita Cetina; los planes para el bienestar de la mujer, y las pensiones instituidas para todos los adultos mayores de más de 65 años, beneficiados ahora por el naciente apoyo médico en los hogares pensados para la tercera edad, y las personas con discapacidad.
Sin embargo, lo más contundente conseguido en este ámbito por la Cuarta Transformación es que más de 13,5 millones de mexicanos salieran de la situación de pobreza en el transcurso del mandato de López Obrador hasta hoy.
En el plano económico, el informe presidencial destacó la consolidación de lo que denomina «nuevo modelo» para garantizar la estabilidad macroeconómica e impulsar la «prosperidad» compartida con salarios justos —cuya cota mínima se elevó en un 14 por ciento—, y con el respaldo de los programas sociales.
Se estima que el crecimiento anual será del 1,2 por ciento, una cifra moderada que desmiente, no obstante, las previsiones de organismos financieros internacionales que anunciaron una caída.
Una de las iniciativas más novedosas es el denominado Plan México, dado a conocer cuando comenzó la avalancha incriminatoria de Trump y que pareció en su momento, sobre todo, una respuesta a su lenguaje amenazante.
El programa es descrito como una Estrategia de Desarrollo Económico Equitativo y Sustentable para la Prosperidad Compartida, y contempla desde el desarrollo regional del país y la sustitución de importaciones, pasando por la ampliación del acceso a la educación, el impulso a la ciencia, y el respaldo a la integración continental, hasta la promoción de denominados polos de desarrollo económico que aprovechan las posibilidades de cada región.
Cinco de los 15 polos están en marcha, señaló el informe, así como avanza el denominado Corredor Interoceánico —plataforma logística que enlazará a los océanos Pacífico y Atlántico—, mientras cobran fuerza 18 de cien nuevos parques industriales planificados.
México defiende su soberanía política y, para ello, brega por la justicia social y la independencia económica.