Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Retreta bochornosa en Colmnitz

Autor:

Julio César Hernández Perera

La noticia dada por una agencia rusa el pasado 30 de mayo pudo haber creado disgustos en distintas latitudes del mundo. En el pueblo de Colmnitz, ubicado en el estado federado de Sajonia (este), Alemania, se permitió la asistencia de individuos con uniformes de la Wehrmacht durante una fiesta municipal.

Puede ser que el nombre de Wehrmacht no resulte conocido para muchos de nosotros, pero si referimos que así es como se les llamaba a las Fuerzas Armadas de la Alemania nazi desde 1935 a 1945, pocas dudas tendríamos acerca de la razón del desagrado advertido por muchos, pues dicha armada fue protagonista de un sinnúmero de crímenes durante la II Guerra Mundial.

La fiesta popular que aconteció durante un fin de semana en el mencionado pueblo germano, además de tener la presencia de personas vestidas con el uniforme de aquel monstruoso ejército, incluyó los símbolos nazis en las calles, como las cruces gamadas o esvásticas, y el paso de vehículos militares alemanes, de aquella época, con ametralladoras montadas.

Los organizadores declararon que entre los propósitos de la celebración estaba «la conservación de la historia y de las costumbres patrias».

¿Qué costumbres agasajan los inventores de esta fiesta en Colmnitz?

Solo valdría la pena reseñar en escasas palabras los horrores engendrados por aquel ejército. Hacerlo para los olvidadizos, para quienes aspiran a relegar la historia o contarla al revés.

Bajo el manto del nazismo alemán se cometieron abominables crímenes. En los campos de concentración se realizaron cerca de 350 000 esterilizaciones forzadas, fueron asesinadas aproximadamente 260 000 personas con enfermedades mentales y otras incapacidades, y se llevaron a cabo unos 25 000 experimentos en humanos, los cuales llevaron a la muerte a casi la totalidad de las víctimas.

Auschwitz, campo de concentración y exterminio ubicado en los territorios polacos ocupados por la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial, ha sido uno de los escenarios más renombrados en la historia por los crímenes en él perpetrados. En sus predios se desarrollaron diversos métodos para matar como las cámaras de gas, las inyecciones letales, la electrocución y la inanición. Decenas de miles de cuerpos sin vida de estas víctimas fueron repartidos sin el menor signo de vergüenza humana a institutos médicos alemanes para la enseñanza y la investigación, o simplemente fueron convertidos en cenizas.

Situémonos, asimismo, en el lugar de quienes sufrieron directamente todo tipo de desafuero cometido por el nazismo. Para los supervivientes de los campos de concentración, los daños no cesaron con su libertad tras la derrota del fascismo: casi todos cargaron con un lastre indeleble que les acompañaría hasta el fin de la existencia.

A estas personas se les presentaron numerosos problemas de salud postraumáticos, tanto físicos como psicológicos, descritos en Medicina como síndrome KZ (término que proviene de un vocablo alemán), de naturaleza crónica y progresiva. Entre los numerosos síntomas que padecieron y se incrementaron estaban la intranquilidad, la irritabilidad, los trastornos en la concentración, terrores nocturnos, diferentes tipos de fobias y recuerdos constantes de las espantosas experiencias vividas.

Después de tanta historia vergonzosa cabría preguntar si el mundo merece el retoño de un nuevo Holocausto. La reciente retreta celebrada en Colmnitz no es más que una ofensa a la civilización y a la condición humana.

(*) Doctor en Ciencias. Especialista de II Grado en Medicina Interna

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