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Mutilación genital: entre tradiciones y quirófanos modernos

En el complejo entramado de la sexualidad humana, la mutilación genital femenina (MGF) emerge como un tema de profundas implicaciones culturales, sociales y médicas

Autor:

Mileyda Menéndez Dávila

La verdadera emancipación comienza con el reconocimiento del valor intrínseco de cada ser humano.
Vilma Espín

En el complejo entramado de la sexualidad humana, la mutilación genital femenina (MGF) emerge como un tema de profundas implicaciones culturales, sociales y médicas. Aún en pleno siglo XXI, su práctica persiste en diversas regiones del mundo, escudada en cruentas tradiciones o en modernas ofertas de «embellecimiento» del área.

Tales transformaciones basadas en motivos externos a la felicidad de la afectada generan un debate ético e ideológico importante en los espacios académicos y de activismo pro derechos humanos, enfocados en un denominador común: el impacto sobre la autonomía corporal y la salud física y sicológica de quienes ven su anatomía reajustada para cumplir convencionalismos que nada aportan a su valor como ser humano, mucho menos a su placer sensorial, aunque esas sean las justificaciones de quienes promueven esas prácticas.

La ablación del clítoris por mandato religioso afecta a más de 200 millones de niñas y mujeres en al menos 30 países, según datos del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef). Esta práctica, considerada una violación de numerosos derechos de las víctimas, implica la eliminación parcial o total de los genitales externos, lo cual puede tener consecuencias devastadoras: infecciones, dolor crónico, complicaciones en el parto y un impacto de la salud mental.

En países como Egipto, Somalia y Malí, la MGF es una norma profundamente arraigada, a pesar de que los esfuerzos globales para su erradicación han ganado terreno. De generación en generación, las campañas lideradas por la ONU y varias organizaciones de la sociedad civil han logrado reducir las tasas de incidencia, pero son logros frágiles, porque las conquistas femeninas suelen ser de las primeras que se revocan cuando los países retornan a posturas conservadoras o extremistas en  una concepción patriarcal.

En Cuba esta problemática no suele estar presente, e igual el Estado se suma a los llamados internacionales para su erradicación, mientras las asociaciones feministas alertan sobre otras variantes disfrazadas de modernidad.

 

Labioplastia; una mutilación moderna

La labioplastia, cirugía destinada a modificar la apariencia de los labios vaginales, ha ganado popularidad en el mundo occidental. Aunque se realiza bajo el consentimiento de las pacientes y con fines estéticos o funcionales, sus motivos también son objeto de crítica.

Las razones esgrimidas para ofrecer esta intervención van desde una supuesta mejora de la autoestima hasta la búsqueda de comodidad física en ciertas actividades. Sin embargo, hay numerosos riesgos asociados: infecciones, cicatrices, menor sensibilidad y, en algunos casos, dolor crónico. 

Además, ese énfasis en falsear la aparente «perfección» genital refuerza la inseguridad en torno a la imagen corporal de una zona que habitualmente no se muestra, excepto a la pareja y en condiciones muy íntimas; a menos que se decida fotografiar, filmar y compartir con fines de lucro.

Tanto la ablación como la labioplastia tienen repercusiones significativas en la salud sicológica de las afectadas y otras mujeres a su alrededor. Las sobrevivientes de la primera práctica a menudo viven con estrés postraumático, depresión y disfunciones sexuales, mientras las pacientes de la segunda pueden experimentar un alivio de su inseguridad, luego reforzada si sus expectativas no se cumplen.

En el marco de las jornadas por la no violencia hacia las mujeres y las niñas, este debate en torno a la manipulación genital invita además a reflexionar sobre la autonomía, el consentimiento y la influencia de los estándares culturales en la manera de vivir nuestros cuerpos. 

Como sociedad, tenemos la responsabilidad de garantizar que esas decisiones sean libres, informadas y basadas en el respeto a la vida y la integridad cuerpo-mente, pero el camino hacia la eliminación de estas conductas pasa por la educación y el empoderamiento desde la niñez. 

En el caso de la MGF, es crucial desmitificar las creencias que sustentan su ejecución y generar alternativas respetuosas de las tradiciones sin dañar a las adolescentes. 

De igual modo, ante de acudir a la labioplastia es necesario cuestionar los estándares de belleza impuestos de manera artificial y promover la aceptación de la diversidad corporal como un derecho humano y una virtud de la naturaleza.

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