Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Sistema Internacional de Unidades de Medida sigue sin establecerse en la Isla

Magnitudes y unidades básicas del Sistema Internacional Conversiones de masa

Autor:

Margarita Barrios

Falta de prioridad, desconocimiento de su importancia y las contingencias se han encargado de ponerle traspiés

Un comerciante para el cual se necesitarían especiales unidades de medida para pesar sus abundantes prendas de oro, exhibe y ofrece al cliente pequeños bultos de pimientos en el mercado agropecuario de 42 y 19, en el municipio capitalino de Playa:

—Por favor, ¿a cómo es la libra de ají?, preguntamos con toda intención.

—Yo que sé, señora, cuesta diez «cañas» el paquete, ¿cuántos quiere? —responde el vendedor.

En otra tarima nos surge al paso otro diálogo revelador entre vendedor y cliente.

—¿Por qué usted vende los tomates a jarros?

—¿Y en qué los voy a medir, en metros?

Son tal vez los ejemplos más burdos del desorden en el empleo de unidades de medidas en Cuba, que allí abundan, como en las más diversas y delicadas ramas del país, con sus inestimables consecuencias no solo para el consumidor común, sino para la economía y su inserción internacional.

Sucesos como estos pueden explicar porqué los expertos en Metrología, o ciencia de las mediciones, recurren frecuentemente a este axioma: «Si medir es costoso, no medir o hacerlo mal lo es mucho más».

Esa máxima ha estado presente desde los primeros intentos por lograr un sistema de unidades de medida único y universal, allá por 1790, cuando se realizaron propuestas de un sistema decimal perdurable, basado en el metro como unidad de longitud. Casi un siglo después, en Francia, la llamada Convención del Metro (1875) implantó la universalidad del Sistema Métrico Decimal (SMD).

Casi un siglo después, en 1960, la Conferencia General de Pesas y Medidas, máxima autoridad mundial de la metrología científica, aprueba el Sistema Internacional de Unidades, conocido por las siglas SI. En esa fecha se establecieron las magnitudes y unidades básicas y derivadas correspondientes. De esa manera se logró un método global (puede ser utilizado por todos); único (elimina la multiplicidad de unidades de medida para expresar una misma magnitud física, y coherente (las unidades están mutuamente relacionadas por reglas de multiplicación y división con factor numérico igual a uno).

En las tiendas en divisas se previó que los instrumentos de medición, los medios de trabajo y las tecnologías estuvieran dentro del Sistema Internacional. Es obligatorio que las básculas tengan su sello de verificación correspondiente Aun con el convencimiento de sus ventajas y de la necesidad cada vez más urgente de aplicarlo, muchos países, incluyendo a varios del llamado Primer Mundo, no han alcanzado su total implantación, por lo que continúan empleando indistintamente unidades de medida, fundamentalmente del SMD y del sistema anglosajón.

Cuando en el mundo se da el primer paso organizado que hizo universal al SMD, nuestro país era colonia de España; por tanto la metrópolis impuso aquí ese sistema, empleado entonces en casi todas las naciones europeas.

De esos tiempos data la anécdota del suceso que dio origen a que la vara cubana sea más larga que la española, a pesar de que el patrón de la primera fue tomado de la segunda. Muy sencillo y completamente cierto: Al traer desde la metrópolis el patrón, para a partir de ese lograr el que se usaría en Cuba, los «metrólogos» isleños tomaron la medida sin quitarle a la vara el estuche que la resguardaba. Por eso la cubana mide el equivalente a 0,848 metros y la española a 0,835 metros.

Y luego, en 1889, a partir de la intervención norteamericana, el gobierno de Estados Unidos dispuso que se utilizaran conjuntamente las unidades del SMD y las angloamericanas.

Así comenzaron a coexistir la libra española y la americana; el quintal, la arroba, la onza, el pie, la caballería, el cordel, la milla y hasta la caneca.

El país siguió enfrentando el devenir metrológico mundial y los esfuerzos por su desarrollo y modernidad, sin librarse de ese maligno revoltijo.

Un decreto y más de 200 normas

Comenzar a poner orden en esa madeja era un gran desafío, que no tuvo respaldo legal hasta 1982, con la aprobación del Decreto-Ley 62 para hacer oficial el uso del Sistema Internacional de Unidades y la obligatoriedad de implementarlo. Además de reconocer la importancia del SI, la disposición del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros especifica que la ejecución sería progresiva en todas las ramas y actividades de la economía nacional, hasta lograr, en un plazo máximo de 20 años, su completa aplicación.

Solo que siete años después de haberse cumplido ese plazo, la realidad es que la implementación total sigue siendo una «medida» por alcanzar. Juntas y revueltas con aquellas heredadas de tiempos de colonia, se emplean en nuestro país unidades de medida que no pertenecen al sistema internacional, e incluso algunas que están internacionalmente en desuso.

Nancy Fernández Rodríguez, directora general de la Oficina Nacional de Normalización. Nancy Fernández Rodríguez, directora general de la Oficina Nacional de Normalización, aseguró a Juventud Rebelde que, aunque en 1982 en Cuba se puso de manifiesto la comprensión de la importancia de implementar el SI, realmente en ese período el país no estaba preparado para ello.

«Por sus recursos económicos limitados, no siempre el país puede asociar la necesidad, con la posibilidad de lograr algún propósito en poco tiempo, porque es necesario ante todo tener liquidez financiera para enfrentarlo. Es cierto que se dieron pasos importantes, pero se nos vino encima el período especial y en aquel momento la prioridad nacional era sobrevivir y preservar las principales conquistas del socialismo; por tanto se aplazaron muchos esfuerzos, entre esos la implementación del nuevo sistema».

Entonces, junto al desmantelamiento casi total de la actividad metrológica en los diferentes ministerios, ramas y centros de producción y servicio; al racionalizarse los aparatos administrativos a esos niveles, cedió también la formación de técnicos en esa especialidad... y tomaron fuerza la improvisación y el desorden.

La experta considera que hoy ya no puede expresarse esa necesidad solo con voluntad, pues además de la vigencia del Decreto-Ley 62, cada vez es más ineludible su cumplimiento, debido al desarrollo de las relaciones comerciales internacionales, a la necesidad de perfeccionar el comercio interior, y dentro de este la protección al consumidor.

En los últimos años, valora la especialista, apreciamos un trabajo más sistemático, gracias al cual ya todos los organismos de la Administración Central del Estado presentaron sus programas y estrategias de implementación ante el Comité Técnico Asesor de la Oficina Nacional de Normalización.

Tanto Nancy Fernández como el doctor Martín Antúnez Martínez, director de Metrología de la Oficina Nacional de Normalización, consideran que la implementación en Cuba del SI no se sustenta solamente en la cuestión financiera; es preciso también vencer el problema de cultura de la población, y de comprensión de su importancia por parte de las personas que dirigen los organismos de la Administración Central del Estado, responsabilizados con la implementación de los programas.

El especialista subraya que no se trata solo del celo a la hora de adquirir instrumentos de medición, que deben estar en unidades del SI para ir reemplazando el enorme arsenal metrológico casi museable que tiene el país, sino también de tecnologías cuyo funcionamiento responda a un procesamiento de proporciones o parámetros calculados a partir del empleo de unidades de medida del Sistema Internacional.

En general, señala el experto, se aprecian avances importantes en relación con la incorporación del análisis metrológico en la toma de decisiones de la vida económica y social del país. Sin embargo, aclara, no siempre se cumplen y en ocasiones se subestima o ignora la valoración metrológica antes de acometer una inversión.

El Director de Metrología afirma que por esa razón se han dado casos de malas inversiones, que generalmente son bastante costosas, pues al valor de lo que se compra se le suma el costo de la transacción, por realizarse en mercados geográficamente distantes.

«Recientemente llegó al país un lote de básculas en unidades del SI, y a pesar de la necesidad de reemplazar una gran cantidad de esos instrumentos que ya debieran estar fuera de circulación, no pudieron usarse porque al comprobarlas, a partir de un peso determinado no mantienen el equilibrio. También se han adquirido líneas de producción y fábricas completas desactivadas, por tener unidades de medida en desuso.

Siempre recuerdo, comenta, aquella ocasión en que solicitaron nuestra presencia para inspeccionar unas balanzas adquiridas supuestamente para la red del comercio minorista. Evidentemente la compra no la hizo una persona conocedora, pues lo primero que hace el metrólogo es revisar los timbres, que no siempre están en un lugar visible. Pues esas básculas traían un sello que decía: No apta para el comercio.

Martín Antúnez Martínez, director de Metrología de la Oficina Nacional de Normalización. Implementar el nuevo sistema, por otra parte, «es una inversión que en nuestro sector le llamamos amigable, porque evita la conversión de sus valores y reduce el margen de error. Por ejemplo un quintal, según el sistema de mediciones que se emplea en los Estados Unidos, corresponde a 100 libras de ese país, pero el de Inglaterra equivale a 112 libras anglosajonas; al mismo tiempo, las libras de uno y otro país y la de España tienen desiguales valores. Además, las conversiones no dan siempre valores exactos (una libra española equivale a 0,460 093 kilogramos, y estos a su vez representan 460,093 gramos».

El Director de Metrología evalúa positivamente los avances de la implementación en los llamados sectores emergentes de la economía nacional, especialmente en la red de tiendas y almacenes para la venta en divisas y el sector de la producción, refinación y comercialización del petróleo y sus derivados. Son buenos ejemplos, dice, de inversiones en las cuales se previó que los instrumentos de medición, los medios de trabajo y las tecnologías estuvieran dentro del sistema internacional.

Disposiciones a la medida

Cuba atesora una notoria documentación que sustenta legalmente la actividad metrológica nacional. Están, además del ya mencionado decreto fundacional de 1982, otros dos que detallan prolijamente, entre otros aspectos, las contravenciones en la esfera de las mediciones. También las entidades rectoras han establecido 260 normas y no pocas disposiciones de obligatorio cumplimiento para evitar engaños, errores de conversión o malas transacciones.

Las máximas autoridades de la regulación metrológica en Cuba aprecian los esfuerzos del Ministerio de Comercio Interior (MINCIN) en la implementación del SI. Aseguran que sus programas y estrategias están bien definidos.

Según explica Hildelisa Ortiz Pérez, directora de Ciencia y Técnica del MINCIN, «en los últimos tres años las inversiones del Ministerio en la rama metrológica sobrepasan los dos millones y medio de dólares, destinados fundamentalmente a la compra de una amplia gama de instrumentos de medición de varias magnitudes para la red de frigoríficos y almacenes donde se conservan productos de la canasta básica, así como en centros de elaboración y unidades gastronómicas.

Choques en la canasta

Sin embargo, allí donde la metrología «choca» con la mayoría de la población, por ejemplo en las bodegas donde se distribuyen los productos normados en la llamada canasta básica, las inversiones están por venir.

«Se trabaja para ver si se pueden importar balanzas, y destinarlas a las bodegas que se han podido reparar entre 2008 y el presente año. En el país hay más de 125 000 de esas unidades», dijo la funcionaria del MINCIN.

Mientras, las cuotas normadas se venden en unidades fuera del SI (libras en vez de kilogramos, o litro en el caso de los líquidos) y el mismo problema tienen los instrumentos que utilizan para pesarlos.

Una parte de esos productos ya viene empacado, como las pastas alimenticias, café, leche y chocolate, por mencionar algunos, pero el arroz, azúcar, granos y el aceite, se expenden a granel, con las desventajas, además, de esa rudimentaria forma de comerciar alimentos (demasiada manipulación, más posibilidad de desvío e inseguridad en cuanto a la vigencia, entre otras).

A esas problemáticas se suma que, aun con las balanzas que pesan en libras, algunos productos, como los granos, se venden en onzas, una unidad de medida cuya conversión no es exacta y por tanto se presta al engaño al consumidor, que por lo general en las bodegas no cuenta con balanzas para comprobar peso.

Situación similar experimenta la población en los establecimientos del comercio interior, como los dedicados a la venta de pollo, picadillo y otros productos normados, algunos de los cuales se entregan en fracciones de unidades de medida y muchas veces pasados por la trampa de la congelación.

Hasta tanto no sea posible la necesaria inversión para el empaque de la totalidad de los productos de la canasta, al menos debieran cumplirse, además, otras regulaciones establecidas, para las cuales no se necesita dinero, sino orden. Es el caso de las verificaciones de básculas. Si están aptas llevan un sello amarillo que al cabo de un año debe ser renovado. Si el equipo no está apto, se le coloca un sello rojo y no puede usarse. Si no tiene ninguno es señal, sencillamente, de desorden.

La venta de la cuota de aceite está normada a media libra por consumidor, a pesar de que esa unidad de medida es obsoleta e incorrecta para el producto de que se trata, pues la unidad de medida en ese caso debe ser el litro (aunque no pertenece al SI es de las aceptadas internacionalmente por su uso práctico generalizado), correspondiente a la magnitud de volumen, explicó el Director de Metrología, Martín Antúnez.

Pero como la distribución y venta del aceite es a granel, la Oficina Nacional de Normalización dispuso, para proteger a los consumidores, que ese alimento debe medirse en un envase tasado por las autoridades metrológicas de cada territorio, y que solo es el oficial si conserva actualizado un sello amarillo de verificación.

Durante un recorrido por varias bodegas de la capital, JR fue testigo de la existencia de no se sabe cuántos envases cuyo único sello es el de la falta de higiene y la improvisación.

Otra de las disposiciones que se incumplen —al menos en la capital lo comprobamos— es que en todos los establecimientos donde no se ha podido implementar el SI por no contar con las básculas adecuadas, deben estar a la vista del cliente las tablas de conversión aprobadas oficialmente por el MINCIN y la Oficina Nacional de Normalización.

Otra arista del relajamiento la encontramos en el Mercado Agropecuario Estatal de la barriada de Mantilla, en el municipio de Arroyo Naranjo. Nadie, excepto la económica de ese establecimiento, sabe qué significa un sello de verificación; por tanto brillan por su ausencia. Así las cosas, allí nada es legal «metrológicamente hablando». Conservan un documento donde consta que ya hace un año los equipos de medición no se verifican.

Llevábamos frescas aún en la mente otras regulaciones explicadas en la meca de las mediciones en Cuba, la Oficina Nacional de Metrología:

«Está prohibido que los productos agrícolas se vendan en unidades; lo correcto es que se haga por su peso (o volumen si es un líquido). Eso no quita que si el comerciante quiere dar más presencia a su producto, lo organice en mazos o en bolsas, pero no puede decirle al cliente que el mazo de habichuela, por ejemplo, vale cinco pesos, o que la cabeza de ajo vale dos pesos. En esta actividad también es obligatorio que las básculas tengan su sello de verificación correspondiente, eso es general para todos los instrumentos de medición».

Adónde llegaremos

Aun con la convicción de que esas y muchas más dificultades existen en la implementación del SI, los principales dirigentes de los organismos nacionales de la actividad de medición afirman que el país puede salir adelante porque está en un momento de madurez en cuanto a la comprensión de la gravedad de continuar a la zaga.

«Pensamos que entre tres y cinco años toda la economía debe transitar hacia a la implementación completa», aseguró con optimismo Nancy Fernández.

Cuando escribía este reportaje, recordé varias veces el diálogo final de la entrevista al doctor Martín Antúnez:

—¿Usted cree que ahora la implementación vuelva a chocar con un recorte drástico debido a la crisis económica mundial?

—Puede ser, pero no puede dar otra marcha atrás. El país tiene que ir definitivamente hacia el SI, porque hoy, con el incremento de sus relaciones comerciales internacionales, es mucho mayor el peligro de convertirnos en basurero del mundo, destino de tecnologías, medios técnicos y productos portadores de unidades de medida obsoletas, procedentes de países donde ya se implantó totalmente el sistema, como la mayoría de los asiáticos, o de otros que marchan indetenidamente hacia ello, como los europeos».

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