Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Una nación ante el espejo

Autor:

José Aurelio Paz

Qué es un Espejo sino la posibilidad de enfrentarnos a nosotros mismos.

Qué es la Paciencia sino el riesgo de darnos un aire, cuando sobreviene el ahogo de lo infausto.

Qué son 400 años sino, apenas, una piedra al construir el camino de lo eterno, cuando el Himno es la tarea cotidiana asumida con fervor; el Escudo esa voluntad de no ser teatro de marionetas de nadie; la Bandera, el paño sagrado con que cubrimos la mesa para invitar a una mujer, de nombre Patria, a romancear bajo este cielo.

Silvestre de Balboa lo sabía cuando escribió su monumento literario cuatro siglos atrás. Se percató que somos eso. Espejitos colocados para reproducir la imagen, unos en otros, del buen cubano que perpetúa las frutas de su esencia: esos caimitos, esos anones y mamoncillos, más en la memoria que en las matas, con que redondeamos el sabor de esta Isla.

El lunes, no será un lunes cualquiera. 20 de Octubre es la fecha que le marca lo distinto. Martí no estará sobre su pedestal de mármol en el parque. Bajará de él para alinearse, en perfecta formación, junto a Perucho y Luz Vázquez, quien nos regalará el ardor de aquellos mismos ojos con que fulminó al trovador, de amor perdido, a través de su ventana.

Y detrás de ellos, nosotros; árboles viejos y retoños de esta estirpe, sosteniéndoles con nuestro ímpetu y voces, mientras cantamos todos La Marsellesa de Bayamo; el canto que sabe a gloria, como un buen majarete, cuando somos capaces de entonarlo desde el alma.

Los ojos de Martí no serán esas cuencas que el artista dejó vacías por la imposibilidad de poder atrapar tanta mirada. Los labios, el carmín hecho triángulo donde confluye y fluye la sangre sobre la cual se erige una Estrella ya no tan Solitaria. El alma del Maestro, la pureza que no logra atrapar la marmólea piedra, sino solo perpetuada en la idea unida al brazo en la manigua... Las notas de Perucho, esas incansables células que nos tejen un cuerpo común, un espíritu, cuando nos hacen vibrar.

¿Qué es la vida sino una manera cotidiana de morir por lo perenne?

¿Qué es la muerte sino la posibilidad de perpetuarnos en otros cuerpos, y otras vidas, si el deber es quien nos funde?

¿Qué somos sino un pueblo noble que se levanta, cada día, a blanquear sus esperanzas, en lugar de sentarse a rumiar sus angustias?

Somos CUBA, y basta, navegando a lo posible. Somos un sueño a la deriva, pero con puerto seguro.

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