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El reto de asumir un nuevo concepto

El matrimonio se ha consolidado como una carta de protección social y ciudadana que garantiza numerosas posibilidades. Establece límites, roles y derechos entre personas, de cara a ellos y de ellos hacia el Estado. La formulación del artículo en el Proyecto de Carta Magna ha generado polémicas. De lo que se trata es de ir rompiendo estereotipos y evitar cualquier forma de discriminación

Autores:

Ana María Domínguez Cruz
Yuniel Labacena Romero

Amor. Esa es la razón fundamental por la que dos personas deciden unir sus vidas y la base sobre la cual, si lo desean, forman una familia. Legalizar esa unión o no, no es lo más importante, piensan algunos, y los juristas insisten en la necesidad de valorar el matrimonio como institución jurídica, garante de derechos para los implicados.

Cuba propone en su Proyecto de Constitución, específicamente en el artículo 68, que el matrimonio es la unión voluntariamente concertada entre dos personas con aptitud legal para ello, a fin de hacer vida en común…, con lo cual se da cauce a la posibilidad del matrimonio igualitario, y es lógico que se despierte la polémica en los debates.

Como señalara recientemente Homero Acosta Álvarez, secretario del Consejo de Estado, en la inauguración del Congreso Internacional Abogacía 2018, el constituyente de hoy estaba colocado ante la alternativa de mantener con rango constitucional el concepto de matrimonio (contenido apenas regulado en las constituciones) o apartarse de ello y dejar a la ley su desarrollo.

«Se optó por mantener esa configuración y asumir el reto del nuevo concepto, a sabiendas de que su inclusión podía generar discrepancias atendiendo a razones culturales, prejuicios y visiones estereotipadas que no se transforman de un día para otro», destacó el también integrante de la Comisión encargada de la reforma constitucional.

«Si la Constitución proclama el reconocimiento con amplitud del derecho de igualdad, por qué debe limitar que personas con diferente orientación sexual puedan alcanzar el matrimonio. Tendrá que seguir este concepto anclado en visiones ya superadas por el tiempo o modificarse y reconocerse como un derecho, al igual que va ocurriendo paulatinamente a nivel planetario.

«Las posiciones frente a esa regulación pasan por los que prefieren mantener el concepto de la actual Constitución; los que favorecen la actual propuesta en el Proyecto; quienes aceptan el reconocimiento civil de las parejas de hecho y no el matrimonio; otros que están de acuerdo, pero limitan el derecho a la adopción y, por último, algunos abogan por el concepto de “dos o más personas”. En fin una diversidad de criterios que han de ser evaluados como otros con el rigor y la profundidad que se requiere», significó.

Una maravillosa forma de comenzar a pensar

Con las ideas explicadas por el Secretario del Consejo de Estado también coincidió Lilian, divorciada y con dos hijos, quien considera que esa variación del concepto de matrimonio es una maravillosa forma de comenzar a pensar. «Cada persona tiene la libertad absoluta de amar a otra y lo más importante es que el cariño prime en esa relación. Si se trata de una pareja del mismo sexo, sigue siendo el amor lo más importante, y si ahora existe la posibilidad de que la protección legal de sus derechos se garantice es mejor».

Refiere que a estas alturas todavía hay quienes creen que la homosexualidad es una enfermedad, sinónimo de promiscuidad, desfachatez y pocos valores morales. «Somos felices en la medida en que podamos vivir plenamente, sin hipocresía y sin mantener apariencias. Este es un paso de avance desde lo social y lo cultural. Hay que darle un reconocimiento al amor, y lo veo justo», afirma.

Por su parte, Mario Román —quien vive hace cuatro años con René Miguel— valora de positivo que se creen estas garantías, aun cuando no manifiestan interés en casarse. «Las relaciones de pareja tienen el mismo valor. Se deben garantizar los mismos derechos para todos y el matrimonio es esa justicia necesaria para cuando uno de los dos falte, el otro tenga protección legal. Cuba siempre ha luchado por la igualdad y no podemos permitir que la orientación sexual de las personas sea causa de discriminación», expresa.

Marta Emilia todavía recuerda con tristeza lo acontecido en su barrio cuando Ángel falleció. «Todos sabíamos que Víctor era su pareja por más de 15 años y que la familia de Ángel siempre le dio la espalda por su elección. Ni siquiera cuando estuvo hospitalizado alguien vino, y mucho menos cuando Víctor estuvo más de un año asumiendo sus cuidados en la casa. Pero cuando Ángel murió enseguida aparecieron sobrinos y primos para quedarse con la casa y Víctor quedó desamparado. Eso estuvo mal y ojalá no se repitan esas historias».

Según Rafael, otro entrevistado, «nuestra sociedad no está preparada para esa modificación del concepto de matrimonio y por tanto debe defenderse el ‘‘diseño original de la familia’’ y lo que plantea la actual Constitución», asegura. «Hay que pensar en la nueva generación, cuando vean a dos hombres o dos mujeres cogidos de mano, en la calle o besándose. Eso estuvo mal visto siempre y lo sigo viendo igual», señala.

Del sondeo realizado por este diario y de los comentarios dejados en nuestra versión digital salen también otros criterios en contra: los efectos negativos en la natalidad, la transformación del modelo tradicional de familia, el problema de la adopción y la propia cosmovisión del mundo. Mientras se esgrimen estas razones en desacuerdo con lo estipulado en el artículo 68, otros opinan que no se puede tratar de prohibir una decisión de índole personal.

Katia, casada por segunda vez, afirma que el mito de que la tenencia de un hijo en un hogar homoparental lo conducirá a la homosexualidad debe desterrarse. «Los que hoy tienen relaciones con personas de su mismo sexo no lo aprendieron en sus casas, donde vivían con su padre y su madre. Además, ese no es el asunto del que habla la reforma constitucional; no hay por qué mezclar las cosas», asevera.

Y Felicia afirma que nuestra sociedad aún tiene que transitar por transformaciones necesarias de su pensamiento. «Hasta en el trato de los hombres hacia las mujeres nos falta mucho; basta con escuchar algunos piropos que llegan a ser ofensivos. La tolerancia no es el concepto, sino la aceptación y el respeto a una convivencia entre todos».

Avance necesario

El Doctor en Ciencias Históricas Julio César González Pagés reconoce que, a cien años de aprobarse en Cuba la Ley del Divorcio, que fue muy controversial, es magnífico que llegue esta buena noticia. «Se coloca al país en una posición de avance, porque es algo que está muy relacionado con los derechos humanos. A nivel global muy pocos países tienen refrendado esto en su Constitución, por lo cual Cuba estaría en ese grupo de los pocos que otorgan ese derecho.

«Ante todo debe primar el concepto de respeto a que todos tengan los mismos derechos. No se trata de imponerse, sino de dialogar entre todos y contribuir a una educación plena entre los ciudadanos. Es loable que en una nación donde existió un arraigado pensamiento homofóbico, se demuestre ahora que existe una voluntad de que eso no vuelva a suceder y que nos perfilamos como una sociedad inclusiva.

«Es importante, además, destacar que no se trata de un derecho solo para las personas lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersex (LGBTI), sino para todos, porque es el respeto a que tengamos todos los derechos. No se trata de que todas las personas salgan corriendo a casarse, pues a muchos, homosexuales o heterosexuales, no les interesa formalizar de esa manera su relación en estos momentos, pero que exista el derecho es lo esencial», señala.

La modificación reflejada en el artículo 68 —que se aparta de la heteronormatividad y el machismo— es coherente con la Conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista, el cual define como principios que sustentan el modelo y sus principales transformaciones el respeto a la diversidad y el enfrentamiento a toda forma de discriminación por el color de la piel, el género, la identidad de género y la orientación sexual.

Es loable que en una nación donde existió un arraigado pensamiento homofóbico, se demuestre ahora que existe una voluntad de que eso no vuelva a suceder y que nos perfilamos como una sociedad inclusiva.

Se debe, asimismo, a una cultura de derechos y de justicia social que la Revolución Cubana ha impulsado y que ha conquistado para su ciudadanía lo que en muchas naciones son garantías impensables, como el aborto seguro, legal y gratuito; igual salario a igual trabajo para mujeres y hombres; licencia de maternidad y de paternidad; servicios de planificación familiar; educación sexual escolar…

Pero hay más elementos. Al decir del también asesor de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades, ello se relaciona «con la política llevada por el país a partir de las campañas que se realizan en contra de la homofobia y la transfobia. Que se legisle muestra que las campañas educativas y de sensibilización sobre el respeto a la libre y responsable orientación sexual e identidad de género funcionan si existe la voluntad política del país y el movimiento de personas».

González Pagés advierte que existe mucha oposición por grupos de personas que solo ven a la pareja como un medio de reproducción o que solo aceptan el esquema de familia de décadas atrás, conformado por mamá, papá y los hijos. «No comprenden que la familia en la actualidad comprende a los abuelos, los tíos, la madre soltera, entre otros arquetipos, y que la legalización de una unión no conlleva, obligatoriamente, la tenencia de los hijos.

«Este proceso no debe acarrear agresiones, ofensas ni imposiciones. Todos los procesos tienen personas a favor y otras en desacuerdo, que también están incluidas, pero al final la lógica de un país instruido, educado, con un alfabetismo elevado, traerá consigo que la razón va a prevalecer, como ha sucedido con otras leyes.

«Los nuevos derechos del siglo XXI no pueden asustarnos. No somos un país retrógrado porque una parte de la población esté en desacuerdo, al contrario. Existe la diferencia y de lo que se trata es de argumentar, de convencer, de dialogar y en ningún caso imponer a la fuerza».

Recuerda el especialista que Cuba siempre fue un país de avanzada, con polémicas y enfrentamientos con respecto a muchos temas, como la discriminación racial y de género. «Todo movimiento genera estas reacciones y hay que estar preparados para eso. Algunos creen que descenderá la natalidad en el país porque consideran que este es un proceso de proselitismo al matrimonio entre personas del mismo sexo, pero resulta un error, no es así.

«Se trata de legalizar las uniones que ya existen, y que las personas no se sientan desprotegidas», advierte el especialista, quien asegura estar orgulloso de que «nuestro Proyecto de Constitución sea de avanzada y revolucionario, entre otras razones por hacer esta modificación, que demuestra que tenemos una sociedad con todos y para el bien de todos, como se plasma en el Preámbulo del Proyecto».

Legalidad útil

Según se apunta en el expediente Deconstruyendo mitos en torno a las parejas del mismo género, del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), los escasos trabajos realizados en el país denotan la existencia de características similares entre las familias compuestas por heterosexuales y por homosexuales (compromiso, capacidad para resolver conflictos, distribución de roles y funciones, sentimientos compartidos e intimidad, entre otros indicadores).

Los criterios compartidos por los entrevistados con los cuales este diario dialogó, al igual que el artículo 68, son coherentes con otros postulados del Proyecto de Constitución, en particular con el artículo 40, cuando plantea que «todas las personas son iguales ante la ley, están sujetas a iguales deberes, reciben la misma protección y trato de las autoridades y gozan de los mismos derechos, libertades y oportunidades, sin ninguna discriminación por razones de sexo, género, orientación sexual, identidad de género, origen étnico, color de la piel, creencia religiosa, discapacidad, origen nacional o cualquier otra distinción lesiva a la dignidad humana».

Quizá por ello, Gina, unida en pareja con Dania desde hace tres años, no correrá hacia un bufete a legalizar su unión. «No nos interesa casarnos, pero es un derecho, una protección, una opción para quien lo necesite en su historia de vida; y que nuestra Constitución, como otras en el mundo, lo incluya, tiene mucho valor».

Otro de los entrevistados nos dice: «Los estigmas y los esquemas sociales deben desmoronarse, porque el trato entre las personas es hostil en ocasiones, de manera injusta. No es necesario esconderse si se quiere a alguien y el actuar de manera limpia es lo que favorece la convivencia pacífica. Cuando pasen diez años, podremos analizar qué ha pasado en la Isla y si el tabú persiste, pero reconocer jurídicamente lo que ya existe es un paso de avance».

El Derecho no puede permanecer esclavo perpetuo de rezagos sociales, aún cuando en un momento pueda entrar en colisión con parte del espectro social. En su misión transformadora le corresponde también impulsar el desarrollo.

En tal sentido la Doctora en Ciencias Jurídicas Olga Mesa Castillo, profesora titular y consultante de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana, rememora que desde la promulgación, en 1975, del Código de Familia como texto legal independiente del Código Civil, nuestro país se adelantó en regular a instituciones como la del matrimonio civil, de manera liberadora, despojándolo del requisito de la capacidad físico-sexual; del divorcio por justa causa, y sin culpabilidad; y de una especial normativa sobre la unión de hecho, igualándola al matrimonio civil.

La también Presidenta de la Sociedad Cubana de Derecho Civil y de Familia, de la Unión Nacional de Juristas de Cuba, comenta que además se introdujo la protección al concubinato, y el país fue pionero en incluir en su Constitución de 1940 la equiparación de la unión de hecho al matrimonio civil.

«El matrimonio en Cuba hoy es una unión voluntaria, sin un sentido contractual, legal o de negocio, y no está exento de deberes y derechos. Se legisla que ante la muerte de uno de los miembros de la pareja, el que sobrevive está amparado por la ley para el disfrute de algunos beneficios económicos o materiales», refiere.

Lamenta la Premio Nacional de Derecho que, en sentido general, la población no se haya preocupado por conocer sobre legalidad y peor aún, que muchos hayan decidido vivir fuera de ella, no solo en lo concerniente al matrimonio sino también a la paternidad.

«El matrimonio significa que tienes la fortuna de contar con una persona en tu vida, que te protege además desde el punto de vista material. Como unión consensual, ya existen parejas del mismo sexo que viven juntas y si ansían formalizarla ante la ley, no veo problema en ello. Al contrario, los problemas sobrevienen si se quiere recurrir a la ley cuando ya no tiene remedio».

La incorporación de un concepto más amplio de matrimonio es solo el primer paso en el camino hacia la aprobación de una nueva Constitución que asegure mayores garantías jurídicas para la población Lgbti en específico. Como ha alertado Mariela Castro Espín, directora del Cenesex, con el artículo 68 no se trata de restar derechos a las parejas heterosexuales, sino de dárselos a quienes los tenían negados.

Ya lo recordó Homero Acosta Álvarez: «No es la primera vez que se está ante estos desafíos. Recordemos en la historia los conflictos para reconocer el derecho al voto de las mujeres, o la instauración del divorcio o, en nuestro caso, incorporar la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer y la responsabilidad igualitaria de los cónyuges, conforme a nuestro Código de Familia.

«En nuestra opinión, el Derecho no puede permanecer esclavo perpetuo de rezagos sociales, aún cuando en un momento pueda entrar en colisión con parte del espectro social. En su misión transformadora le corresponde también impulsar el desarrollo», manifestó.

Julio César González Pagés. Foto: Roberto Ruiz

Olga Mesa Castillo. Foto: Tomada de Radio 26

Estabilidad social y sicológica

El matrimonio fue en sus inicios y se ha consolidado como una carta de protección social y ciudadana que garantiza numerosos derechos, sobre todo cuando se entiende que este, en sí, es un contrato legal y emocional que establece límites, roles y derechos entre personas, de cara a ellos y de ellos hacia el Estado.

Así expresa su criterio la sicóloga Dachelys Valdés Moreno, terapeuta que trabaja con familias homoparentales en el Centro de Orientación y Atención Sicológica Alfonso Bernal del Riesgo, ubicado en calle 19, entre K y L, en el capitalino Vedado.

«En sus principios este contrato era establecido por terceros, como los padres o los familiares responsables. Su objetivo, principalmente, era asegurar alianzas o tratados que garantizaran la seguridad y estabilidad política y económica. Muchos de esos preceptos se reforzaron y se mantuvieron con el paso del tiempo, llegando a constituirse el matrimonio en un garante de estabilidad social, ya no solo para terceros, sino para los miembros de la pareja.

«Las miradas hacia el matrimonio son múltiples. Desde una perspectiva biológica, engloba una función específica relativa a la formación de la familia y con esto, la continuidad de la especie. Sin embargo, los avances sociales le han otorgado al matrimonio una simbología más inclusiva, que puede o no contemplar la reproducción y sí la posibilidad de conformación de un núcleo familiar».

La especialista comenta que no todo matrimonio conlleva a la descendencia, y que incluso esta puede lograrse fuera de él y de cualquier otro tipo de contrato social o emocional. «Personas que bajo el acto del matrimonio luego no tienen descendencia, son considerados una familia. La solicitud de una licencia o permiso que debe pedírsele al Estado, para llevar a cabo el matrimonio, otorga al acto un carácter civil y por tanto ciudadano, a ese acto de compromiso.

«La significación sicológica que le atribuimos varía en tanto culturas, relaciones y propósitos, pero muchas veces lo que representa en función del individuo y la pareja, es un estado de estabilidad, tranquilidad y seguridad. Cuando solo se ofrece la posibilidad de efectuar el matrimonio con una condicionante de género, estamos negando a personas con sexualidades que no son la heterosexual y que sienten la necesidad y el derecho a estar protegidos legalmente, a ser reconocidos dentro de una relación de pareja en su sociedad, lo cual deviene clima positivo de seguridad sicológica que brinda apoyo a muchas parejas y los ayuda a tomar decisiones vitales para su futuro».

Con relación a la crianza de hijos en el seno de una familia homoparental, Valdés Moreno subraya que la sociedad cubana aún está inundada de prejuicios y persisten en ella mitos que condicionan, todo el tiempo, el juicio desmedido hacia esos niños. «Es esencial insistir en que la orientación sexual no se imita ni se hereda. Lo que se ha constatado es que los niños que crecieron con parejas homosexuales son más tolerantes y respetan más la diversidad», señala.

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