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Misión martiana del periodismo

Autor:

Gustavo Robreño Dolz

Investigadores, historiadores y biógrafos de la vida y obra de José Martí, al referirse a las muy diversas y diferentes aristas de su avasalladora personalidad lo califican generalmente como pensador, filósofo, poeta, dirigente político, pero ninguno falta en incluirlo como periodista y aun considerar al periodismo como su oficio o profesión más relevante, que lo coloca como «el más universal de los cubanos». Y uno de los más importantes latinoamericanos y caribeños desde su tiempo y hasta nuestros días.

Aún más. Como lo señaló el destacado estudioso e investigador martiano Pedro Pablo Rodríguez en su reconocida obra, tuvo Martí al periodismo no solo como oficio o profesión sino, —más que todo—, como trinchera, vehículo y herramienta para su incesante prédica de libertad, justicia y cultura: tuvo al periodismo como misión.

Una simple observación de esa misión que abarcó desde el ensayo y la crónica política hasta la más enjundiosa crítica de arte nos permite advertir que sus trabajos periodísticos recorrieron  entonces todo el continente y se publicaron sucesivamente en los medios más importantes hasta convertirlo en uno de los periodistas más divulgados y leídos. Tenía muy clara su misión y la necesidad de traducir esa presencia y esa influencia en favor de su causa más sagrada: la independencia de Cuba y la república moral de América.

No fue un gacetillero de ocasión y estaba consciente —como un adelantado de su tiempo—, del valor insustituible de las trincheras de ideas sobre las de piedras: su obra periodística trascendió para servir de cimiento a ese pensamiento colosal y multidimensional que transmitió desde El Diablo Cojuelo en sus años juveniles.

Si examinamos cuáles fueron los medios periodísticos más utilizados en esa misión martiana, saltan a la vista algunos de los más prestigiosos de aquella época, que dándole cabida a sus correspondencias sabían que, a su vez, se prestigiaban aún más y atraían más lectores, sin descartar el interés económico que perseguían como empresas.

Todas las subregiones de nuestro vasto continente fueron cubiertas por esas publicaciones diarias, semanales o mensuales que contenían los trabajos periodísticos del Apóstol: desde La Nación, de Buenos Aires, hasta El Partido Liberal, de México; desde La Opinión Nacional, de Caracas, hasta La República, de Tegucigalpa; desde La Revista Ilustrada y La América, de Nueva York, hasta la memorable Revista Venezolana, por citar solo algunos.

Mención aparte merece el periódico Patria, por Martí concebido, organizado y fundado para servir de órgano y vocero de la independencia y dar seguimiento desde la versión patriótica a todos los acontecimientos, ideas y corrientes que tuvieran que ver con su pueblo, sus luchas y su historia. En Patria aparecieron muchos de sus trabajos fundamentales y ello convierte a esta colección en el más valioso tesoro que hoy guarda el periodismo nacional. Pudiera decirse que en Patria está todo Martí y todo Martí está en Patria.

Pero José Martí no está solo entre los más brillantes, mejor informados y más creadores periodistas de su época sino que fue también un estudioso, observador profundo y analista del periodismo dentro del cual vivió y conoció en la segunda mitad del siglo XIX, del periodismo y sus técnicas y del periodismo como fenómeno social, económico y político que ya surgía con fuerza.

Dice Cintio Vitier que su conocida carta a Bartolomé Mitre y Vedia, director de La Nación, «expresa claramente el espíritu que animaba a Martí en la redacción de sus notables correspondencias, que merecieron los más altos elogios, entre otros, los del gran argentino Domingo Faustino Sarmiento y los de nuestro Enrique José Varona».

Diversos fueron, por tanto, los criterios de Martí sobre el papel de la prensa, sus derechos y deberes y su modo de actuar. En aras de la brevedad tenemos aquí uno abarcador y actual: «No es el oficio de la prensa periódica informar ligera y frívolamente sobre los hechos que acaecen o censurarlos con mayor suma de afecto o de adhesión. Toca a la prensa examinar, explicar, enseñar, guiar, dirigir: tócale examinar los conflictos, no irritarlos con un juicio apasionado; no encarnizarlos con un alarde de adhesión tal vez extemporánea; tócale proponer soluciones, madurarlas y hacerlas fáciles, someterlas a consulta y reformarlas según ellas; tócale, en fin, establecer y fundamentar enseñanzas, si pretende que el país la respete y que conforme a sus servicios y merecimientos, la proteja y la honre».

Concluyamos con este otro, de sorprendente vigencia y sabiduría: «Una es la prensa y mayor su libertad, cuando en la república segura se contiende, sin más escudo que ella, por defender las libertades de los que las invocan para violarlas, de los que hacen de ellas mercancía y de los que las persiguen como enemigas de sus privilegios y de su autoridad. Pero la prensa es otra cuando se tiene en frente el enemigo. Entonces, en voz baja, se pasa la señal. Lo que el enemigo ha de oír, no es más que la voz de ataque».

A los 170 años de su nacimiento e inspirado en José Martí, en Cuba, ha de ser martiano como misión el periodismo de hoy. (Tomado de Cubaperiodistas)

 

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