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Israel, HAMAS, la gallina y el huevo

Autor:

Luis Luque Álvarez

¿Qué fue primero, la gallina o el huevo? Mmm, ignoro si Platón o Hegel le dedicaron tiempo al asunto y le encontraron respuesta. Pero hoy, en la Franja de Gaza, donde corre la sangre de cientos de palestinos inocentes bajo los misiles israelíes, brota una interrogante muy parecida: ¿Quién disparó primero?

Para Israel, por supuesto que fue el Movimiento de Resistencia Islámica (HAMAS, que gobierna la Franja desde hace año y medio). La andanada de cohetes caseros disparados por militantes palestinos contra el sur del Estado judío ha sido la excusa para una agresión que ya ha costado más de 600 vidas.

Para HAMAS, y para buena parte de la comunidad internacional, la culpa ha sido de Israel, por la indignación que provoca en la población palestina su injusto bloqueo contra Gaza, con el que priva a sus empobrecidos habitantes de los alimentos, el combustible, el agua y otros bienes básicos. La restricción enfurece, y la reacción son los cohetes.

Pero para Tel Aviv era «necesario» bloquear a ese minúsculo territorio porque HAMAS lo gobernaba. Sin embargo, según alguna tesis no carente de sentido, fue Israel quien, allá a finales de los 80, propició el surgimiento de ese movimiento islámico, como vía para dividir a los palestinos, hasta ese momento dirigidos por el movimiento Al Fatah y su líder Yasser Arafat, en la lucha armada contra los ocupantes de Gaza, Cisjordania y Jerusalén oriental. Claro, que no habría habido levantamiento si los árabes no hubieran sido despojados de sus tierras en 1948 y 1967.

Se haría interminable la lista de gallinas y huevos, o sea, de causas y consecuencias, pasando incluso por el momento en que los romanos, en el siglo I d.C. expulsaron a los judíos de Palestina. En el pozo de la historia, todos pueden echar una cubeta y sacarla llena de las razones más convenientes. Pero hay que juzgar los hechos presentes.

Empecemos por el tema de los cohetes caseros. Además de ser expresión de la ira palestina por el injusto bloqueo a Gaza, también lo son por la continuada presencia militar sionista en Cisjordania, un área mucho más extensa y rica en recursos como el agua y las tierras fértiles, que está copada con casi 200 colonias israelíes ilegales, a contrapelo de la voluntad internacional expresada en múltiples resoluciones de la ONU.

Hasta que esa región, así como Jerusalén oriental, no sean libres, los árabes tendrán motivos para la resistencia armada. Sin embargo, habrá que ver si es oportuno para la causa palestina que algunos individuos disparen un puñado de cohetes, afecten a civiles israelíes y sirvan en bandeja de plata el pretexto para atraer sobre Gaza el despliegue de una poderosa maquinaria militar que no se detiene a diferenciar entre objetivos militares y personas desarmadas.

Y este es el segundo aspecto del análisis: la brutalidad de la acción militar israelí, bajo la excusa de la «defensa propia». Si bien es lícito reaccionar a un ataque (que por tal entiende Tel Aviv el lanzamiento de cohetes caseros), bastaría con ver los cuerpos ensangrentados de los niños palestinos para darse cuenta del carácter de la respuesta, que es una agresión y no una guerra justa, pues, en primer lugar, Israel no ha buscado otra «solución» que la militar. ¿Por qué, en vez de bloquear, amenazar y bombardear, no ha dialogado con las autoridades de HAMAS sobre el modo de detener los cohetes?

Además, otra reserva moral muy grave radica en lo desproporcionado de la acción israelí. Ante unos cuantos proyectiles, la única potencia nuclear de Oriente Medio arremete con tanques, aviones, helicópteros y otros «modernos» medios de guerra, pero no deja fuera de combate a HAMAS, sino que ocasiona una catástrofe de enormes proporciones en la infraestructura civil de Gaza y acaba con la vida de cientos de inocentes.

¿Es así como Israel pretende obtener una lueeenga paz? ¿Quién le garantiza que aquellos que vieron morir a sus familiares en Gaza no estarán en primera fila después, adiestrándose para lanzar más cohetes, en una nueva ronda fatal de la gallina y el huevo? ¿Qué puede nacer de una muerte violenta, si no un deseo de venganza?

Un último detalle para los que siguen la actualidad en la región: ¡Vaya casualidad de ganas de guerrear, ya con las elecciones en Israel a las puertas! La candidata del gobernante y «centrista» partido Kadima, la canciller Tzipi Livni, ha estado muy atrás en las encuestas respecto al líder del derechista Likud, Benjamín Netanyahu, halcón de halcones. ¿No tiene acaso la invasión el deseo de hacerla parecer más dura que los «duros»? ¿Y no anda por ahí igualmente la intención de cerrar con broche de chapapote una pésima gestión de EE.UU. en Oriente Medio, y dejarle a Obama tal desorden que lo haga pensar más de una vez antes de emprender cualquier amago de arreglo?

Hasta aquí las preguntas. La masacre continúa.

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