Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Cuba no se queda fuera

Autor:

Marina Menéndez Quintero

Las crisis siguen azotando a un mundo que aún no se repone totalmente de las secuelas de la pandemia y todavía afrontará los coletazos visibles —no solo desde el dolor provocado por el daño humano, sino, además, en el materialista ámbito comercial—, de la extensión al resto del Medio Oriente de la guerra de exterminio lanzada por Israel contra los palestinos, así como siente hoy las secuelas del conflicto Rusia-Ucrania en Europa —sanciones occidentales contra Moscú por medio—, con su lógica repercusión en el intercambio internacional.

Lentamente la economía del planeta reflota aunque con altibajos y, según reconoce el Fondo Monetario Internacional (FMI), la resiliencia de las que van logrando levantar cabeza después de la COVID-19 todavía no alcanzará para que el crecimiento mundial llegue este año a la tasa histórica de 3,8 por ciento logrado entre 2000 y 2019.

Los daños que la explotación irresponsable de la Naturaleza ocasiona a la salud del planeta degradan el ambiente y amenazan a largo plazo la vida.

Tampoco los muy reclamados nuevos órdenes internacionales, tanto desde el punto de vista político como económico y financiero, se decretan…

Y, sin embargo, como contrapartida o empujado precisamente por esa larga lista de desgracias que conforman lo que se identifica como crisis multidimensional, el orbe también avanza hacia un estadio superior donde polos alternativos se fortalecen, desafían las hegemonías y los dictados de los hasta ahora pudientes, y dan vida a la expectativa de mejores derroteros.

¿Será demasiado optimismo?

Lo cierto es que cada vez más naciones miran hacia las llamadas economías emergentes, y se nuclean abriendo paso a lo que conocemos como multipolaridad.

Con la pujanza económica y la voluntad política de China y Rusia —algún observador los ha llamado el Grupo de los Dos— se conforman entornos favorables para la inserción de los países pobres y apartados de las «altas esferas» por la categorización impuesta en las relaciones económicas y financieras desde los Acuerdos de Bretton Woods. El grupo Brics y conglomerados como la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático y la Unión Económica Euroasiática, constituyen algunos ejemplos.

Esos cambios lentos, pero auspiciosos, abren una posibilidad de relaciones comerciales y de cooperación para los países del Sur que Cuba, una nación hostigada —la más hostigada— por la prepotencia imperial, no desaprovecha.

En las recientes visitas de los más altos representantes de la Isla a naciones del continente africano y europeo, así como de Asia y del Medio Oriente, ha sido ostensible la búsqueda de alternativas para ampliar los lazos de intercambio y colaboración que permitirán paliar nuestras estrecheces, más allá de lo que nos toca desarrollar dentro.

Según la estela de reportes de las giras más cercanas en el tiempo, en poco más de un año se han suscrito alrededor de medio centenar de acuerdos, memorandos y otros documentos de intención de carácter económico, comercial, financiero y también científico y cultural, bajo la égida de la cooperación solidaria y mutuamente beneficiosa, en áreas como la alimentaria y la producción agropecuaria; las esferas industrial y energética —con una intencionalidad deliberada hacia las fuentes renovables de energía—, así como en los insoslayables campos del turismo y la inversión extranjera.

En las contrapartes prima el interés por los avances cubanos en los sectores biotecnológico y de la industria farmacéutica, así como en otras áreas de la ciencia y la innovación, donde Cuba ocupa un puesto avanzado y posee un capital que ninguna medida coercitiva unilateral puede negar.

Sí, el mundo está cambiando… y Cuba se inserta.

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