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El último canto del canario

El descubrimiento de nuevas especies de animales y plantas —grandes, medianas, pequeñas o microscópicas— parece estar en apogeo. El 2009 fue un año de muchos hallazgos. El que transcurre, va por el mismo camino. Pero no es algo para vítores

Autor:

René Tamayo León

Mide cerca de un metro de largo. No salió de la nada; de las oscuras aguas del Amazonas. Las comunidades indígenas del Alto Purús (Perú) le conocían. Pero ahora toda la aldea global sabe de ella. La carachama gigante, una especie de pez que se alimenta de madera, ingresó a la lista de nuevas especies conocidas.

Tiene dientes en forma de cuchara para raspar los troncos de árboles que caen al agua; se alimenta de crustáceos, detritus, restos vegetales, algas en el fondo de lagos y ríos, y maderas en proceso de descomposición. Es decir, «tiene un hábito alimenticio superior al resto de su competencia», señalaba Arsenio Calle, jefe del Parque Nacional Alto Purús a la agencia EFE.

Los investigadores extrajeron tejidos a un ejemplar vivo para analizar su genética. En diciembre se sabrá más. Una detallada descripción de la especie se publicará entonces en el magazín científico Copeia.

A mediados de agosto, biólogos ecuatorianos reportaron la existencia de 25 nuevas especies de árboles en el Parque Natural Yasuníde, también en la Amazonía. El hallazgo se realizó en una parcela de un kilómetro de largo por 500 metros de ancho en lo que se considera la mayor reserva de biodiversidad del planeta.

Entre las plantas hay dos géneros nuevos, y otras, aunque alcanzan hasta 30 metros de altura, aún no habían sido reconocidas. «Es algo extraordinario para un bosque que en un estudio hayamos encontrado esas especies nuevas en ese número», declaró también a EFE Renato Valencia, subdecano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE).

Más adelante reiteraba: «Aunque el ser humano identifica nuevas especies de forma casi rutinaria, principalmente insectos o ranas, es raro encontrar árboles ignotos»...

Hablando de ranas, en 1996 Cuba reportó el hallazgo de la Eleutherodactylus iberia, que con apenas un centímetro de longitud es una de las más pequeñas que existen, junto con la ya famosa Ranita de Cuba (Smithillus limbatus)...

A fines del año pasado, la prensa local también informó sobre el descubrimiento en nuestras aguas de una babosa marina luminiscente. El encuentro cercano es parte de una investigación de expertos cubanos y españoles que desde 2006 realizan un inventario de los moluscos marinos en la península de Guanahacabibes.

La investigación registró 775 especies diferentes de moluscos, alrededor de la mitad de los reportados en el país.

El extremo occidental de Cuba se considera como un «punto caliente de diversidad marina» y área de emisión de larvas planctónicas, capaz de favorecer la recuperación de zonas del Golfo de México y el Caribe afectadas por catástrofes de índole natural o tecnológica, gracias al carácter bidireccional de las corrientes costeras en esa región.

También el año anterior, pero más al este de la Isla Grande, el Centro de Estudios Ambientales de Cienfuegos (CEAC) se adjudicó seis reportes únicos de macroalgas marinas para Cuba.

Fue tras una pesquisa en la bahía de Jagua. Los investigadores Ángel Moreira, Mutue T. Fuji, Rubén Cabrera y Ana María Suárez catalogaron dos especies clorofíceas (Cladophora dalmatita y C. sericea).

También se conoce que el lagarto Aristelliger reyesi es el más nuevo inquilino del Área Protegida Reserva Ecológica Varahicacos, en Varadero, Matanzas. El reptil habita en los parches de vegetación de los matorrales y bosques de ese hábitat. Entre sus descubridores estuvo el máster Ernesto Reyes, de ahí el apellido del Aristelliger.

«En Cuba no se había encontrado ningún representante del género hasta el momento de descubrirse este reptil (la octava especie), lo que demuestra que la biodiversidad cubana aún guarda sorpresas», informaba en 2009 el colega de JR Hugo García.

La semana pasada, entretanto, un grupo de científicos anunció el descubrimiento de una nueva especie de esponja en aguas del mar Antártico. La bautizaron como Stylocordyla chupachups, por su gran parecido con los caramelos de paleta. A esto se suma el anuncio de cerca de 40 nuevas especies de animales y plantas marinas, incluidas arañas de mar gigantes y esponjas carnívoras, en los mares de Indonesia, reportó Europa Press.

Fueron localizadas por potentes sistemas sonar y un vehículo robotizado. Se exploraron unos 54 000 kilómetros cuadrados del lecho marino, desde 240 metros de profundidad hasta más de tres kilómetros. Se tomaron unas 10 000 fotografías y se grabaron más de 100 horas de video, las que se compartían en tiempo real con los científicos a bordo de los barcos. Un alarde de tecnologías casi futuristas...

El canto del canario

El descubrimiento de nuevas especies de animales y plantas —grandes, medianas, pequeñas o microscópicas— parece estar en apogeo. El 2009 fue un año de muchos hallazgos. El que transcurre va por el mismo camino.

Solo en el Censo de la Vida Marina (CoML), cuyos resultados definitivos se darán a conocer a inicios de octubre, se inventariaron, al menos, 1 200 especies nuevas. Se trata de la mayor colaboración mundial en esta materia. Involucró a más de 2 700 científicos de más 80 países, quienes entre los años 2000 y 2010 realizaron cerca de 538 expediciones en mares y océanos.

Sin embargo, no es algo para vítores. Es como el último canto del canario. Como el deseo otorgado al ciego que se le permite, por una sola y primera vez, abrir los ojos para mirar la imponencia, la majestad única, de lo que nunca vio.

Naciones Unidas declaró a 2010 como el Año Internacional de la Diversidad Biológica. Los gobiernos del planeta habían acordado para esta fecha reducir significativamente el ritmo de pérdida de la diversidad biológica. Sin embargo, la promesa no se cumplió.

Según la Tercera Edición de Perspectiva Mundial sobre la Biodiversidad (GBO3), del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), «para este siglo se proyectan la extinción de especies muy por encima de la tasa histórica, la pérdida de hábitats, y diversos cambios en la distribución y la abundancia de las especies.

«Si el sistema terrestre excede de ciertos umbrales o puntos de inflexión, existe un gran riesgo de que se produzca una pérdida drástica de la biodiversidad, con el consiguiente deterioro de una amplia variedad de servicios ecosistémicos», señalaba la institución internacional más influyente en el tema.

«Tras examinar todas las pruebas disponibles, incluidos informes nacionales presentados por las Partes» (Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica), el PNUMA llegó a la conclusión «de que no se ha alcanzado esa meta».

Es más, decía a continuación, «según nos previene la Perspectiva…, las principales presiones causantes de la pérdida de diversidad biológica no solo son constantes, sino que además, en algunos casos, se están intensificando».

Los expertos coinciden en que sobre la biodiversidad hay cinco presiones principales: la pérdida de hábitats; el uso insostenible y la sobreexplotación de recursos; el cambio climático; las especies exóticas invasoras, y la contaminación.

Todas, de una forma u otra, se deben a la actitud irresponsable del ser humano. Solo el cambio climático, consecuencia en primer lugar de la emisión de gases invernadero a la atmósfera por las grandes industrias primermundistas —estén o no en sus países—, podría arrasar de una vez y por todas con una parte importante de la biodiversidad.

De acuerdo con el informe GBO3 el evento «ya está repercutiendo en la biodiversidad y, según las proyecciones, se convertirá en una amenaza cada vez más importante en los decenios venideros».

Además del aumento de la temperatura, agregaba la publicación, «cabe esperar que la frecuencia cada vez mayor de fenómenos meteorológicos extremos y la modificación de los patrones de precipitaciones y sequías tengan un impacto significativo».

La variación en la periodicidad de la floración, en los patrones de migración y en la distribución de las especies, es apenas la oreja peluda de procesos mayores que se gestan o que ya no pueden detenerse. Solo sirva de ejemplo la proyección, irrebatible, de que el cambio climático modificará las variedades de organismos portadores de enfermedades y los pondrá en contacto con huéspedes potenciales que aún no son inmunes a ellos.

Según algunas publicaciones, se sabe con certeza de la existencia en la Tierra de 4 300 especies de mamíferos, 270 000 de plantas, 9 700 de aves, 6 300 de reptiles, 4 200 de anfibios, 19 000 de peces, 72 000 de hongos, 1 085 000 de insectos, 5 000 de virus y 400 000 de bacterias. Y todavía quedan por encontrar —según los más entusiastas— unos ocho millones de especies de insectos, alrededor de 400 000 virus, aproximadamente un millón de bacterias y algunas «sorpresitas» más.

Se dice que el planeta Tierra está habitado por más de 100 millones de especies. Se dice que de estas apenas se conoce algo más del uno por ciento... Se dicen muchas cosas. Pero en realidad no se conoce nada con exactitud. Aunque algo sí está claro: si se sigue como se va, pronto ya no habrá nada que decir. Ni quien diga.

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