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Boda de miel, luna de hiel

El reto de formalizar pareja ante la sociedad, con los deberes y derechos que ese acto establece, es lo menos pensado del asunto. ¿Superficiales que somos los criollos, o son los ecos previsibles de la modernidad?

Autores:

Mileyda Menéndez Dávila
Yoelvis Lázaro Moreno Fernández

Con la experiencia de más de 50 almanaques, la villaclareña Nery Morales jamás haría una celebración tan ostentosa como la de su primer y único matrimonio. Los años le han permitido darse cuenta de que la fiesta no tiene nada que ver con el éxito o la estabilidad de una pareja, afirma.

Con ella coincide el joven camajuanense Yoandy Hernández, quien a pocos meses de contraer nupcias consideraba que la ceremonia es una fantasía —principalmente de las mujeres— a la que no siempre se puede acceder. «Mi esposa era la más interesada en tirarse las fotos. Yo también quería, pero ella prácticamente lo organizó todo. Al fin cumplió parte de su sueño, pero para llegar a ser felices no era necesario tanto alboroto ni tantos gastos».

Vestida de blanco espera verse en pocos años Ismary Silverio. Eso sí: sin pensar en grandes multitudes ni festividades altisonantes. Solo aspira a las fotos y tal vez un poco más, pues realizar una boda al nivel de las actuales se llevaría consigo el «sudor» de unos cuantos meses de trabajo, asegura.

«Es que la tradición se ha perdido», alega Jorge Luis Yanes, otro camajuanense enamorado, que por razones ajenas a su voluntad no pudo darle rienda suelta al soñado festín hace ya más de 14 años. «Para mí la fiesta hace falta. Es importante la confirmación pública, el espacio para departir con familiares y los amigos. Sé que muchas veces no se puede, pero un esfuercito lo hace cualquiera y para eso siempre hay ganas».

Lo mismo piensa desde su puesto de reparador de teléfonos el placeteño Enrique Rodríguez. Con dos andanzas en el mundo de los casamientos cree lo decible y hasta lo indecible de esos jolgorios conyugales: «Son muy bonitos, pero el dinero que llevan solo se les puede destinar una vez en la vida. Después no hay bolsillo que aguante. La unión entre dos personas que se quieran debe darse por la búsqueda de una compañía, una familia y un hogar decoroso; no por un festejo que más allá de flores, anillos y brindis no representa nada».

De palomas a leones

En la capital los desvelos matrimoniales no se quedan atrás. Además de la fiesta (en casa propia o local alquilado) y la luna de miel, las fotos y el video son el principal quitasueños durante los meses previos a la señalada fecha. No importa si la boda es en el Vedado, San Agustín o Alamar: la moda dicta un paseo por La Habana Vieja y pocas parejas se sustraen al ritual de llevarles comida a las palomas de San Francisco, así Rubiera anuncie un temporal para esa tarde.

Sin embargo, la prisa típica de las bodas hace que muchas novias queden inconformes con el costoso recuerdo digital, pues rara vez coinciden en positivo la calidad de las imágenes, la apostura de los protagonistas y la originalidad de los realizadores.

«De tan pendiente que estaba de  las fotos casi no disfruté la ceremonia —confiesa Naivy Cruz, de Nuevo Vedado—. Total, la única que se mantuvo incómoda toda la fiesta fui yo. Mis invitados enseguida se aflojaron los trajes o cambiaron los tacones por chancletas, ¡y todo eso salió después en el video!».

«Cumplir 15 años es de por sí una meta, el final de un sueño para el que nos preparan desde pequeñitas», reflexiona Marianne Díaz, de 19 años. «En cambio casarse es el principio de un cambio en la vida, el primer paso de un proyecto que implica de por sí grandes inversiones monetarias y espirituales para las que no siempre estamos preparados… ¿Qué sentido tiene tirar la casa por la ventana en un día y que luego las deudas te impidan disfrutar de esa nueva libertad?».

Para Luis Martínez, de 57 años, el asunto es más complejo. El matiz económico es importante, pero él prefiere mirar otras aristas: «¿Vale la pena hacer tanto escándalo cuando no se sabe si la relación va a funcionar después? ¿Qué importancia tiene, si la convivencia es un asunto de dos? ¿Hace falta para tener una, dos o todas las lunas de miel que se quieran?».

Luna de melaza

«Por ahora nos ocupamos de la canastilla… la luna de miel vendrá después, cuando el niño esté grande y tengamos mejores condiciones», afirman con madurez optimista Suany y Fernando, de 18 y 19 años, respectivamente. Sin tiempo ni recursos para formalismos, la decisión de vivir juntos fue tomada a raíz de un embarazo que eligieron no interrumpir, y el viaje de bodas se quedó en el aire.

La perspectiva del romance en un hotel cambió para ellos: «Me conformaría con dormir bien un par de noches en mi propia cama sin despertarme para dar el pecho o cambiar los pañales, pero sé que por el momento eso también demorará», afirma esta adolescente que ya parece adulta a menos de cinco meses de parida.

Aún las opciones turísticas son caras, pero «un día es un día», dice Rodolfo Estévez, quien planea su boda desde hace algunos meses y aún no se decide por ningún destino. No está muy preocupado por el costo, porque confía en «escapar» gracias a esa tradición de recoger dinero entre familiares y amistades para ayudar a los novios, pero teme otras sorpresas que le arruinen sus planes.

«Ella es feliz con la idea de alquilar su traje y lo mío es ir a la playa después, así que estamos reuniendo para cumplir con los sueños de ambos. El ambiente es importante para los recién casados: la privacidad, el romanticismo, la flexibilidad en los horarios, la higiene del lugar… Ah, y vivo revisando el almanaque para que la luna de miel no coincida con esos días malos de las mujeres, porque si no ¡se me echa todo a perder!», explica a JR con un guiño cómplice.

En general, la boda cubana sigue siendo un asunto para celebrar en grande o no hay papeleo, afirman varias personas encuestadas. Si no hay recursos para fiesta, fotos y dormir fuera apenas se piensa en oficializar la unión en el registro civil o la notaría. Con una mudada es suficiente para sentirse «casados» y formar familia.

El reto de formalizar pareja ante la sociedad, con los deberes y derechos que ese acto establece, es lo menos pensado del asunto. ¿Superficiales que somos los criollos, o son los ecos previsibles de la modernidad?

Encuentros

La última peña del año en la UH trató sobre amores enfermizos. ¡Cuántas historias de dependencia afectiva y chantaje emocional salieron a flote! Pero también consejos y soluciones esperanzadoras. Fue una tarde-noche especial: volvió la tropa del ISDI, Alexis trajo invitadas y la tímida Elizabeth decidió regalarse un cumpleaños diferente, para asombro de su familia y alegría nuestra.

Del CENESEX llega la convocatoria para el sexto taller de formación de jóvenes promotores de educación sexual. Las sesiones de trabajo serán a las 5:00 p.m., entre el 19 y el 22 de diciembre. Para solicitar matrícula deben enviar sus datos personales hasta el miércoles 14 (nombre y apellidos, sexo, carrera o centro de trabajo, teléfono o correo electrónico, expectativas con estos talleres). Escriban a yasdiaz@infomed.sld.cu o cenesex@infomed.sld.cu.

De las direcciones pendientes para buscar amistad tenemos a Yord, ycespedes@gecvbybat.co.cu; agustinreyes62 @gmail.com; juancarlos@hlg.desoft.cu; Tito, raimontv@edu.vcl.sld.cu; Ransel, somohano@giron.sld.cu; Danny, snunes@uclv.rimed.cu;  Marek, drastor241@gmail.com; yonielisrn@hamc.vcl.sld.cu; yamiletfll@eiefd.co.cu; adalis06024@mtz.jovenclub.cu; José Carlos, yuditca@hamc.vcl.sld.cu madelinb@elecgrm.une.cu y Reynaldo,rguerrero@otn.camaguey.cu. Se suman esta semana jose@ha.hidroe.une.cu; miguel@unecamoto.cu y raisa@pi.gr.rimed.cu.

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