Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Frankenstein y la vivienda

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Ahora que el país adopta decisiones para enfrentar el peliagudo —y, por demás, bastante peludo— problema de la vivienda en Cuba, vale la pena unir voluntades y reflexionar sobre uno de los obstáculos que desde ya entorpece una intención tan humana y necesaria como esa.

Para cualquier Estado del mundo, enfrentar un déficit habitacional grande siempre será una cuestión compleja. Sin embargo, dentro de todas las aristas que pudieran existir —dignas cada una de un voluminoso compendio de ensayos—, existe una que se lleva el «Premio a la Incomodidad Ciudadana». Nos referimos a toda la cadena de papeleo, carreras, cuños, toques de puerta, colas, solicitudes, firmas, habladeras, ruegos, gritos y dale para adelante y para atrás, asociados —como fuerte banda de nublados— a las gestiones para la construcción y legalización de la vivienda.

Al anunciarse un grupo de flexibilizaciones en materia de vivienda, hace ya algunos años, la sociedad aplaudió una decisión necesaria. La vida, en cambio, vino a demostrar que en la concreta los ciudadanos debían exhibir (cuando menos) la cara de la Mona Lisa. Porque los trámites no han sido tan expeditos, y las gestiones siempre terminan encalladas en alguna parte por la cantidad de datos y pasos que se deben dar.

Cualquier persona que enfrenta o atravesó por esas «diligencias», pudiera ilustrar esas disfuncionalidades con anécdotas bien coloridas. Desde las carreras de la media y larga maratón para obtener la licencia de obra hasta los pelos halados en medio de gritos porque su expediente no aparece cuando se iba a legalizar el inmueble. Una de las expresiones más visibles del conflicto y de cómo la vida puede ir por un camino y la legalidad por otro, son las casas terminadas, con sus inquilinos haciendo vida en ellas y que han demorado al menos un año en ser legalizadas, en el más feliz de los casos. En estos procesos, quizá hasta Frankenstein se hubiera sentado a llorar.

No obstante, si nos pidieran una conclusión preliminar de las causas de este embrollo, diríamos que uno de los gérmenes se encuentra en no asegurar las debidas condiciones materiales desde un inicio y en no pensar procesos de tramitación efectivos o corregir en un tiempo adecuado los existentes.

Porque, para ser justos, meditemos: ¿se puede ser eficiente, se puede dar un buen servicio —aun cuando se quiera—, con oficinas en mal estado, con locales sin condiciones para acoger a la cantidad de personas que se dirigen a ellos y sin espacios con computadoras para que los técnicos de Planificación Física puedan realizar una labor muy delicada, llena de tecnicismo y con baja remuneración salarial?

Eso para no abundar en el trabajo de esos técnicos, que en verano deben moverse casi todos a pie, bajo un Sol de purgatorio y con no menos de 15 trámites en el bolso. Entre las dificultades más suaves, por ejemplo, la Oficina de Trámites del municipio de Ciego de Ávila no tuvo durante un buen tiempo un baño adecuado para sus trabajadores, que en su mayoría son mujeres, y en la dirección municipal este periodista fue testigo, entre 2015 y 2017, de cómo en varias ocasiones llovió más adentro que afuera, justo en las oficinas de la entrada, donde se atendía a la población.

Por lo que uno ha visto y escuchado, ese cuadro, con sus matices, no dista mucho de lo que ocurre en otros lugares del país. Bajo esas condiciones laborales, no hace falta ser un gurú de la ingeniería civil para pronosticar lo que ocurriría si en un futuro se viabilizaran las posibilidades de construcción de viviendas.

Por eso sería necesario actuar desde ahora, sin improvisaciones, con espíritu de unir y escuchar, y diseñar de entrada un proceso de trámites efectivos para una gestión hermosa, como lo es ayudar a que un ciudadano tenga un techo decente donde vivir como lo ha expresado el Presidente del país. Para ver si en este caso, como lo añoraba en la novela de Mary Shelley, Frankenstein encuentra finalmente su destino en la verdadera solidaridad de los seres humanos y no en las encrucijadas sin rumbo de la burocracia.

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