¿Cuál resulta la incógnita de dejar que se explaye el espectáculo del desespero, del dardo encendido y hasta la trifulca si de antemano sabemos lo que vendría de inmediato?
Lo que se ve desde la ventana de mi apartamento en La Habana no se parece a las imágenes que acostumbran dejar los conflictos bélicos. Aquí no se disparan misiles, ni hay soldados camuflados, ni armas. Tampoco pasan tanques blindados. La guerra no se manifiesta en recuentos de cadáveres y coches bomba, sino en el sobresalto de la cotidianidad: la fila para abastecer de gasolina ahora ocupa varios kilómetros y el agromercado de la esquina está cerrado porque no hay petróleo para traer los alimentos. Hay gente que lleva horas esperando por un poco de pan, el que dan por la libreta que regula los productos normados. Las medicinas escasean. El elevador de mi edificio sigue roto y el mecánico que lo arregla no llega porque el transporte público está infernal. Los apagones van y vienen.
CUANDO la modelo noruega Karoline Bjornelykke publicó un video en TikTok en el que exponía sus «métodos» para aparecer en spots de marcas de ropa de talla grande o extra, desató una vez más la eterna polémica sobre los estándares de belleza que siempre se han querido globalizar y la necesidad de una moda cada vez más inclusiva.
Lo vi justo después de que aquella señora, anciana y con unos bultos a cuesta, le pidiera un «chance» al chofer para bajarse en la céntrica esquina de 17 y G en el Vedado capitalino. Ahí debió estar desde hace ya algunas tardes, pues luce gastado y sucio, e intuyo, además, que ha sido observado por otros muchos pasajeros que como yo se preguntan si en estos tiempos duros se precisa de mensajes tan superfluos.
Nadie tiene pruebas absolutas de cómo hablaba Cervantes, porque en sus días no se había inventado una cosa tan arcaica ahora como la grabadora. De él, como de tantos, quedaron las palabras escritas, y estas, ya se sabe, suelen ser bien escogidas antes de llevarlas al papel.
Me resistí a creerlo hasta que vi el video, filmado por la propia maestra. Las niñas, colocadas una al lado de la otra, bailaban al ritmo reguetonero de El baile del toletón, en el aula donde cursan el segundo grado de la enseñanza primaria. Era 4 de abril, día de fiesta para los pioneros, y ahí estaban: divirtiéndose y coreando la canción.
Este 19 de abril de 2023 ha sido un día histórico. Junto a valiosos compañeros, y en consecuencia con el cargo para el cual hemos sido electos, hemos ratificado nuestro juramento de servirle a la patria, a la Constitución, y a la defensa de los intereses del pueblo cubano.
Las palabras que acaban de nacer en el Parlamento cubano corren imparables por la tribuna de la calle, matizadas por diversos criterios de modos de interpretar el ahora mismo y los caminos hacia un horizonte, dibujado por cada cual a su manera, pero eso sí, mayoritariamente con la Revolución y con ese espíritu perspicaz y potente de jinete mambí.
Desde que, hace unos días, se concretara la sesión constitutiva de la 10ma. Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular, he encontrado en la calle y en las famosas redes sociales una lluvia de debates, lecturas o propuestas; y ese aguacero de opiniones —a favor y en contra— demuestra en primera instancia el interés que sigue despertando cada acontecimiento público en esta «Perla de mar», como llamó la Avellaneda a nuestro país.
El más urgente desafío que encara en lo inmediato el recién electo Gobierno cubano para preservar el socialismo, es timonear con sapiencia y pujanza la anunciada estabilización macroeconómica, que permita frenar la inflación galopante y abrir la brecha de las producciones y servicios aún insatisfactorios y pobres, desatándoles a las fuerzas productivas trabas y obstáculos aún intocados a pesar de todos los cambios asumidos.