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¿Otro en la balanza?

Un número creciente de muchachas a nivel mundial está asumiendo la infidelidad como algo natural, lo cual se podría explicar a partir de cambios en cómo distinguen el cariño, la comprensión y otros valores esenciales

Autor:

Donarys Cruz Cruz

SANCTI SPÍRITUS.— «¡Laura me acaba de coger la boca!», comenta risueño Yuniel al grupo de amigos. «Mi’jo, si está buenísima, ¿de qué te quejas?», le responden estos tentándolo a no rechazar la oferta. «Sí, lo sé, pero ella es un “puntazo” y hoy no estoy pa’ eso. La “cojo” cuando quiera».

Así es Laura. No entiende de barreras cuando de atrapar a un chico se trata. Para quien no la conozca, sería imposible asociarla con estas palabras:

«Cuando me gusta alguien, con ir y darle un beso tengo. No temo ser rechazada, porque ellos siempre hacen “su papel”. He estado hasta con tres al mismo tiempo, pero los novios me duran días. ¡Hay tantos “mangos” por ahí! La vida hay que disfrutarla al máximo y me doy con el que yo quiera».

Laura es solo un ejemplo extremo; aunque real, un botón de muestra para hablar de esas jóvenes que asumen la infidelidad en estos tiempos como algo natural.

Para la periodista francesa Janick de Oliveira, autora del libro Infidelidad, el incremento en el número de mujeres que piensan como Laura se explica porque tenemos socialmente las mismas oportunidades que los varones. Así piensa también Yoandy Martínez, un joven para quien «esta es la era de la mujer, porque se le ha puesto en un nivel superior al hombre».

Sin embargo, Rafael Wert, director del Centro de Orientación para Jóvenes, Adolescentes y la Familia (COJAF) en esta ciudad, niega rotundamente esos argumentos: «El desarrollo sociocultural y político alcanzado por la mujer no es el origen de su infidelidad. El amor está compuesto por muchos valores como cariño, comprensión, ternura, apego… y estos sin duda han cambiado su lugar en la escala humana».

Formando el triángulo

Como en la vida nada es absoluto, muchas jóvenes no se dejan arrastrar por esta «moda». Están contentas con su pareja y no tienen aventuras fuera ni se dejan tentar.

Otras sí. Muchachas encuestadas para este reportaje —entre 18 y 25 años de edad— dijeron haber sido infieles al menos una vez en su vida. Asoma dolor y rencor en algunas opiniones. Muchas dicen actuar bajo la ley de pagar con la misma moneda: «Te haces de miel y te comen las hormigas —comenta una con naturalidad—. No me voy a “quedar dada”». También el capricho signa esas actitudes. Si alguna no pudo «ligar» al «amor de su vida», pero se le da el chance por una noche, lo aprovecha, aunque luego lo vea como «metida de pata».

«Tengo novio, pero estuve con otro porque siempre fue un “imposible”. Fue sexo y más sexo solamente. Yo sabía que él no me brindaría estabilidad y por eso no dejé a mi actual pareja. Conseguí lo que quería y ya, pero hoy me siento usada y manchada», dice otra chica.

Otras solo pretenden compartir momentos con un hombre por las posibilidades materiales que le puedan brindar. No importa que el amor se ausente: carro y dinero sellan el compromiso durante algunas horas, al margen de su relación.

También es cierto que después de varios años de vínculo puede aparecer cierto cansancio en ambas partes, y aunque el cariño sigue reinando, la infidelidad aparece como un «escape» a la monotonía. Tal es la historia de Yenisey. Ella lleva más de tres años con su pareja y por primera vez le está siendo infiel; pero no se arrepiente, porque esa otra persona le despierta emociones que hace mucho no sentía.

Otras jóvenes optan por no romper lazos ni emprender una nueva unión por miedo a perder la tan ansiada seguridad y quedar en el aire: «Me gustan los dos —se justifica una entrevistada—; quiero a mi novio, pero me siento bien así y me divierto».

Según Rafael Wert, la infidelidad llega por falta de compromiso, aun en parejas estables: «No es una traición al otro, sino a sí mismo, pero en esta cruzada hay que estar demasiado limpio para tirar la primera piedra».

Un buen porciento de las muchachas que contaron su «desliz» a Sexo Sentido mencionan el alcohol como detonante. Bajo su influencia no se analizan consecuencias: «Al otro día lo que sentí, fue asco de mí misma. Dejé a mi novio por la culpa, pero me arrepiento, porque perdí a alguien que me gustaba muchísimo».

La soledad, la lejanía y la necesidad de cariño son también argumentos «a mano» para traicionar. «A veces el grupo de amigas presiona y una asume por puro embullo, porque puedes ser “una boba” si no te empatas con el más bonito del Pre, y de todas maneras puede que el novio esté haciendo lo mismo en ese momento», reflexiona Rachely.

La pretensión de cada relación debería ser la estabilidad, afirma Rafael Wert, aunque es bien sabido que pocas de esas parejas juveniles llegan a integrar un matrimonio al final.

«Se pueden tener muchos novios mientras se está buscando al mejor y eso no es lo malo. Lo negativo es la manera en que algunas jóvenes, y varones también, toman hoy a la ligera la traición y el «empate» casual», concluye el especialista.

Encuentros

¡Cuánto poder tiene la amistad! Una de las jóvenes «encontradas» en esta página ha conocido a un caballero de esos que la gente cree que ya no existen: un hombre capaz de mover hilos mágicos y hacerle llegar un ramo de flores a su casa, a más de 300 kilómetros de distancia. ¿Qué mujer no se siente reina ante un gesto así?

Esta semana se suman a la red de amigos a través del correo, Jorge Sacre (moraimag@unil.co.cu), Yeline (yeline.grm@infomed.sld.cu), Lesyanis (lluna@ auditoria.dpsc.bandec.cu), José Luis (jltoledo@ feu. ucp.ssp.cu) y Yunior (yuniorhd@ban.hlg.rimed.cu), y por la vía del teléfono (041-323220) les esperan Carlos y Osmany.

En el club Minerva, de Sancti Spíritus ¡qué les cuento! Nuevos libros, nuevas amistades, nuevos temas para la página y el primer pastel de cumpleaños para Sexo Sentido por su décimo aniversario, justo en la jornada del libro cubano.

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