Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Palabras claves

Autor:

Luis Sexto

Una lectora me envió un mensaje, a propósito de mi nota del pasado viernes, en el que usa dos palabras a mi entender claves: flexible y extremo. Es decir, deducía ella que para lograr un enfoque constructivo de las relaciones laborales y, por extensión, de las sociales, las actitudes inflexibles y extremas son contraproducentes.

Varios mensajes entraron en mi bandeja esta semana para intentar proseguir un debate cuyos términos, lamentablemente, deben quedar en el único sitio posible: el correo del periodista, porque no dispongo de espacio para publicarlos. Entre las dos o tres ideas primordiales de mi nota del pasado viernes, una gozaba del mayor énfasis, aunque no del mayor espacio: el enfoque constructivo en nuestros juicios sobre la realidad. Suelen obrar así las técnicas del periodista, cuyo acierto radica en salir a la circulación, para dispersar la inquietud que conduce a pensar, y no quedarse en blanco o a medias por un ímpetu excesivo y, por tanto, inconveniente.

La lectora convoca a ser flexibles, esto es, a mirar la realidad desde una posición realista. Ella, cuyo nombre no transcribo, pues no le pedí permiso, dice, al final de su mensaje, luego de enumerar una cantidad de dificultades del ciudadano común, relacionadas con el transporte, la hora de entrada en los centros de trabajo y los horarios de las oficinas públicas —obstáculos todos que limitan el cumplimiento estricto de la disciplina laboral—: «No tengo dudas de que si las cosas no son de otra manera, por gusto no ha de ser; por tanto, una de cal y otra de arena: sean flexibles para compensar los déficit, ello sin caer en los extremos que siempre son malos. En fin, hay tela por donde cortar con este tema de forma constructiva y sin renunciar a todo lo bueno que una sociedad socialista brinda».

Lo veo claramente. Si a veces echamos de menos el enfoque constructivo en la solución de nuestros problemas, me parece que puede responder a una total falta de flexibilidad. Vemos la vida de modo absoluto, irremovible, rígido, porque las cosas han de ser como dice la teoría, o como deseamos que sean, aunque se maltrate a la teoría y a la práctica. Olvidamos, desde luego, que hay deseos imposibles de conseguir en determinados momentos, y que aplazarlos hasta tanto concurran las condiciones que lo propicien es un acto de racionalidad. El ciclón derriba los árboles que se le resisten; los que se joroban, se flexan, suelen permanecer erguidos después que pasan los vientos.

Una antigua raíz de «política», remite el origen de la palabra a «polis» —«ciudad» en griego—, y por tanto un significado inicial establecería que la política es la ciencia que se ocupa de los asuntos de la «polis». ¿Ciencia? Sí, y también arte, delicado arte que necesariamente no implica esa otra palabra que menciona la lectora: extremos o extremismo. Hace poco le dije a un amigo muy querido que a veces era preferible el medio. Y él, muy apurado, me dijo que Dante había colocado, en uno de los lugares más calientes del Infierno, a aquellos que no tomaban partido. Le repliqué diciéndole que el filósofo chino Lao Tse, tal vez más profundo que Dante, definió que el medio no era una posición, sino la lucha por no irse a uno de los extremos.

El enfoque constructivo —que rechaza suponer que todos somos culpables hasta tanto demostremos nuestra inocencia, sino todo lo contrario— lleva dos ingredientes que aclaran y precisan la imagen en sus cristales: la flexibilidad y el equilibrio. Ni tanto para allá, ni tanto para acá. En lo justo, que es lo posible. Y hacer lo posible es lo racional. Y todo lo racional es responsable. Y realista, digo adecuando la frase de un filósofo de los de verdad.

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