Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Las notas de la basura

Autor:

Luis Raúl Vázquez Muñoz

Desde hace varias semanas ha sido noticia el seguimiento a los casos de arbovirosis. Y se dice noticia por lo nuevo; porque lo que ya no resultaba novedoso, sino bastante tormentoso, es el estado de los desechos en ciudades y localidades del país.

No podía resultar extraño, entonces, que un buen día apareciera una situación epidemiológica. ¿Cómo extrañarse, si los mosquitos (incluidos los peluditos de la costa), el jején, han estado de fiesta con tanto vertedero? 

La respuesta al problema ha sido la movilización de los organismos para limpiar calles y parques. El trabajo, hay que decirlo, es arduo y debe respetarse; pero en medio de las labores uno se pregunta: ¿es sustentable el esfuerzo? ¿El resultado podrá mantenerse en el tiempo?

Las interrogantes surgen al observar que son actores ajenos a los
barrios quienes realizan la limpieza, en medio de una escasa participación de los vecinos, lo cual genera un dudoso sentido de pertenencia respecto a lo que se hace.

Es curioso. ¿O es que allí no existen CDR, circunscripciones y otras estructuras zonales capaces de movilizar a la población junto con los trabajadores que vienen de otros lugares? ¿Por qué el cambio de labor en los centros de trabajo, programado para un día de la semana, no se compagina con otro cambio de labor a nivel de barrio?

A ello se suma otro hecho: limpias las cuadras, los vertederos comienzan a formarse de nuevo al pasar los días, y con ello la basura acumulada se convierte en un precedente para más gastos y dificultades de todo tipo. Incluida la desidia.

Por eso, la participación popular y la esfera político-administrativa deben andar más unidos, pues ahí se evidencia el problema de la sostenibilidad. 

De acuerdo con intercambios entre colegas, lectores en provincias y mensajes en redes sociales, localidades antes caracterizadas por su limpieza hoy muestran un ambiente muy distinto. Ese dato, por sí solo, es el primer indicador de que la actual situación no obedece a una coyuntura que, con una cierta inyección de recursos, pudiera solucionarse; sino que ella evidencia un problema más profundo: un conflicto estructural en la gestión de los Servicios Comunales.

De entrada, enseguida surgen unas interrogantes: ¿cómo fue posible que diversas zonas del país se mantuvieran higienizadas en los años más duros del período especial, cuando de la noche a la mañana pasaron de la abundancia de recursos a la escasez más crítica? ¿Qué había en aquel momento y qué no hay en la actualidad?

Debe recordarse que, en aquellos tiempos, en varios territorios se organizó un sistema de recogida con medios alternativos. A lo anterior se sumaba un salario que compensaba la dureza del oficio. El sistema continuaba con un cuerpo de inspectores propio y una unión entre Comunales y las circunscripciones del Poder Popular.

El resultado, al menos en el interior del país, eran localidades limpias, con una infraestructura que permitió disminuir la dependencia de los suministros de petróleo, entre otros aseguramientos.

Quizá no era lo más idóneo, sobre todo cuando la recogida no se hacía con vehículos especializados; pero ese modelo, hijo de la sobrevivencia, funcionó para ciudades con 100 000 o 300 000 habitantes.

Solo que ahora, al juzgar por los criterios de viejos trabajadores del sector, en los últimos años los salarios han disminuido, se eliminaron los guardaparques e inspectores, y se retornó a un esquema de recogida dependiente de los combustibles.

Por demás, parece que en ciertos momentos no ha sido posible actuar con toda la flexibilidad para lograr la contratación de medios alternativos. A causa de estos y otros factores no mencionados en aras de la síntesis, los «paisajes» y sus notas resultantes están delante de nosotros.

No obstante, junto a ellos aparece otra nota. Y es que la basura puede recogerse en momentos críticos y los vertederos desaparecer cuando ellos parecen ir camino a la eternidad. Ya se hizo una vez. ¿Por qué no se puede hacer en esta?

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