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Poner el corazón en el arte

Una joven camagüeyana, miembro de la Brigada de Instructores de Arte José Martí, transforma su vida y la de sus niños a través de ese noble empeño que nació un día como hoy, alentado por Fidel

Autores:

Yahily Hernández Porto
Yanela Gómez Pérez
Lourdes María Mazorra López

CAMAGÜEY.— «Mi maestra me ha enseñado todo lo que sé, me ha mostrado lo grande que es la música y que puedo aprenderla si pongo interés», expresó Dannia Hernández Socarrás, alumna de Marylín Quiroga Roldán, instructora de arte premiada con el Reconocimiento Especial que otorga la Dirección Nacional de la Brigada José Martí.

Más que enseñar música parece como si esta joven de 22 años, que labora como instructora de la escuela especial Alfredo Gómez, enseñara a amar.

—¿Cómo nació tu pasión por la música?

—Desde mi infancia. Era una niña cuando mis padres cultivaron en mí el amor por la música. A mi mamá le gustaba cantar y a papi tocar la guitarra. Después comencé a participar en las actividades de la Casa de Cultura y así me fui preparando hasta llegar a la Escuela de Instructores de Arte.

—¿Existe alguna fórmula secreta entre los niños y tú?

—Somos una familia y esta es la fórmula secreta, al punto de que siento que he compartido más momentos emocionantes con ellos, que sus padres. Estoy muy motivada trabajando para ellos, porque son los niños, y más los de las escuelas especiales, quienes sin aún imaginarlo, buscan en el arte una forma de expresarse.

—¿Qué significa este premio para ti?

—Sacrificio, porque he trabajado con los niños hasta crear una familia de pequeños artistas. Me ha hecho sentir muy feliz, porque además, pongo el corazón en el arte.

—¿Instructor de arte o educador, cuál de las dos profesiones prefieres?

—Ninguna por sí sola, las dos a la vez. Educador porque no solo instruyes, sino que también ayudas a los niños en su educación formal y desarrollo de valores, e instructor porque a través de esa educación tratamos de convertir sus sentimientos en arte.

—Desde tu experiencia personal, ¿qué le falta al instructor de arte para convertirse en un educador de arte o en un artista que educa con arte?

—Tienes que estar convencido de lo que significas para la sociedad en que vives, y de la doble función que realizas en el aula. Nunca debemos ver nuestra misión como una obligación, sino como una inspiración igual que la que debe tener el maestro y el artista.

—Sin embargo, profesores y creadores no los ven como tal…

—Yo he tenido tan buenos resultados como cualquier maestro de Matemáticas o Historia. Y aunque no estamos ocho horas frente al aula, tenemos la obligación de formar y desarrollar valores y el talento artístico en nuestros alumnos.

—No todos los niños tienen vocación para ser artistas, ¿es esto un reto?

—Sí, tengo muchos niños que no tienen aptitudes, pero para mí lo más importante es el interés. El reto es enseñarlos. Creo mucho en el interés, más que en la aptitud, porque si realmente deseas aprender puedes lograrlo.

—¿Consideras que la enseñanza artística cambia la actitud de las personas?

—Esta enseñanza transforma al hombre. Trato de mostrarles a mis alumnos, al comparar sus vidas con la música, que muchos son los caminos hacia la felicidad.

—¿Cuál es el momento que más te ha marcado?

—Tuve un niñito que no escribía, ni leía, y lo peor: no había en él motivación. Entonces lo incorporé al coro y junto a otro compañero le enseñamos a tocar bongó. Al incluirlo en el conjunto él cambió totalmente, y hoy soy parte de su familia. Tremenda lección me dio mi profesión. Crecí como ser humano.

—¿A quién admiras?

—Respeto a las personas mayores, pero en particular a Papito García, el mejor guitarrista acompañante de Camagüey, una persona maravillosa, un artista integral que sabe apreciar el arte en cualquier manifestación. Él tiene el mérito de enseñarme a no ver la música como un negocio.

«Admiro al maestro de maestros, Martí, por su vida autodidacta y porque dejó escrito el camino para aprender del arte y, a la vez, de cómo debía ser enseñado».

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