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Inteligencia con clorofila

Muchos científicos creen que la humanidad ha subestimado completamente a las plantas, sin darse cuenta de la compleja e increíble biología que les permite sobrevivir

Autor:

Patricia Cáceres

Todos alguna vez hemos desnudado una flor para saber si nuestro amor es correspondido. Pero sepa que este pequeño ritual de «me quiere, no me quiere…» podría no ser tan inofensivo como parece.

Al menos eso creen varios científicos en el mundo, quienes, a partir de controvertidas investigaciones, aseguran que las plantas toman decisiones, se mueven, reconocen a los de su especie… y son organismos «inteligentes».

Tal es el caso de Stefano Mancuso, director del Laboratorio Internacional para la Neurobiología de las Plantas de la Universidad de Florencia, Italia, quien está convencido de que las plantas tienen capacidades cognitivas.

El experto relata que su equipo realizó un experimento con dos plantas trepadoras de frijoles. Si les pones un solo soporte por el que se pueden trepar —aseguró—, compiten por él.

El principal problema es que se mueven mucho más despacio que los animales, por eso se registraron sus movimientos durante varios días, precisó.

«El comportamiento de la perdedora fue muy interesante: se dio cuenta enseguida de que la otra planta alcanzó el palo y comenzó a buscar una alternativa. Esto fue sorprendente. Muestra que las plantas se percatan del ambiente físico a su alrededor y del comportamiento de las otras», relató.

Según Mancuso, todavía no hay una idea clara de cómo pueden percibir el comportamiento de otras de su especie, algo que en el caso de los animales se conoce como conciencia.

«Las plantas son mucho más sensibles. Cada punta de las raíces puede detectar 20 parámetros físicos y químicos diferentes, como la luz, la gravedad, el campo magnético, los patógenos y demás.

«Tienen distribuido en todo su cuerpo las funciones que en los animales están concentradas en distintos órganos. Mientras que en los animales casi las únicas células que producen electricidad están en el cerebro, la planta es algo así como un cerebro distribuido en el que cada célula puede producirla.

«Subestimar a las plantas puede ser muy peligroso, porque dependemos de ellas y nuestras acciones están destruyendo sus hábitats», concluyó el investigador italiano.

Hablan con sus vecinas

Cada árbol está vinculado a los demás árboles bajo la tierra, como si fuera una especie de «red informática del bosque». Así lo asegura Suzanne Simard, profesora de Ecología Forestal y Ciencias de la Conservación en la Universidad de British Columbia, Estados Unidos, quien sostiene que a través de estas conexiones se hablan entre sí y se comportan de una manera específica.

«En nuestro bosque de pinos de abetos, de Douglas, tenemos árboles de 300 años de antigüedad con troncos de casi dos metros de diámetro. Cuando plantamos abetos de Douglas en una zona donde hay de su misma especie y otros diferentes, como pinos ponderosa, descubrimos que reconocen a los de su propia familia.

«Herimos al abeto sacándole sus espinas y atacándolo con un insecto. Este respondió enviando una gran cantidad de carbono al pino ponderosa vecino.

«Mi interpretación es que el abeto de Douglas sabía que se estaba muriendo y quiso pasar su legado al árbol vecino, porque eso beneficiaría a los hongos de la comunidad, con los que habitualmente se asocian», explicó Simard.

La científica cree que existen muchas maneras en las que se puede aprovechar este conocimiento. «Tratamos a las plantas como objetos inanimados que están allí para nuestro uso. Pero no las hemos tratado con el respeto que se le debe a un ser sensible», aseveró.

Robot plantoide

Entender a fondo las capacidades de las plantas podría ayudarnos a resolver algunos de los problemas que aquejan la humanidad.

Este es el sentir de Barbara Mazzolai, coordinadora del Centro de Microbiorobots del Instituto Italiano de Tecnología y creadora del robot Plantoide.

«Muchos robots están inspirados en animales, pero la gente nunca piensa en las plantas como modelo porque las consideran organismos pasivos incapacitados para moverse o comunicarse.

«Cuando empecé, la gente me miraba de forma rara. Pero cuando les mostré los movimientos de las plantas, cómo pueden sentir las condiciones cambiantes del ambiente, cuando les mostré que era posible transformar esto en un objeto que se mueve artificialmente, la historia cambió por completo», recordó.

El robot en cuestión tiene un tronco como una planta real, con ramas, hojas y varias raíces artificiales que pueden crecer gracias al material añadido que se usa en impresoras 3D.

La raíz artificial puede moverse en espacios angostos y de forma autónoma buscar oxígeno o agua o la presencia de vida.

Al decir de Mazzolai, el robot no tiene una estructura definida, sino que la crea a partir de sus necesidades. Podría usarse para monitorear el medio ambiente, en aplicaciones espaciales o para rescates bajo escombros, porque se puede adaptar al entorno como cualquier sistema natural.

En los límites de la pseudociencia

Daniel Chamovitz, decano de la cátedra de Ciencias de la Vida de la Universidad de Tel Aviv, Israel, y autor del libro Lo que las plantas saben, cree que es importante usar la terminología adecuada y que la palabra «inteligencia» no debería aplicarse a las plantas.

«Cualquiera que diga que está estudiando la inteligencia de las plantas está tratando de ser controvertido o está en los límites de la pseudociencia.

«Podemos ver la capacidad de la venus atrapamoscas de cerrar la trampa con su hoja. Podría definir este gesto como inteligente, pero eso no me ayuda a entender en lo más mínimo la biología de la planta.

«No podemos decir que piensan. Podemos decir que perciben su entorno porque están exquisitamente adaptadas a él. Hay un intercambio de información entre las raíces, las hojas, las flores, los polinizadores y el ambiente todo el tiempo.

«La planta está tomando “decisiones”: ¿debo girar diez grados a la izquierda? ¿Cinco grados a la derecha? ¿Es hora de florecer? ¿Dispongo de agua suficiente? La pregunta es: ¿sabe que está tomando una decisión?», se cuestiona Chamovitz.

El experto considera que toda esta información está integrada a falta de un cerebro y que se trata de un mecanismo increíble del que se sabe muy poco.

«Necesitamos entender que el cerebro es una solución evolutiva maravillosa para procesar información. Lo necesitamos para escribir una sinfonía, para hacer cálculos, pero no es la única solución para integrar información.

«Vivimos en un ambiente cambiante (calentamiento global, poblaciones en movimiento), y si no entendemos cómo las plantas perciben y responden a su entorno y cómo se adaptan a él, nos veremos en un gran problema dentro de 50 o cien años.

«Hemos subestimado completamente a las plantas. Las consideramos objetos inanimados, sin darnos cuenta de la compleja e increíble biología que les permite sobrevivir», reflexionó.

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