Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

¡A nasobuco quitado!

Autor:

Haydée León Moya

Muchos se han preguntado qué será lo mejor cuando regresemos a la normalidad. Seguramente algunos piensan en los abrazos y los besos, incluso con desconocidos, o en la posibilidad de movernos por la calle, viajar en guagua de un lado a otro de nuestras ciudades, ir a las tiendas (aunque no siempre sea de compras) y sobre todo andar sin nasobuco y sin miedo a contagiarnos con la COVID-19.

Pero cuando todo esto pase (porque sabemos que va a pasar), cuando veamos que no fueron en vano tanto desvelo y dedicación del Estado y Gobierno frente a la pandemia, otro asunto tendrá que ser también necesariamente mejor, en tanto conspira contra ese deseo inmenso que tenemos ahora mismo de salir del estrés, aislamiento, privaciones y peligro. Pero es una traba que arrastramos para mal en cuanta iniciativa emprendemos.

Hablo específicamente de la disciplina y el orden que deberían imponerse, algo que nos involucra a todos. Y digo imponer porque, aunque en el discurso oficial esa palabra resuena como meta urgente, en no pocos lugares la práctica visible es la desobediencia y el desorden.

Seamos realistas: si este país no contara con un sistema de salud de tanto alcance, posiblemente otra sería la historia del coronavirus en Cuba, peores las noticias y las curvas más peligrosas.

Tendríamos que pensar entonces qué pasa con nuestra gente, que atenta incluso contra lo que sabe bueno. Puede que algunos lectores estén pensando: «Es que tenemos indisciplina en sangre y somos, por naturaleza, demasiado temerarios o confiados».

Pero tendremos que ir más allá de esos criterios especulativos y ver, por ejemplo, hasta qué punto ese comportamiento tiene que ver con nuestras criollas costumbres y necesidades, o si responde también a un patrón de conducta condicionada por la falta de rigor en general, ese mal entronizado de cumplir todo a medias, venga del nivel que venga la indicación o medida; o hacerlo al comienzo bien, a mitad regular y al final fatal… clásico relajamiento que involucra a quienes deben acatar medidas y también a quienes deben hacerlas cumplir al pie de la letra.

Muchos hacen referencia a las indisciplinas de la población, pero estas no siempre salen a relucir si los responsables de mantener el orden desde la base son lo suficientemente creativos y previsores para evitar estos dañinos procederes.

Hay que pensar en lo mucho que impacta la adopción de medidas en las que dejamos brechas para el invento, cuando se sabe bien cuán creativa es nuestra gente en ese sentido. El deber de todos es impedir que esto ocurra y no demorar demasiado en cortar cualquier deformación, para evitar que eche raíces y no haya después quien las desprenda.

Hoy lamentamos esos baches sociales esencialmente porque complejizan los esfuerzos para salvar vidas, pero cuando todo esto pase habrá que enfrentar con mayor rigor tales actitudes en favor de una sociedad más funcional, sostenible y justa; como la que pretendemos edificar.

Esa falta de seriedad en hacer cumplir lo que se indica es muy perniciosa en esta circunstancia tan compleja y sensible que vivimos, como lo fue antes, tal vez sin ser tan visible su impacto en la salvaguarda de la vida.

Para cuando esto pase, deberíamos haber desterrado todo lo que ha hecho más complejo el manejo de la situación, no solo por la probabilidad de una nueva ola de coronavirus, sino porque son las mismas causas de fondo que también nos hacen vulnerables en otros ámbitos.

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