Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Recuento de la dignidad

Autor:

Leonel Nodal

La conspiración para justificar el despojo del pueblo palestino de su territorio, riquezas y derechos nacionales comenzó mucho antes de que la ONU aprobará semejante injusticia —una barbaridad jurídica— el 29 de noviembre de 1947.

En realidad los antiguos imperios europeos, con sus ambiciones territoriales, y el ascenso del antisemitismo en el Viejo Continente, con sus agresivas expresiones de racismo, discriminación racial y religiosa, persecución y represión, sirvió de caldo de cultivo apropiado para el ascenso y popularidad entre los judíos europeos del sionismo, la teoría y programa político expuesto por el periodista nativo de Viena, Theodore Herzl, quien en 1896 llama a los judíos a crear un Estado en el territorio de Palestina, entonces una provincia del imperio Otomano poblada por varios cientos de miles de árabes —musulmanes y cristianos—, así como grupos de judíos que conviven en bastante armonía, según testimonios de la época.

El Primer Congreso realizado en 1897, en Basilea, marca el nacimiento del movimiento sionista, que a partir de ese momento comienza a movilizar todos sus recursos, sobre todo financieros, así como contactos políticos y comerciales.

Las incursiones migratorias de judíos europeos hacia el territorio palestino, al igual que la adquisición de terrenos de propietarios turcos ausentes, dará pie a nuevos conflictos y la larga expansión de un conflicto que se entiende hasta hoy.

En la renombrada Palestina por los vencedores y ocupantes británicos, de sus 730 000 habitantes, 85 000 eran judíos. La población árabe, en su mayoría campesinos, empieza a tener motivos de preocupación con aquellos nuevos inmigrantes, emprendedores colonos europeos, que no hablan su idioma, los excluyen de sus puestos de trabajo, ajenos a sus inquietudes.

A pesar de promesas de apoyo a la independencia de los territorios árabes en retribución por su revuelta contra los turcos a mediados de 1916, Gran Bretaña y Francia firman los famosos acuerdos Sykes-Picot, que implican un reparto colonial.

El imperio británico procura preservar su supremacía en la región y esto facilitará la gestión por parte del movimiento sionista de la famosa Declaración Balfour, que sirve de sustento a la alianza estratégica del occidente tutelado por Estados Unidos y el Estado de Israel.

Gran Bretaña tomó el control del área conocida como Palestina en la Primera Guerra Mundial, tras la derrota del Imperio Otomano, que había gobernado esa parte del Medio Oriente.

Así, con ese crucial antecedente que abonó el trayecto del despojo y exterminio del pueblo árabe palestino, aquel nefasto 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, aprobó una Resolución bajo el siguiente título: Asunto: Futuro gobierno de la región de Palestina. A/RES/181(II).

La mayoría mínima necesaria de dos tercios de los miembros de la Asamblea —en la que tuvo una importancia decisiva el voto de 20 repúblicas latinoamericanas— fue conseguida bajo fuertes presiones y maniobras del Gobierno de Estados Unidos.

Las cifras del voto latinoamericano arrojaron 13 votos a favor, seis abstenciones y uno en contra, nada menos que el de Cuba, que sentaría un precedente histórico de independencia en la defensa del derecho de los pueblos a la autodeterminación, un factor clave en aquel conflicto, gracias a la autoridad profesional y la valentía política del notable catedrático y diplomático Ernesto Dihigo y López, quien recibió justa ratificación de su conducta ética, al ser nombrado embajador del Gobierno Revolucionario de Cuba tras el triunfo de 1959.

Aquel voto y la exposición en defensa de su justeza por parte de Dihigo se tornó en raíz de principios de la solidaridad de Cuba con el pueblo de Palestina.

La controversial Resolución que entraría en vigor de inmediato y con el blindaje de no poder ser impugnada legalmente dividió el territorio de la histórica Palestina, con la intención de propiciar la creación de un Estado judío, con el presunto objetivo humanitario de curar las heridas del genocidio nazi alemán sobre poblaciones de confesión judía residentes en Europa.

El plan asignó el 56 por ciento de la tierra al Estado judío, a pesar de que la población árabe palestina duplicaba a la población judía.

Aquel hecho dio lugar a la primera guerra árabe-israelí y provocó la creación del conflicto del Medio Oriente que se mantiene hasta nuestros días. El Estado Palestino no se llegó a crear y, aún hoy, su aceptación como miembro de plenos derechos en la Organización, es rechazada por un pequeño grupo de países, especialmente por Estados Unidos.

Y precisamente por estas potencias imperialistas, que persisten en su empeño de dominar toda la región, controlar sus enormes recursos energéticos y apoyar a la entidad sionista por ellos patrocinada, en su criminal política expansionista y genocida, tal como ocurre actualmente en Gaza.

Hoy, al igual que en 1947, el pueblo palestino tiene derecho a reclamar su independencia y plena soberanía.

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