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Salvando el amor: Los miedos del Doctor Papá

Dos jóvenes médicos cubanos que han combatido la Covid-19 desde diferentes regiones comparten un sentimiento similar: el orgullo de la paternidad y los miedos que llegan junto a la hermosa aventura de ser padres

Autor:

Liudmila Peña Herrera

Rebasan, por poco, los treinta años. Ambos son de esos valerosos médicos cubanos que, en los últimos meses, le han plantado batalla a la Covid-19. Son de los «duros», de esos que, aun sabiendo lo mortífera que es la enfermedad, la han encarado con el coraje de quien ama su profesión y defiende la vida.

Ellos no se conocen. No han hablado nunca. Quizá ahora, cuando lean sus testimonios de amor, se busquen para intercambiar saberes y contarse esos legítimos temores que no se andan narrando cuando se es un hombre adulto, y padre, por demás; pero que ambos han acordado declararle a esta reportera: los miedos de papá. 

Rubén Alejandro 

Al especialista en Medicina General Integral, Rubén Alejandro Suárez Ricardo, su hija Ángely Alejandra no se lo puso fácil. A sus tres años, la pequeña, que no entendía muy bien por qué su papá no regresaba a casa al atardecer, le negaba con la cabecita repleta de rizos rubios diciéndole que no podía hablar, y se echaba a llorar frente a la pantalla donde lo veía mientras duraba su trabajo en el Hospital Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez, de Holguín, donde se atendía a pacientes sospechosos de padecer la Covid-19.

«Se ponía nerviosa, se tapaba los ojos, me decía que me extrañaba y le sudaban sus manitos. Eso me conmovía tanto que a cada segundo pensaba en ella y en mi familia, y me cuidaba más, cumpliendo estrictamente con las normas de bioseguridad para no enfermar y poder regresar a casa para darle a mi pequeña todos aquellos besos que me pedía diariamente», recuerda el doctor Rubén Alejandro, quien hoy está de vuelta a sus quehaceres cotidianos y se encuentra terminando el segundo año de la residencia de cirugía general.

Foto: Cortesía del entrevistado

A sus 32 años de edad, el joven ha enfrentado no pocos retos profesionales, sobre todo en los últimos tiempos, pues durante 28 días trabajó como integrante de la primera brigada que atendió a pacientes sospechosos y algunos positivos a la Covid-19 en el Hospital Clínico Quirúrgico Lucía Íñiguez, hasta su traslado definitivo al Hospital Militar de Holguín.

«Las primeras horas de trabajo era muy agobiantes, por el calor que existía en ese momento, hasta que la mente y el cuerpo se adaptaban a la vestimenta protectora; pero llegaba el momento en el que todas esas preocupaciones pasaban, con tan solo pensar en mi pequeña Angy, pues sabía que de esa forma estaba tratando de cortar la cadena epidemiológica y que así iba a contribuir a que mi niña no enfermara», cuenta el doctor holguinero.

Foto: Cortesía del entrevistado

Ahora que la ciudad de Holguín se encuentra en la fase uno de la primera etapa de recuperación pos Covid-19, sin olvidar los peligros que implica una pandemia como la que vive el mundo, el papá Rubén Alejandro vuelve a las preocupaciones y los temores iniciales que le asaltaron desde el día en que acompañó a su esposa Roseli, para ver nacer el mejor de sus frutos.

«Cuando me convertí en papá fue algo muy emocionante, pero ahí mismo comenzó la incertidumbre sobre cómo iba a enfrentar la paternidad y si estaba preparado para educar a una pequeña. Ahora, cuando veo a mi hija crecer, me asaltan otras inquietudes, sobre todo cómo será el futuro que le reserva la vida a esta nueva generación, porque la tecnología y la música van influyendo mucho. Por eso me preocupo por tratar de ser un mejor padre cada día y enseñarle a ella todo con mucha dedicación para que su futuro sea como lo deseamos su mamá y yo».

Foto: Cortesía del entrevistado

Antonio

«Papá, cuídate. Te quiero mucho mucho. ¡Vuelve!», le dijo la pequeña Alexa, abrazada a su cuello, antes de que él partiera a la isla caribeña de Santa Lucía, como parte de la Brigada Médica Cubana que iría a combatir la Covid-19. Además de su misión profesional, el joven doctor Antonio Tejeda Mesa, de 31 años de edad, llevaba la orden de su hija como amuleto y resguardo.

Foto: Cortesía del entrevistado

El doctor Tejeda, especialista en Medicina General Integral, dice que sí, que «es difícil, de veras, estar tan lejos de su hija en medio de esta pandemia. No dejo de pensar y de estar preocupado. Tengo total confianza en el sistema de salud cubano, pero sé lo terrible que puede llegar a ser esta enfermedad y los daños que ha causado y causa a la humanidad».

Antonio no lo niega: los padres también temen, y mucho. Desde el principio, cuando supo que iba a ser papá, sintió ese cúmulo de dudas que solo un progenitor genuinamente amoroso puede experimentar por la semilla que sembró:

«Sentí temor, más que todo, de no tener la madurez suficiente para ser padre; de si estaba o no preparado para traer al mundo a un ser hermoso que te cambia la vida por completo, que necesita amor, pasión, dedicación y, muy importante, una buena educación sobre sentimientos, el amor a la vida y hacia las personas, los valores que son tan necesarios en nuestra sociedad; temor sobre cómo darle un mundo perfecto que, creo yo, todo niño y niña del mundo merecen». 

Foto: Cortesía del entrevistado

Antonio Tejeda Mesa se graduó de Medicina en el 2013, y aunque su pueblo natal es Manicaragua, en Villa Clara, en la actualidad reside en Sancti Spíritus. 

Cuando el 27 de marzo último partió hacia Santa Lucía a enfrentar la pandemia, la mayor preocupación fue su niña, pues era consciente de los peligros a los que se iba a exponer. Desde aquella isla caribeña, el joven doctor cuenta:

Foto: Cortesía del entrevistado

«He visto niños enfermos y me ha tocado atenderlos en medio de esta situación. Hace poco tuvimos un pequeño de siete años en Cuidados Intensivos. Es difícil manejar sentimientos y realizar nuestra labor como profesional médico al mismo tiempo, y más cuando la vida de un niño depende de nosotros; pero ahí se unen la práctica médica y el sentimiento de padre para superar las situaciones y luchar para salvarlos».

Desde la distancia, el doctor Tejeda sonríe cada vez que escucha la vocecita infantil de Alexa, o se seca una lágrima furtiva que nace cuando la ve, ataviada con la bata de médico y el estetoscopio, diciendo: «Si papá está viendo enfermos, yo también». Entonces recuerda la misión que ella le encomendó al partir y el compromiso que él mismo adquirió cuando supo que sería padre.

Foto: Cortesía del entrevistado

Puede ver aquí todos los trabajos publicados de la Serie Multimedia: Cuba Salvando el Amor

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