Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Nacido para ganar

Autor:

Osviel Castro Medel

Lina tenía entonces más de ocho meses de embarazo y su caída desde aquel corcel arisco no fue, seguramente, un signo de desgracia. Tal accidente era acaso una señal de la suerte y la resistencia del niño que estaba por llegar.

Días después, al filo de las dos de la madrugada del 13 de agosto de 1926, cuando la comadrona ayudó al alumbramiento, alguien aseguró en metáforas que ese varón, nacido con un peso grande, sería «un caballo», como solía decirse en los campos de Birán a los seres vigorosos.

La vida le daría la razón. Al paso del tiempo, el tercer hijo de Ángel y Lina demostró que había venido al mundo para ganar los desafíos más complejos, a veces de manera increíble.

Salió más fuerte del temprano internamiento escolar en Santiago de Cuba, donde tuvo una maestra arbitraria; emergió como líder estudiantil en la mismísima capital del país durante una época de turbulencias sociales; derrotó, incluso, a los tiburones en la bahía de Nipe cuando tuvo que nadar después de una expedición delatada y fallida.

Pero las mayores pruebas de su fortaleza física y mental llegaron después, al enseñar un optimismo asombroso cada vez que sobrevinieron los fracasos. Podía haber desistido luego del duro revés en el Moncada, de los días de presidio y exilio, pero hizo todo lo contrario.

Podía haberse «rajado», tras el desastre de Alegría de Pío, que provocó la dispersión de los 82 expedicionarios del yate Granma y la fragmentación en ¡28 grupos! Sin embargo, apenas se reencontró con otros siete sobrevivientes, incluido su hermano, pronunció, tal vez, la frase más osada de su existencia. El «¡Ahora sí ganamos la guerra!» parecía una locura en medio de las lomas y terminó convirtiéndose en una contundente profecía.

Como si no bastara con todo eso, supo retar (y vencer) durante décadas al Gigante de las Siete Leguas, una batalla en la que siguió enarbolando el ideario del Apóstol, enriquecido con doctrinas propias.

Lo mejor es que, habiendo sido un triunfador, Fidel (como siempre le llamamos por encima de títulos y cargos) reconoció a menudo sus yerros y defectos. Y que en todo tiempo se supo con enemigos y detractores, muchos de estos obsesionados con su asesinato.

Ahora, en el repaso necesario de su historia, luego de 95 años de leyenda verdadera, muchos preguntamos qué hubiera hecho él, cuál hubiese sido su consejo a los jóvenes, cómo hubiera encarado la nueva guerra.

No en balde muchos quieren desvincularlo del presente. Conocen la fuerza de su ejemplo, el imán de su personalidad, el valor que emana de su trayectoria, el simbolismo de sus triunfos.

Precisamente los retos de la actualidad están en hacerlo latir en cada gesta, en saber beber de sus lecciones, en traerlo a las actuales coyunturas sin convertirlo en un dios, sino en un guía.

Hoy tendremos que verlo trepando una montaña, levantando su fusil al cielo, mostrando la luz de su rombo en el traje verde olivo, recordándonos que debemos cambiar todo lo que deba ser cambiado, diciéndonos que el cansancio no nos puede ganar en esta complicadísima batalla por la nación, la libertad y la justicia.

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