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Los pies en el suelo ¿y el grito en el cielo?

Por reflejo condicionado o por falta de visión, en la sociedad cubana se ha enquistado el vicio de esperar que se manden por la «canalita» decisiones, soluciones y hasta iniciativas. Pero algunos tienen horizontes que hasta levantan a un muerto

Autores:

Juventud Rebelde
Marianela Martín González
Zenia Regalado
Haydée León Moya

No fue por divina revelación, ni por decreto estatal, que un coche-motor ferroviario cambió su destino y el de la gente de Jatibonico. Aquella mole de hierro que parecía estar destinada a un deshuesadero de Materias Primas demostró que las soluciones no tienen que venir precisamente desde arriba.

«Por iniciativa del Presidente del Poder Popular de nuestra localidad fuimos hasta el municipio avileño de Morón a cargar un coche-motor abandonado. Fue una odisea traerlo, pero una vez en nuestro territorio movilizó a medio Jatibonico», recuerda José Lorenzo García, vicepresidente del Gobierno en Sancti Spíritus.

El funcionario destaca la contribución de los aniristas para devolverle vida a aquel monstruo, cuya acta de defunción ya estaba firmada.

La Unidad Empresarial de Base de Ferrocarriles del MINAZ en el municipio recuperó la infraestructura ferroviaria y la de Transporte lo reparó. Servipapel se ocupó de la carpintería, y el sistema eléctrico lo restauró el establecimiento local TRANS-MINAZ. El monto total de su rehabilitación fue de 17 000 pesos y ahora beneficia a los habitantes de siete comunidades del norte del municipio, donde las carreteras están en muy malas condiciones, y en etapa de lluvia era imposible hasta trasladar a tiempo la canasta básica.

«Estos asentamientos contaban con servicio de ómnibus una vez a la semana. El coche-motor, con capacidad para cien pasajeros, tiene más de un año de explotación y presta servicios dos veces al día, de lunes a sábado, desde Jatibonico hasta estos poblados», precisa el Vicepresidente, quien aclara que emplea la misma cantidad de combustible utilizada por los ómnibus, que con menos capacidad y sin llegar a todos los asentamientos, servían a estas comunidades.

Tampoco quedaron a la espera de directivas u orientaciones desde «arriba», los campesinos de la UBPC La Miriam, de Pinar del Río, tras el paso de los huracanes el pasado año. Su producción principal, el plátano, quedó arruinada, lo que los obligó a ampliar su objeto social. De cultivadores de plátano pasaron a plantar también arroz, hortalizas, a la atención al incremento del ganado mayor y menor y a la construcción de las casas dañadas.

Para ello convirtieron una nave en desuso en fábrica de bloques. La gestión de otros recursos y el protagonismo de los propios dueños de las casas afectadas han hecho posible la construcción de 17 viviendas de mampostería con vigas unidas con cemento a las cabillas que sostienen el techo, como variante para que la construcción sea más resistente a posibles embates de otros huracanes.

Si estas prácticas fueran regla y no excepción, en la localidad, donde concretamente transcurre nuestra vida, se desatarían los nudos de la participación colectiva y las ataduras de las fuerzas productivas. Pero no son pocos los lugares donde siguen «enganchados» a los esquemas de la verticalidad.

Unas veces por reflejo condicionado, otras por falta de visión de las potencialidades del entorno. Entonces esperan que del mismo modo en que el maná le fue enviado al pueblo israelita en tiempos bíblicos, se les mande por la «canalita» las decisiones, las soluciones y hasta las iniciativas.

De parte y parte

Al valorar tales deformaciones, con sus paralizantes vicios incluidos, expertos cubanos en el tema se remiten a su génesis; coinciden en que el país ha funcionado así durante mucho tiempo, con la mejor intención de lograr la justicia social y la equidad, pero al final nos hemos acostumbrado a recibir y no a comprometernos de manera activa en la solución de los problemas.

«Hay muchas cosas que deben ponerse en orden», advierte la Doctora Ada Guzón, directora del Centro de Estudios de Desarrollo Local, institución adscripta al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente.

«No es un problema de economía solamente; es en sentido general un problema de desarrollo, de funcionamiento de la sociedad. Para entender eso hay que dejar claro que en el municipio es donde transcurre la vida de las personas, donde esperan encontrar respuestas a sus necesidades y expectativas y el lugar además en que tienen el mayor nivel de interlocución o interacción con el gobierno».

La especialista revela que según estudios, y hasta en los resultados del Grupo Ministerial de Trabajo Comunitario Integral, que funcionó durante unos cuantos años en la década de los 90, se identificó que los problemas no se debían tanto a resoluciones o cuestiones legales. Hay regulaciones que traban, pero más que el marco legal lo que estorba hoy es la forma en que las personas ven y enfocan los asuntos.

Para el Doctor Omar Everleny Pérez, investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, existe una mezcla de centralización de decisiones con paternalismo por parte del Estado, que hace a la gente sentirse con derecho a que se lo den todo.

«Si en el mercado oficial se vende cemento, pero no cabilla y bloques, y las paredes y las placas no se hacen solo con cemento, por las tablas de consumo de este último material de construcción puede deducirse la cantidad de cabilla y otros insumos que las personas adquieren como resultado de lo que se le roba al Estado», ejemplifica el estudioso, quien subraya que urge lograr un proyecto de soluciones integrales para no continuar afectando al Estado.

¿Por qué las cooperativas tienen que ser solamente agrícolas?, se cuestiona Omar Everleny. «Este es un principio organizativo válido para otros sectores. Por ejemplo, si usted quiere pintar su carro particular se encuentra un lugar, donde cuatro personas se encargan del asunto: uno que pinta, otro garantiza la pintura y dos que dan lija. Es una cooperativa, donde se reparten las ganancias. Si el Estado lo legaliza y les cobra un impuesto, esas personas lo aceptan, porque les eliminas el sobresalto de permanecer en la ilegalidad».

El experto reconoce que hay cosas en las que necesariamente el Estado tiene que tener un nivel de centralización, pero existen servicios y producciones que no pueden dirigirse de manera centralizada. Considera que el desarrollo local tiene que enfocarse en un área determinada, la cual no necesariamente tiene que tener fronteras.

Aceptar las diferencias es otro principio importante del desarrollo local. «La nivelación tiene que ser hacia arriba, no se puede nivelar a las personas y localidades por la escala más baja, confundiendo la justicia con el igualitarismo».

Todo por uno

Los entrevistados coinciden en que cuando un municipio logra articular una estrategia de desarrollo, desde sus propias potencialidades, empiezan a romperse barreras, límites que no eran tales, pues eran problemas de funcionamiento. Insisten en que donde se promueva el desarrollo local no puede dominar el enfoque sectorial.

Agregan que sin desaparecer los sectores, debe existir la articulación, consistente en el fortalecimiento de las relaciones horizontales, las cuales se sustentan en ver al municipio como un todo, donde cada una de las partes está en función del desarrollo de esa localidad, y no en solitario en función de sí misma.

La Doctora Ada Guzón sostiene que al trabajar por parcelas, sin articulación, se derrochan recursos. Y surgen problemas tan frecuentes como que para solucionar un salidero de agua, por ejemplo, una empresa rompe la calle, otra pone la tubería, y si queda con mala calidad la responsabilidad cae en terreno de todos, que es igual a terreno de nadie. La población percibe que no hay integración, y entonces el efecto no es sobre la economía solamente, sino también sobre las personas.

Opina que mientras la verticalidad limita las posibilidades de respuesta a escala local, que es donde están las mayores reservas para dar soluciones, las relaciones horizontales pueden incentivarlas y romper tabúes y vicios tan entronizados como la burocracia. Pero todo depende de cómo y quién articule esos vínculos de cooperación.

Apagafuegos

Ada Guzón es una voz autorizada para describir la dinámica de los gobiernos municipales. Son tan fuertes sus vínculos con quienes los integran en casi toda la Isla, que puede diagnosticar cuáles son las limitaciones y fortalezas de muchos de estos hombres y mujeres que, según ella, funcionan como bomberos: «Se pasan la vida apagando fuegos. Todo el mundo les dice y todo el mundo les pide para ayer. Absolutamente todo cae sobre ellos».

Reconoce que en los municipios donde hay una estrategia de desarrollo bien visualizada las cosas avanzan, aprovechando la maravillosa institucionalidad que existe en la escala municipal.

Asegura que cuando un elector tiene algún problema y no tiene solución habla mal del delegado; cree que este es mago. Se olvida, incluso, que a veces no eligieron al más capaz, sino al primero que aceptó o no le quedó más remedio que aceptar, porque otros no quisieron ser delegados.

«Hay una falta de cultura en la población acerca del papel del municipio, el Poder Popular y el delegado. Hay algunos presidentes de asambleas con mucha voluntad, pero con insuficiente visión para trazar estrategias de desarrollo, y aunque existe en las localidades la dirección por objetivos, a veces se gastan recursos financieros en cosas insustanciales».

El desarrollo local implica poder de decisión; que los ejecutivos a nivel territorial no tengan que decir: «Espera, que eso lo consultaremos», alega Omar Everleny Pérez. «Eso implica que el planteamiento vaya a la provincia y vuelve la misma verticalidad. La disposición se debe tomar allí, en la localidad, y si se equivocan que se adopten medidas, sentencia, porque de lo contrario serian meros tramitadores.

Enemigos de las malas pulgas

Según los estudiosos, el desarrollo de las relaciones horizontales tiene dos enemigos de muy malas pulgas: los cobros y pagos entre las empresas, y el controversial objeto social.

«Si el director de una empresa no paga las cuentas pendientes, jamás obtendrá la cooperación de otras, por muy ubicadas en el mismo entorno que estén. Y la situación se complejiza porque los cobros y pagos son estatales, de nuestro Estado socialista, y lo más que le puede suceder a ese empresario es que lo quiten del puesto, pero la empresa queda enredada y no inspira confianza», opina Everleny.

La otra barrera que obstaculiza el fomento de la cooperación local, el investigador la ilustra con otro ejemplo: «Puedes encontrar un taller en una localidad capaz de hacer una pieza que otro necesita, pero como no está dentro de su objeto social no se le permite venderla a terceros».

Como algo paradójico, refiere que algunas empresas poseen almacenes vacíos, con los cuales no saben qué hacer, porque dentro de su objeto social no aparece la posibilidad de arrendarlos, mientras otras entidades necesitadas de esos recintos invierten en construirlos.

De buena tinta

La buena memoria del Doctor Armando Nova, también investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana, nos traslada a lo que tal vez sea el embrión de las relaciones horizontales en Cuba.

«Cuando trabajé en el Ministerio de Industrias, en los años en que Ernesto Guevara era titular de ese sector, él abogó por la aplicación de conceptos organizativos muy eficaces y válidos en la actualidad.

«Por ejemplo, dentro de un municipio existían las llamadas empresas consolidadas, las cuales, independientemente de que pertenecieran verticalmente a diferentes ministerios, se relacionaban horizontalmente mediante una asociación que contaba con un presidente y un secretario, quienes podían ser elegidos y renovados por los representantes de esas empresas. Solo los problemas muy complejos, que no podían resolverse allí, se gestionaban en los ministerios.

«¿Por qué seguir inventando estructuras y más estructuras y no aplicar algo parecido, cuya eficiencia fue probada?», cuestiona el investigador.

Muchas manos en un solo plato

Simplificar las estructuras organizativas es importante en todas las actividades económicas. En el caso del sector agropecuario lo es mucho más, por tratarse de un asunto de seguridad nacional, que depende de leyes económicas, biológicas y naturales, las cuales no admiten dilaciones a la hora de actuar frente a cada atención cultural a los cultivos.

«Para todo hay un tiempo que no puede violarse, porque se traduce posteriormente en ineficiencia, resultados productivos no esperados, costos elevados... Por lo tanto no puede esperarse quelas decisiones productivas vengan de «arriba», plantea el campesino habanero Ignacio Loyola, quien con una interrogación retórica trata de resumir las vicisitudes que padece el sector por la verticalidad excesiva. ¿Cuánto pasa el campesino por no tener un mercado para adquirir directamente lo que necesita?

Menos escaleras y más pasillos

El académico Armando Nova plantea que se han dado pasos en la simplificación de estructuras organizativas, cuyo objetivo es acercar las decisiones al escenario productivo, pero se trata de un proceso descentralizador mayor y mucho más profundo, pues cada una de esas instituciones a la vez se homologa en nación, provincia y municipio.

Lo más adecuado, señala, tal vez sea contar con un solo ministerio que se dedique a producir alimentos. Y en el caso del desarrollo de la agricultura se requiere un cambio sustancial y un reordenamiento de funciones.

El experto se refiere a que se confunde la gestión de gobierno con la empresarial; es decir, las funciones de gobierno son funciones de los ministerios que están encargados de hacer cumplir la política económica que se le trace, y la gestión empresarial les corresponde a las entidades, a las que directamente producen. O sea, los ministerios chequearán, supervisarán, fiscalizarán, pero cómo combinar los factores productivos es una cuestión que le corresponde a la empresa, que rendirá cuenta después de si combinó bien, mal o regular esos factores productivos y cómo utilizó los recursos.

Nova argumenta que en el caso del sector agropecuario cubano ese proceso simplificador, en los municipios, ha llevado a la desaparición de las empresas que agrupaban a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa, y esas empresas, junto con otros elementos organizativos que existían, se integran a una llamada Delegación Municipal de la Agricultura.

Según considera, aún hay alguna duda, pese a ser una estructura joven en proceso de maduración, en relación con la eficacia de esas delegaciones, porque se elimina un nivel estructural, pero se crean dos, al concebir una instancia de empresas de servicios para facilitar los insumos a los productores. Eso de facilitar los productos está bien, pero cómo los adquieren. ¿A través de un mercado, o les seguirán llegando por asignación centralizada, como hasta ahora, la cual ha demostrado por años que no es la mejor vía?

El camino, considera este estudioso de la economía nacional, debe ser que el productor acuda directamente a un mercado, en el momento que le corresponda, y de acuerdo a la capacidad de compra que le permitan sus resultados productivos, compre lo que necesite, pues el campesino tiene que tener a la mano los recursos que le permitan cerrar exitosamente el ciclo productivo.

Collar que aprieta

Coincidente con los criterios académicos, el campesino Orlando Gómez, presidente de la CPA Niceto Pérez, opina que no hace falta tanta gente encima de los productores; lo importante es producir, y hay una cantidad de personal que no produce el desarrollo y tampoco decide mucho.

«Por eso yo siempre digo que entre más manos en un solo plato, poca comida y mucho arrebato, siguen las limitaciones burocráticas y las limitaciones y demoras con los suministros. Fuera conveniente que si necesito reparar una carreta, lo pudiera resolver aquí mismo, en la Industria Mecánica Caribe, una empresa con condiciones para hacerlo; pero no se puede hacer, porque ellos cobran en divisa y nosotros no operamos en ese tipo de moneda.

«Aquí tenemos un taller, donde si se pudiera hiciéramos hasta las carretas, pero nos traban en eso de las compras. A veces están vendiendo algo en moneda nacional, por ejemplo bloques, arena u otros materiales de construcción, que pudiéramos adquirir con nuestros cheques, pero tiene que ser mediante la Empresa de Cultivos Varios... Pero nuestros cheques no tienen valor para gestiones como esas.

No es más de lo mismo

Como un proyecto que acompaña al Ministerio de la Agricultura en su empeño de librarse de entuertos y potenciar la producción de alimentos, valora Eugenio Fuster, presidente de la Asociación de Técnicos Agropecuarios y Forestales de Cuba (ACTAF), el Programa de Desarrollo Agrario Municipal, el cual constituye la prioridad suprema de la estrategia de desarrollo local.

Sus premisas descansan en aplicar soluciones de transición que incrementen el ingreso externo y sustituyan importaciones a corto y mediano plazos. «Y en lograr que la empresa estatal socialista sea eficiente, con garantías para ejercer su gestión óptimamente», señala Ivis Cárdenas, coordinadora del referido programa.

Moisés Sio Wong, el general de brigada retirado que durante 23 años presidió el Instituto Nacional de Reservas Estatales, es una de las personas que más confía en el Programa de Desarrollo Agrario Municipal, y no lo hace solo por pura pasión por la tierra y los vegetales, herencia de sus ancestros asiáticos, sino porque ahí se define una cuestión de seguridad nacional: la producción de nuestros alimentos y la creación de reservas para momentos difíciles.

«Cambiar la mentalidad de la gente es lo más comprometido en esta batalla. Antes mirábamos para el Malecón a ver cuántos barcos entraban con recursos; ahora los tiempos han cambiado y es hora de que miremos a la tierra, para hacerla producir de manera armoniosa con la naturaleza, con concepciones nobles en relación con el medio ambiente, como promueve la ACTAF».

Con una persistencia que sorprende, Sio Wong cotidianamente desde la ACTAF asesora y evalúa la aplicación de esta experiencia a escala local, ahí donde según él «hay un potencial tremendo, tanto para la producción, la reserva y la alimentación diaria del pueblo, pues ahora con dinero apenas se pueden comprar alimentos, debido a sus exorbitantes precios y la tendencia mundial de convertirlos en biocombustibles».

Sio Wong considera que con este Programa los tres escalones agrícolas: las agriculturas urbana, suburbana y convencional, con sus polos productivos, saldrán adelante. Hace hincapié en cómo deberá influir en las UBPC, pues el 42 por ciento de la tierra está en sus manos y han tenido muchos problemas en su formación y desarrollo.

«Hay que convencer a la gente para que mire al surco; por eso en la ACTAF destacamos las banderas, como la gente de las UBPC Los Mangos y La Miriam, ambas en Pinar del Río. Cuando la gente no ve no cree, y en esos lugares haciendo se ha convencido a las personas de que es posible vivir dignamente de la tierra y para ella».

Los dirigentes de la ACTAF no hablan de proyectos con idéntica fisonomía. Es un traje a la medida de las potencialidades, que pondera el verdadero rol de las bases productivas, a partir de que las delegaciones municipales no sean el último escalón en el ministerio, sino el primero.

Desatar las fuerzas productivas requiere del desarrollo local libre de la centralización innecesaria de decisiones que deben tomarse en la tierra, sin tener que pegar el grito en el cielo. Libre también del paternalismo que inmoviliza y convierte a las personas en criaturas sin compromisos.

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