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Guantánamo se paralizó en apoyo al desembarco del Granma

Durante seis días los revolucionarios tuvieron en jaque al régimen del tirano Fulgencio Batista, entonces en el poder Hombres y armas de Guantánamo para la Sierra

Autor:

Lisván Lescaille Durand

Vista del antiguo ferrocarril de Guantánamo, donde radicaba uno de los gremios más activos en la lucha contra la tiranía.

Fotos: Archivo del periódico Venceremos

GUANTÁNAMO.— Era una ciudad muerta y convulsa. Desde el 30 de noviembre de 1956, durante seis días, abandonaron sus labores los ferroviarios, cerraron los comercios y los estudiantes no asistieron a las aulas del Instituto de Segunda Enseñanza, en apoyo a la huelga decretada por el Movimiento 26 de Julio.

La inquietud de las autoridades del régimen se exacerbó cuando el combatiente clandestino Herminio Araujo tomó la iniciativa de tirotear la estación de Policía de la localidad y un grupo de manifestantes incendia un autobús. Al unísono se producen sabotajes a las líneas telefónicas y a la red eléctrica.

El ambiente se caldeó aún más al correr el rumor de que el hacendado Victoriano Torres llegaría desde la zona montañosa de Filipinas con 300 jinetes para tomar la ciudad. La Guardia Rural se acuarteló en espera de una acción de mayor envergadura.

En otro punto de la región de Guantánamo, en el poblado de Ermita, hoy Consejo Popular Costa Rica, Julio Camacho Aguilera, con 32 combatientes y 12 colaboradores toma el central del mismo nombre, quema el puente de Belona, descarrila una locomotora, corta las comunicaciones entre Santiago y Guantánamo, y ocupa el puesto de la Guardia Rural.

A los éxitos del grupo de Camacho se suman los de Miguel Bertrán, quien se alza en la Sierra Canasta (actual municipio de El Salvador), después de burlar una emboscada del ejército de Batista en el puente Jaibo, y realiza varias acciones de sabotaje en esa zona, hasta el día 5 de diciembre, aproximadamente.

Todo ello acontece cuando el yate Granma surcaba las aguas del mar Caribe hacia una zona de la geografía del oriente cubano. Para ese entonces, como se evidencia, el Movimiento 26 de Julio (M-26-7) se había hecho fuerte en Guantánamo. Estaba muy bien organizado y las fuerzas revolucionarias tenían un alto nivel de preparación combativa.

Esas razones —precisa el historiador Luis Figueras Pérez, acucioso profesor e investigador— junto a la situación de rebeldía existente en la región, fueron elementos observados por Frank País para concebir acciones, en esta ciudad de apoyo al desembarco de Fidel.

MANTENER EN JAQUE AL RÉGIMEN

«La misión de los guantanameros es impedir que el ejército venga para Santiago de Cuba a reforzar a los de aquí, en víspera de lo que va a ocurrir el 30 en la mañana. Ve para allá y planifiquen las acciones que consideren oportunas», le dijo Frank País, jefe de Acción y Sabotaje del M-26-7 en Cuba, al hoy general de brigada Demetrio Montseny Villa, en aquel entonces su homólogo en Guantánamo.

Según Villa, las acciones del 30 de noviembre de 1956 contemplaban la toma del poblado de Caimanera por Toto Lara, el de Jamaica, dirigida por el propio Villa, el asalto a la estación de Policía de la ciudad, por Samuel Rodiles Plana —hoy general de división—, y una huelga general, organizada por Antonio Ñico Torres y Octavio Louit Berzán.

«Desde el 29 en la tarde, 85 revolucionarios nos acuartelamos en diferentes viviendas; sin embargo, los planes se frustran porque las municiones, escondidas en la casa de Leopoldo Correa, quedan inservibles al mojarse por irresponsabilidad de este. Alrededor de 300 cartuchos de perdigones se echaron a perder. Entonces —argumenta Villa—, el recurso que nos quedaba era la huelga.

«El objetivo era crear una situación de guerra en la ciudad de Guantánamo, para mantener en jaque a las tropas del régimen y cumplir con las indicaciones de Frank. Camacho, en cambio, decide actuar en Ermita», comentó Demetrio Montseny, en un reciente intercambio con protagonistas e historiadores locales.

En opinión del historiador Figueras Pérez, lo más importante en esos días fue la huelga revolucionario-militar que paralizó a Guantánamo y mantuvo en tensión a las autoridades batistianas durante seis días. «Esta experiencia demotró la importancia del levantamiento popular como apoyo a las acciones combativas, tal como ocurre posteriormente el 1ro. de enero de 1959», expresa.

«A raíz de este hecho —abunda—, se crean los comités de gestores dentro del movimiento obrero. La comisión nacional divulgó la experiencia guantanamera para ponerla en práctica en otras regiones. El 17 de mayo de 1957, varios meses después, Frank País emitió una circular en la que reconocía el aporte de esta región a la huelga y su papel protagónico en el cumplimiento de dicha tarea.

«El 30 de noviembre de 1956 es una fecha que nos llena de orgullo. Considero que aportamos nuestro grano de arena en el apoyo al desembarco del yate Granma hace 50 años», puntualizó Figueras Pérez.

MEMORIAS DE LEOVIGILDO

Leovigildo Cos Faure: «Valió la pena iniciar aquella lucha». Foto: Reunel Gómez

Cortó caña, recogió café y dio bastante azadón en la agricultura. «Mucha candela tuve que comer hasta que me emplean en el ferrocarril como peón de vía del Departamento de Vías y Obras, donde laboraba 12 horas continuas reparando, chapeando..., la mayor parte de ellas bajo un sol intenso. Son jornadas agotadoras, sin embargo, la paga era una miseria».

A sus 84 años, Leovigildo Cos Faure rememora aquella etapa dura en la que conspiró contra los gobiernos de entonces, para barrer los desmanes que afectaban al país.

«Por eso me sindicalizo desde los primeros meses —prosigue—, y me sumo a la lucha por la reivindicación obrera: aumento salarial y mejora en las condiciones de trabajo. Desde mi función como secretario general del sindicato de vías y obras movilicé y arengué a los ferroviarios».

Leovigildo se afilió al Movimiento 26 de Julio en el ferrocarril de Guantánamo, lo que le permite radicalizar su lucha y su pensamiento político: «En mi casa —afirma—, se reúne un comité de huelga, entre cuyos integrantes se encuentran Julio Camacho Aguilera, Octavio Louit, Demetrio Montseny Villa y Antonio Ñico Torres, quienes dirigen las operaciones en la región.

«Los encuentros clandestinos, porque la Policía batistiana y los chivatos estaban a la orden del día, fueron antecedentes de la huelga organizada el 30 de noviembre de 1956.

«Después de terminada esta, la patronal no tuvo valor de tomar represalias —asegura—, porque nuestro sindicato era fuerte y ella lo respetaba. Al cabo de los días nos incorporamos normalmente al trabajo y seguimos conspirando, aunque con mayor cautela.

«Valió la pena iniciar aquella lucha. Los cambios sociales en nuestro país en más de 47 años de Revolución lo demuestran. Imagínate yo, de origen campesino, me desarrollé como dirigente sindical, fui presidente del Poder local en Jamaica por dos años, presidente de la Asamblea Municipal del Poder Popular en Guantánamo y director de Servicios Comunales a igual nivel, hasta que me retiré», concluye.

LLEGÓ FIDEL, COMPAY

Vizcay recuerda con precisión pormenores de aquel acontecimiento. Foto: Leonel Escalona

«Mi tarea en el Movimiento era unir a los trabajadores y a los estudiantes en la lucha contra Batista. Dirigí también una célula, con diez subordinados, de las tres existentes en el central Ermita. En total éramos 32 los miembros del M-26-7 allí, cuando se producen los hechos del 30 de noviembre de 1956», rememora Luis Gonzalo Vizcay López.

«Para la acción —recuerda con exactitud a sus 79 años—, teníamos escopetas calibres 12 y 16, un rifle mexicano y dos pistolas. Camacho dirige un grupo con el cual descarrila un tren que viene de San Luis en busca de ganado para trasladarlo hacia Camagüey.

«Con mi gente ocupé el central, después de desarmar al guardia jurado de este y al guardia rural del puesto militar de Ermita. Desde las 12 de la noche hasta pasadas las siete de la mañana del 30, mantuvimos el control del ingenio y el batey. Al llegar los obreros, se extrañaron por la situación y preguntaron:

—Oye, Vizcay, ¿qué sucede?

—Na’, compa’y, que llegó Fidel, llegó la Revolución, respondí.

La antigua cárcel de Guantánamo.

Después, se escondió por dos días en un cañaveral, para huir de la intensa persecución. Fue fichado y acosado por los órganos represivos de la tiranía. Vivió momentos tensos hasta incorporarse al Ejército Rebelde.

Los cuatro combates bajo las órdenes del Comandante Efigenio Ameijeiras: Cuneira, Ermita, La Maya y Caimanera, más otros de menor envergadura le valieron para alcanzar los grados de teniente en la lucha insurreccional que condujo al triunfo del 1ro. de enero de 1959.

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