Donald Trump se lanzó al ruedo con una de sus armas preferidas, los aranceles: «Cualquier país que se alinee con las políticas antiestadounidenses de los Brics deberá pagar un arancel adicional del diez por ciento. No habrá excepciones a esta política», escribió en su Truth Social.
Autoritario y creído amo del mundo, confiado en que se le rendirán de inmediato, también dijo: «Me complace anunciarles que las cartas arancelarias de Estados Unidos, y/o tratos, con varios países del mundo, serán entregadas a partir de las 12.00 horas (hora local de Washington D.C.), del lunes 7 de julio». A los periodistas les dijo jactancioso: «Creo que la mayoría de los países habrán llegado a un acuerdo antes del 9 de julio», fecha en que concluye la prórroga de 90 días de los llamados gravámenes «recíprocos» establecida por su Gobierno antes de llegar a acuerdos comerciales.
A su vez, el secretario de Comercio, Howard Lutnick, por más señas uno de los multimillonarios que integra la administración trumpiana, afirmó que esos gravámenes serán efectivos el 1ro. de agosto; y el secretario del Tesoro, Scott Bessent —qué casualidad, otro multimillonario—, había asegurado a la CNN otro tanto sobre las cartas en cuestión con este agregado: «Las próximas 72 horas van a ser agitadas».
Más que una expresión de prepotencia, yo diría que sangran por la herida que les ha ocasionado un bloque integracionista cuyo poder económico e influencia geopolítica está en pleno desarrollo y en no pocos aspectos sobrepasando al poderoso G7 de los capitalistas más desarrollados. Estados Unidos se está quedando atrás y lo saben, de ahí que el casablanquino saque a relucir las sanciones.
No sé si el Presidente de EE. UU. había leído la Declaración de Río de Janeiro, aprobada el domingo por los participantes en la 17ma. Cumbre del Brics, donde los Estados miembros (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía, Irán, Indonesia) y los socios (Argelia, Belarús, Bolivia, Cuba, Kazajistán, Malasia, Nigeria, Uganda, Uzbekistán y Vietnam) pusieron en la picota sus medidas unilaterales y muy diplomáticamente le recordaron que, cuando menos, contradicen los principios rectores de la Organización Mundial del Comercio, abren guerras comerciales y propician el caos planetario pues podrían «sumir la economía mundial en la recesión o prolongar aún más un crecimiento débil».
Con este diez por ciento de ahora, Trump llueve sobre mojado, pues en amenazas anteriores de mayor envergadura, señaló que impondría aranceles del ciento por ciento a los países Brics si abandonaban el dólar como referente del comercio internacional, una posibilidad que parece le hacen sonar las choquezuelas.
Alusiones tan directas del régimen trumpista obtuvieron respuesta inmediata y tajante desde Río de Janeiro. El jefe de Estado brasileño y presidente pro tempore de los Brics, Luiz Inácio Lula Da Silva, llamó muy irresponsable la postura del estadounidense y le dijo a las claras que los Brics son soberanos y no quieren un emperador.
La milenaria sabiduría del gigante asiático se hizo presente en las declaraciones de la portavoz china, Mao Ning, cuando le dijo: «El mecanismo Brics aboga por la apertura, la inclusión y la cooperación beneficiosa para todos, sin apuntar contra ningún país»… «No hay ganadores en una guerra comercial», recordándole que es una medida arbitraria y contraproducente que socava la cooperación internacional y el desarrollo económico global.
Al beligerante Trump y sus medidas proteccionistas unilaterales, punitivas y discriminatorias, como consideró la declaración de la fuerza económica emergente que tanto temen en Washington y Wall Street, también respondió Dmitri Peskov, el portavoz del Kremlin, quien frente a la coacción y la presión política y económica manifestó con ecuanimidad: «Hemos visto las declaraciones del presidente Trump, pero es fundamental destacar que la singularidad de una asociación como los Brics reside en que se trata de países que comparten enfoques comunes, una visión común de cómo cooperar en función de sus propios intereses. Esta interacción dentro de los Brics nunca ha estado ni estará dirigida contra terceros países».
Si en algo los Brics constituyen una «amenaza» para Estados Unidos es su clara consolidación en las relaciones internacionales, hasta ahora dominadas por Washington y sus aliados occidentales, y que ahora ven desplazarse el centro de gravedad económico y político hacia el sur global.