Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Ojos intrusos en el teclado

Las normas de seguridad informática son cada día más necesarias ante la extensión de estos servicios y la importancia que han adquirido

Autor:

Amaury E. del Valle

Letras, números, símbolos… Un sinfín de claves rodea la vida moderna de las personas que se desenvuelven de una u otra forma en el ámbito de la informática.

Su uso se deriva de la necesidad de preservar la información que manejan, ya sea en sus computadoras personales, correos, o en las conexiones con las cuales se adentran en el cibermundo.

El problema de la seguridad informática, que va más allá de la infección siempre amenazante de posibles programas malignos, actualmente pasa más que todo por la necesidad de salvaguardar nuestra intimidad cuando nos adentramos en los dominios de los bites.

Más de uno ha sufrido la injerencia de un intruso en su espacio virtual privado, ya sea por descuido o por intención expresa. Otros, que se han sumergido en sitios de conversación online o chat, se han olvidado de normas elementales de seguridad, proporcionando datos privados que no deberían ser revelados.

Y es que la seguridad informática, que se traduce en preservar nuestra intimidad virtual de miradas ajenas, para muchos es un cliché, hasta que algo les hace recordar su importancia… casi siempre demasiado tarde.

Cacos de passwords

Hace un par de años, a varios correos electrónicos llegó un extraño anuncio de una muchacha que supuestamente ofrecía «servicios sexuales», con sus datos personales —incluidos dirección y teléfono—, y acompañado de fotos de desnudos.

La historia es real. Un ex novio despechado aprovechó algunas imágenes tomadas en la intimidad y el descuido de ella de revelar su contraseña de correo electrónico, para entrar en él y enviar desde allí sus «recuerdos», provocándole a la joven uno de los momentos más desagradables de su vida.

Curiosamente, y a pesar de que en el Código Penal cubano vigente se castiga la difamación con penas severas, todavía muchos delitos de esta índole, no solo en el país, sino incluso en muchas otras naciones, quedan sin castigo al caer en terreno de nadie, ya que se realizan en la red global de Internet, sobre la cual no existe todavía un consenso total que permita penalizar algunas de las agresiones que se cometen.

Así sucede, por ejemplo, con el robo de contraseñas de correo electrónico e incluso de las mismas direcciones, objetivo de no pocos programas malignos, cuyos autores después venden estos datos a quienes se dedican a mandar spam o e-mail no deseados.

Similar situación se da con los servicios de chat e incluso con aquellas redes sociales donde desconocidos nos invitan a participar, y en las cuales es frecuente que la gente olvide que, por lo general, las personas que piden información personal, como la dirección postal, el número de teléfono o correo electrónico, utilizan esos datos para llenar de anuncios los buzones electrónicos y los contestadores de los teléfonos.

Más complicado y a la vez sencillo de evitar es el recibir miles de spam en nuestro correo personal, siempre que tengamos presente no dejarlo público en ningún sitio de Internet, pues existen programas informáticos que detectan los que están colocados en la web y los suman a las bases de datos de spammers.

Por ello se recomienda que las personas usen correos institucionales, diferenciados de los personales, para colocar en las secciones de contactos de las web con las que mantienen algún tipo de relación, y así evitar que estos se saturen de mensajes indeseados.

Sinceridad virtual

Actualmente para surfear por Internet muchos navegadores ofrecen la posibilidad de eliminar los rastros de los sitios que se visitan, las contraseñas que se ponen e incluso las palabras que tecleamos.

A pesar de ello, muchas de estas utilidades no son fiables ciento por ciento, pues como mismo existen programas para borrar las «huellas virtuales», también están los que permiten recuperarlas; sin olvidar que estas indefectiblemente quedan en los servidores que direccionan nuestros pasos en la web.

Es por ello que los expertos recomiendan que datos como el nombre completo, dirección personal, número de teléfono, número de identidad, contraseñas o nombres de familiares, por solo citar algunos ejemplos, resultan una extrema imprudencia hacerlos públicos en Internet.

De hecho muchos «ladrones virtuales» enmascaran sus fechorías haciéndose pasar por empresas informáticas o proveedores de servicios, pidiéndoles a los usuarios esos datos vía correo electrónico, algo que nunca deben hacer las verdaderas entidades.

Otras prevenciones que se deben tomar en cuenta son tener cuidado al crearse un alias o nombre para los correos electrónicos, especialmente los gratuitos, donde la información circula por servidores ajenos a nosotros, y escapan del control de las leyes nacionales.

Los expertos en Internet también recomiendan utilizar una combinación de letras y números en estos casos, para que no se pueda discernir si el usuario es de sexo masculino o femenino.

Algo similar se puede hacer con las contraseñas, las que deben combinar letras —en mayúsculas y minúsculas—, así como incluir números y hasta símbolos, siempre y cuando sea fácil de teclear y recordar, para evitar tener que andar anotándolas en cualquier lado.

Tampoco está de más evitar abrir los adjuntos que llegan por correo si no se conoce al remitente de un documento o archivo, en cuyo caso lo mejor es borrarlo sin abrirlo, y así evitar que entre en la máquina un programa maligno.

También deben mantenerse actualizados los programas instalados, adecuadamente «parcheados», así como contar con un antivirus potente y al día, que nos proteja contra visitas dañinas e indeseadas.

No se trata, evidentemente, de renunciar a las redes informáticas ni a las modernas plataformas de comunicación por los problemas derivados de la seguridad, sino de utilizarlas con moderación e inteligencia.

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