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Inteligencia artificial, ¿un aliado de la ignorancia?

Autor:

Adianez Fernández Izquierdo

JURO que me quedé atónita. Aquella mujer defendía a ultranza más megas para su nieta, nada más y nada menos que para emplearlos en el chat GPT, sí, porque en la secundaria le ponían muchas tareas y la única manera de hacerlas todas era valiéndose de una herramienta que, dicho sea de paso, hace todo el trabajo por uno, sin que medien razonamientos, contrastes de fuentes o la inteligencia humana.

Yo, que apenas daba mis primeros pasos entendiendo las recientes medidas de Etecsa, por un instante casi las agradecí, pues aquella frase me hizo cuestionarme la manera en que una parte de las nuevas generaciones están haciendo desde sus deberes más sencillos hasta las más supuestamente complejas investigaciones.

Chat GTP y otras tantas herramientas que ofrece la inteligencia artificial (IA) poco a poco están suplantando la tan necesaria inteligencia natural, esa que hace posible que los más sabios lleguen a ser grandes científicos, médicos, maestros o ingenieros de las más disímiles especialidades, por solo citar algunas de las profesiones que más coeficiente intelectual demandan.

Por unos instantes me trasladé a mi etapa de primaria o secundaria, cuando a lo más tecnológico que teníamos acceso era a la Enciclopedia Encarta y todo se hacía a golpe de libros, leyendo mucho y resumiendo uno mismo, haciendo juicios de valor; equivocándonos, pero por nosotros mismos.

¿Será entonces que mi título universitario no vale? ¿Acaso cuanto leí, investigué o razoné fue en vano? Esas fueron algunas de las preguntas que me vinieron a la mente. Sí, porque lo mío fue todo analógico. Incluso en la universidad, los primeros choques con internet fueron también a golpe de razonamiento individual, siempre procurando consultar las mejores fuentes. Por eso, en lugar de Google preferíamos Google Académico, y leíamos mucho, de unas fuentes u otras, hasta entender mejor cada asunto.

Por aquellos años había que escribirlo o teclearlo todo, un recurso que mucho ayudaba también a fijar los contenidos. Hoy todo se reduce a copiar, pegar e imprimir. Luego la herramienta resume, el alumno expone y listo: ante los ojos del profesor, todo estuvo correcto.

Sí, la IA ha venido a optimizar muchos procesos y a ser aliado en el ámbito laboral, pero OJO, así en mayúsculas: detrás debe haber una inteligencia natural, que solo se logra a golpe de lectura y estudio. 

Las tareas de las escuelas, desde la primaria, no pueden contemplar el uso de estas herramientas, porque estaríamos formando individuos que son meros repetidores de lo que una IA quiso darles como respuesta ante una interrogante. He visto a muchos repetir discursos que evidentemente no fueron creados por ellos y, por tanto, desconocen sus significados, pero al final la nota es satisfactoria porque alguien consideró que la respuesta estuvo bien.

Un bien que hoy, basado en respuestas ajenas, significa un médico que mañana no podrá dar un diagnóstico certero sin consultar con internet o un científico con las manos atadas a la hora de inventar la cura de algo. 

A eso sumamos que la IA depende estrictamente de la tecnología y el acceso a internet, algo no siempre disponible en todo momento ni en todas las zonas del mundo. Incluso, en los países más desarrollados, la tecnología puede fallar… y entonces qué hacemos si nuestro conocimiento solo depende de la IA y no tenemos capacidad y conocimientos suficientes para razonar y tomar decisiones acertadas.

La IA no es buena o mala por sí misma. Apartarla sería negar su increíble potencial si se usa con buenos fines. Pero enseñar a nuestros niños y jóvenes a usarla indiscriminadamente como la vía para resolver todos los problemas escolares, es embrutecerlos poco a poco y limitarles la capacidad de razonamiento y de inteligencia natural necesaria para afrontar la vida, más allá de internet.

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