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Joaquín Borges-Triana

Los que soñamos por la oreja

Adiós al maestro Jon Lord

Nunca sabré cómo agradecerle a José Ramón Abascal y a Juan José Becerra el amor que me inculcaron por el rock, cuando yo era un niño que estudiaba en la Escuela Especial para Ciegos Abel Santamaría. Fueron ellos las personas que por primera vez me hicieron escuchar esa música visceral, armada a partir de ritmos repetitivos con guiños al blues, que siempre ha caracterizado el trabajo de Deep Purple.

Creo que desde que en un viejo tocadisco que había en el aula de Terapia Musical de mi antigua escuela oí los discos Deep Purple in rock y Machine head, me quedé prendado de esa sonoridad «purpleriana», signada por el virtuosismo de Jon Lord y la presencia de extensos e intensos pasajes de órgano Hammond, riffs y solos memorables de guitarra, impresionantes juegos vocales y sucesivos cambios de ritmo.

Ahora, el pasado lunes 16 circuló la noticia de que, tras una larga batalla contra el cáncer de páncreas, el mítico Jon Lord falleció por una embolia pulmonar. Diversos medios de prensa de todo el mundo se han referido elogiosamente a la trayectoria de este intérprete de los teclados, considerado sin discusión como uno de los músicos de mayor importancia en los últimos algo más de 40 años.

Jonathan Douglas Lord, nombre real del maestro Jon, nació el 9 de junio de 1941 en Leicester, Inglaterra. Hijo de un músico de jazz, desde pequeño cursó estudios de piano clásico. Su formación académica se haría notar en el modo en que ejecutaba distintos tipos de teclados (órgano Hammond, sintetizador, piano), así como en la estructura por él empleada en varias de sus composiciones.

Para el crítico José Fajardo, según un trabajo publicado en el periódico madrileño El Mundo, existen cinco hitos en la carrera de Lord. El primero de ellos sería el afamado Concerto for group and orchestra, llevado a cabo en el Royal Albert Hall y con la participación de los integrantes de Deep Purple y la Royal Philharmonic Orchestra de Londres, dirigida por Malcom Arnold.

Esta obra, en la que se integran de manera armoniosa hard rock y música clásica, ha devenido un modelo imitado con posterioridad por otras bandas roqueras y metaleras. Los restantes cuatro hitos señalados por José Fajardo son las piezas Child in time (grabada en el álbum Deep Purple in rock), Smoke on the water (registrada en Machine head), Highway star y Lazy, temas recurrentes en el repertorio de Deep Purple más allá del tiempo transcurrido desde su montaje inicial y al margen de los cambios de miembros del piquete.

La trayectoria de Jon Lord como parte de la tropa Purple es tan impactante, que a veces se olvidan sus otros trabajos fuera de esta formación, en la que dicho sea de paso él militó hasta 2002. Así, vale recordar su primer fonograma como solista, denominado Gemini Suite, realizado por encargo de la BBC. Habría también que mencionar que, tras la temporal separación de Deep Purple en 1976, el teclista se involucró en el grupo llamado Peace, Ashton & Lord, formación con la que grabó el álbum Malice in Wonderland.

Después de dicha experiencia y tras la disolución de la banda, en 1978 editó el disco Sarabande y se integró a la nómina de Whitesnake, la agrupación ideada por el vocalista David Coverdale y con el que se mantuvo hasta 1984, cuando al reaparecer Deep Purple, pasó nuevamente a ocupar su puesto de tecladista del ensemble por espacio de 18 años, hasta que en el 2002 los abandonó de forma definitiva.

En agosto del pasado 2011, Lord informó a sus seguidores que estaba «luchando contra un cáncer», por lo que iba a interrumpir sus actuaciones mientras se sometía a un tratamiento y conseguía curarse, aunque seguiría componiendo «como parte de la terapia». Lamentablemente, Jon no pudo ganarle la batalla a su enfermedad y se nos fue.

Hoy, cuando como miles de fans por todo el mundo vuelvo a escuchar la obra de Deep Purple en su etapa clásica de los 70, no solo evoco el momento de mi adolescencia en el que descubrí esa música que me sigue haciendo vibrar en el presente, sino que me ratifico en la idea de que el rock y el metal de nuestros días no serían lo que son, de no haber existido Jon Lord y sus compañeros de agrupación.

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