Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ponerle rostro a la historia

Autor:

Loraine Bosch Taquechel

Ya se había anunciado; y el tema —por la historia sensible que recrea— hablaba por sí solo. Asimismo, muchos conocidos no hacían otra cosa que no fuera recomendarla y comentar lo emotiva que estaba, pero ahora que ya la vi, que la sentí y la viví, no se compara con nada de lo descrito, con aquello que pude imaginar.

Estas pueden ser solo unas líneas más sobre ella, sobre todo por el hecho de que en estos días es la protagonista de las carteleras de nuestros cines. A pesar de ello, me arriesgo, escribo, comento, porque no podía ser de otra manera, porque me estremeció, porque lo merece.

Inocencia no solo me recreó los sucesos y la injusticia de un crimen de la Cuba colonial, de esa parte de nuestra historia en la que apenas iniciaba todo, sino que a la vez me mostró una vez más por qué Viva Cuba libre, la dicha y la grandeza de ser independientes, de mantener esta Revolución con todos y para el bien de todos, no por gusto un cine abarrotado de gente aplaudió cuando en una de las escenas este fue el clamor de los estudiantes.

Pero también me mostró lo humano, la necesidad de hacer justicia y cómo a veces muchos callan ante un crimen. Me mostró,sobre todo, el valor de la amistad, de la verdadera amistad. Esa que hizo a Fermín Valdés Domínguez luchar incansablemente durante 16 años por encontrar los restos de los cuerpos de sus amigos, por devolverle a un padre la tranquilidad de realizar la última voluntad de su hijo, por contar la verdadera historia, esa que escogió cuatro estudiantes al azar, esa que al final fusiló a ocho inocentes, esa que hizo que una ciudad entera se quedara callada ante semejante barbarie.

Y sí, uno llora al ver Inocencia, se estremece. Y no hablo por la veracidad de sus personajes, la excelente fotografía, las actuaciones especiales que tiene, el guion y la dirección, o la historia que cuenta, detalles que sin dudas la fortalecen. Hablo más bien de lo que provoca en sus espectadores, esos que derraman lágrimas en varios momentos de la película, hablo de esa emoción que cala bien adentro y remueve el alma, los sentimientos, incluso te invita a pensar más allá, bien lo dijo el cineasta Octavio Fraga: «Esta es una película conmovedora, apasionante, emotiva, que agrieta el corazón», a lo que Eusebio Leal añadió «el más profundo acercamiento a la verdad que jamás se ha llevado a una obra de arte».

Hoy nuestra historia es más rica porque cuenta con Inocencia para transmitirla, y ella detalla momentos que los libros y profesores no cuentan, y que a muchos nos sorprendió, una obra digna de apreciarse en toda su magnitud.

Esta película asume —como dijera su director Alejandro Gil— la hermosa responsabilidad de ponerle, por primera vez, rostro a esta parte de la historia; con la pretensión de redimensionar su carácter simbólico.«Apenas sentimos que hemos saldado una deuda con el hecho más sensible de La Habana del Siglo 19, y esperamos que ello contribuya a una mirada más abarcadora de nuestra historia, donde los sucesos y sus héroes todos, ayuden al fortalecimiento ético y espiritual dentro de la sociedad que juntos construimos».

Inocencia es sin dudas un filme excelente e imprescindible en la cinematografía y la historia de Cuba; una creación que ha calado en la vida de los cientos de cubanos que la han visto y que salen con la emoción a flor de piel y restos de gotas saladas en sus ojos, porque en el hecho de conmover puede estar uno de sus mayores logros.

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