Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Un día para la hidalguía

Autor:

Odalis Riquenes Cutiño

El 7 de diciembre parece destinado por la historia y el calendario para remarcar la hidalguía y espíritu batallador del pueblo cubano. El séptimo día de diciembre de 1896, hace 127 años, cayó en combate contra el colonialismo español, en San Pedro de Punta Brava, el lugarteniente general del Ejército Libertador, Antonio Maceo Grajales, al que José Martí definió como «uno de los hombres más enteros y pujantes, más lúcidos y útiles a Cuba…».

El General Antonio, el gran caudillo que dominó el este de Cuba en las campañas mambisas, el de la temeridad y los sonados éxitos combativos, el de la treintena de heridas ―según estudios recientes—; el héroe de Baraguá que todos conocemos como el Titán de Bronce, convirtió en inspiración perenne el arrojo de los que habitamos este archipiélago rebelde.

El 7 de diciembre de 1934, exactamente 38 años después, nació en el Santiago heroico y leal Frank País García, el hijo del reverendo País, el muchacho maduro y sensible que se convirtió en maestro y disfrutaba como nadie «preparar un curso de Historia de Cuba», el jefe de acción y sabotaje del Movimiento 26 de Julio, a quien Fidel definió como «…el más limpio y capaz de todos nuestros combatientes».

En la hermosa coincidencia histórica va también la simbólica continuidad de la estirpe de un pueblo amante de la libertad y dispuesto a ofrecer las más altas lecciones de entrega para sustentar sus ideales.

Escasos 22 años tenía el mayor de los País García, el hombre más buscado por la tiranía, el que comandaba el llano desde el clandestinaje y el apoyo a la Sierra, quien antes de que la saña batistiana acribillara sus sueños había dicho: «…el día que quede un solo cubano que crea en la Revolución, ese seré yo».

Más allá de una fecha en el calendario, a Maceo y Frank los unió el coraje, el amor por Cuba, su pensamiento político avanzado y profundo, y la entrega sin límites a la causa revolucionaria, hasta ofrendar su propia vida.

Su ejemplo y convicción encontraron otra vez renovación el 7 de diciembre de 1989, la fecha en que arropados por la admiración de su pueblo regresaron a la patria los restos de 2 289 cubanos caídos en otras tierras, cumpliendo la sentencia martiana de que patria es humanidad, la convicción de Fidel de que ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad.

En lo que hace 34 años Cuba conoció como la Operación Tributo, simultáneamente se le dio sepultura en su tierra a miles de combatientes que como diría Fidel «…murieron luchando contra el colonialismo y el neocolonialismo (…) por el derecho al bienestar y al desarrollo de todos los pueblos (…) por las ideas de Martí y de Maceo (…), por la patria revolucionaria y digna que hoy es Cuba». Su entrega, aún sigue convocándonos.

Otro 7 de diciembre, en 1993, hace tres décadas, fue fundada la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), nacida para la defensa de la obra cimentada por todas las generaciones de patriotas que nos han antecedido. Y otra vez la hazaña gloriosa fue, es, camino y marca de un pueblo que, como ayer en la manigua, el clandestinaje y las misiones internacionalistas, batalla hoy contra las carencias y presiones de un imperio desafiado por nuestro ejemplo.

Fidel, siempre visionario, definió el 7 de diciembre como un «día de recordación para todos los cubanos que dieron su vida no solo en defensa de su patria, sino también de la humanidad»; una jornada en la que el tributo es acicate y reverencia al espíritu patriótico e hidalguía de un pueblo amante de la libertad y dispuesto a ofrecer las más altas lecciones de entrega para sustentar sus ideales.

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