ESTADOS Unidos es el país anfitrión de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), y está prácticamente obligado por las leyes internacionales a facilitar a otros países los viajes de sus dirigentes, diplomáticos y otros funcionarios para que acudan a la ONU en Nueva York. Pero eso no se cumple cuando Washington interpone sus intereses políticos. El secretario de Estado, Marco Rubio y Donald Trump les ha negado o ha revocado las visas a Palestina, incluido Mahmud Abás.
Esas ausencias de los representantes de un miembro observador, sin embargo, no disminuirán las acusaciones y denuncias cuando comience este mes de septiembre la Asamblea General de la ONU, donde casi 150 de sus 193 Estados miembros ya reconocen al Estado Palestino y se está abogando por que Palestina sea Estado miembro pleno de la organización mundial.
Ocurre tamaña violación por parte de Washington, cuando la situación de la hambruna intencional en Gaza empeora exponencialmente a diario y negar que está provocada por el hombre, y que ese «hombre» es el Estado de Israel, encabezado por Benjamín Netanyahu, constituye un posición vergonzosa, despreciable, amoral e inhumana.
Tal postura negacionista, de protección y complicidad con el régimen sionista, que ha devastado Gaza durante los últimos 22 meses, fue también tomada por la administración de Donald Trump el pasado miércoles, mientras los 14 miembros restantes del Consejo de Seguridad de la ONU hacían suyo el informe del Comité de Revisión de la Hambruna sobre la Clasificación Integrada de Fases de la Seguridad Alimentaria.
«La hambruna en Gaza debe detenerse de inmediato», señalaron. «El tiempo apremia. La emergencia humanitaria debe abordarse sin demora e Israel debe cambiar de rumbo», señaló la declaración conjunta de Argelia, China, Dinamarca, Francia, Grecia, Guyana, Pakistán, Panamá, la República de Corea, la Federación de Rusia, Sierra Leona, Eslovenia, Somalia y el Reino Unido.
Los 14 del Consejo de Seguridad pidieron un alto el fuego inmediato en Gaza, la liberación de todos los rehenes retenidos por Hamás y el levantamiento de todas las restricciones israelíes al suministro de ayuda a la asediada franja, donde cientos de palestinos han muerto de hambre y cientos de miles más padecen hambre. Quizá también debieron haber pedido la liberación de los varios miles de palestinos, incluidos menores de edad, encarcelados por Israel sin cargos ni juicios…
Pero esto requiere también mucho más que un pronunciamiento y un informe. Es moralmente obligado tomar acciones para aislar al régimen sionista, cerrarle el suministro de armas, cortarle las inversiones, sancionarlo, expulsarlo de la ONU. Si no se ejecutan esas medidas, la hipocresía de algunos se revela.
Las muertes diarias por desnutrición, un verdadero asesinato por inanición, se suman a las perpetradas en los bombardeos por aire, mar y tierra, masacres que prosiguen y que ya elevan a 63 633 las víctimas mortales, más los que yacen bajo los escombros. Quizá las reservas físicas de los palestinos se estén agotando, pero el pueblo se niega a abandonar su tierra sustentado en sus reservas morales.
Mucho se habla de la «excepcionalidad» estadounidense, y esta podemos traducirla realmente en ser copartícipe y auspiciante de la monstruosidad sionista, que llega hasta el uso del hambre como un arma de guerra, reforzando la decisión de la Corte Internacional de Justicia de incluir al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y al exministro de Defensa, Yoav Gallant, como criminales buscados por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
Palestina debe ser libre en un Estado independiente.