Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Fuerte y claro se escucha la misión

En Guantánamo, más de 3 000 jóvenes de diferentes sectores se suman a la producción de alimentos 

 

Autor:

Haydée León Moya

GUANTÁNAMO.— Siempre llevan encima, y a todas partes, el entusiasmo de sus años y la satisfacción por el aporte necesario, pero esta vez les acompaña, además, el incentivo de una circunstancia especial impuesta por la pandemia que, aunque ha perdido terreno en el país, sigue demandado mucho esfuerzo para controlar su expansión.

Militantes de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) en abrumadora mayoría, miles de muchachas y muchachos de esta provincia oriental han respondido a múltiples urgencias vinculadas con el enfrentamiento al nuevo coronavirus. En las pesquisas, en el loable quehacer como mensajeros del Sistema de atención a la familia, en la supervisión de las medidas de ahorro de electricidad, y en el noble gesto de donar su sangre, ahí ha estado y está la juventud guantanamera.

 Pero se hacen sentir especialmente en el apoyo a la producción agropecuaria: más de 3 000 se movilizan en esta labor, esencial para asegurar la sostenibilidad económica y alimentaria del país.

Amanecer al pie del surco

Apenas amanece en Carreterita (a unos tres kilómetros del sur de la ciudad del Guaso) cuando una de las brigadas organizadas por la UJC al calor del movimiento Jóvenes por la vida, hace su entrada a los predios de la Cooperativa de Crédito y Servicio (CCS) Luis Rustán, cuyas producciones, fundamentalmente de viandas y hortalizas, se destinan a mercados y placitas de esta urbe, la sexta más poblada del país.

Los veo acercase al surco con tanta disposición y orden que se me antoja una actitud condicionada por la presencia esa mañana de Yannara Concepción Domínguez, miembro del Buró Nacional de la UJC, y los máximos dirigentes juveniles del territorio. Así lo digo en voz alta, pensando que la persona a mi lado —cuya identidad hasta ese momento desconocía—, confirmaría mi sospecha.

«No, qué va, cada vez que vienen, y es bastante seguido, entran al campo con las mismas ganas; lo que se planifica para cuatro horas lo liquidan en dos y con la misma calidad de cualquier campesino habitual. A veces tengo que preguntar quiénes son los dirigentes, porque se meten al campo sin hacerse notar. Aquella, la rubia alta, sé que es de la Juventud nacional porque me lo dijeron», riposta la mujer.

Después de la vergüenza por mi anticipada duda, le pregunto: «¿Y usted quién es?, ¿qué hace aquí?». Con una sonrisa, informa: «Me llamo Gleydis Guilarte Rodríguez y soy la jefa de esta finca. Y me disculpa, que voy a organizar el trabajo».

La joven, ingeniera agropecuaria, explica al grupo: «Hoy la tarea es llenar 4 000 bolsos de polietileno con materia orgánica para posturas de frutabomba. Sembraremos cebollino en aquella área que ya está, como ven, lista, así que se van a enfangar un poco. Algunos varones irían a chapear aquella parte llena de malezas, porque allí vamos a montar otra casa de cultivo, ¿me escucharon?».

«Fuerte y claro», responde muy cerca  un joven de pelo rizo atado con una felpa en medio de la cabeza e imaginativos y finos trillos que descubren no solo su cráneo, sino también la creatividad de su barbero.

 «Soy del Inder y estar aquí hoy, como en las demás tareas productivas en que he participado, me proporciona felicidad, porque siento que estoy donde me necesita  la Revolución. Me han comentado que por esta zona viven muchos jóvenes, pero no se incorporan al trabajo; creo que nosotros tenemos que tratar de sumarlos», dice Kioban Naranjo Neyra, de 23 años de edad y trabajador de un combinado deportivo en la ciudad de Guantánamo.

Jorge Luis Muñoz Cajigal, licenciado en Cultura Física que se desempeña habitualmente como entrenador en el combinado deportivo Norte-Los Cocos, expresa de peculiar manera el valor de esta contribución: «Si la cosa está mala en las placitas, hay que sumarse para que no sea peor cuando pase la pandemia; ese es el grano de arena que todos debemos aportar ahora para no lamentarnos después».

Gabriel Iríbar Tarruella, estudiante de 4to. año de Medicina, piensa en esa misma cuerda: «Se avecinan momentos difíciles a nivel mundial y nuestro país debe ganar independencia y seguridad alimentaria. Un poquito por aquí, otro por allá, desyerbando áreas hoy, sembrando cebolla, boniato, plátano, como hemos hecho ya, así ayudamos».

Elianes Sánchez Morgada, profesora de una secundaria básica, reafirma que estos «son momentos de demostrar nuestro compromiso con la Patria. Hemos trabajado en el naciente polo productivo cercano a la comunidad de Paraguay, y en varias CCS sembrando plátano y yuca. Me siento muy bien cuando termina la jornada».

Raudenis Salas Hartemán, primer secretario de la UJC en la cabecera provincial, donde es más fuerte el movimiento, nos actualiza sobre el alcance de esta iniciativa juvenil: «En el municipio tenemos constituidas 12 brigadas con militantes y no militantes de la UJC, de diferentes sectores. Todos los fines de semana se vinculan con tareas productivas en cuatro cooperativas agropecuarias y en áreas de polos productivos en desarrollo».

Posturas y gente buena

Los muchachos en acción, y la jefa de la finca de un lado a otro, corrigiendo el tiro de los brigadistas y animándolos con un buchito de café o de té de albahaca que una joven trabajadora de la cooperativa prepara bajo un árbol.

Voy tras ella y me explica la importancia de la labor: «Aquí siempre hay mucho trabajo. Esta es una finca de uso colectivo, o sea, que producimos posturas de diferentes cultivos para campesinos de las cuatro CCS más próximas a la ciudad».

Al pie de un improvisado fogón donde arde la leña y se cocina un atol criollo para la merienda, la ingeniera aporta otras particularidades de la finca: «A la técnica que empleamos para la producción de posturas se le llama cepellón o a raíz cubierta, porque la tierra se deja adherida a las raíces para trasplantarlas, lo cual es muy ventajoso porque evita el estrés del trasplante, es más cómodo para trasladar las posturas en una caja y, si por determinadas razones no puede sembrarse ese día, pueden esperar 72 horas sin ningún tipo de afectación».

«A veces los campesinos vienen a buscarlas cuando ya tienen entre 40 y 60 días e incluso ya en etapa de floración. Así le ahorramos ese período que hubiese estado la plantica en el campo expuesta a situaciones hidrometeorológicas adversas o al ataque de plagas y enfermedades».

Agrega la entusiasta jefa que además de la producción de posturas, la finca cuenta con una casa de cultivo tapado con una variedad de tomate muy buena: «Se da en racimos grandísimos y los frutos tienen una masa muy concentrada. Una parte va para el turismo y otra para las comunidades cercanas.

«Y tenemos en perspectiva hacer más. Ahí donde chapean ahora los muchachos vamos a montar dos casas de cultivo con el mismo destino. Cuando vienen las brigadas de la Juventud para mí es estupendo; son alegres, pero organizados y trabajadores, esa es la gente buena». afirma.

LLegó para quedarse

Al opinar respecto al empuje del movimiento, la dirigente juvenil Yannara Concepción Domínguez explica que desde que comenzó el enfrentamiento a la COVID-19 estas brigadas en todo el país se han distinguido por asumir otras disímiles tareas, como el lavado y llenado de pomos de hipoclorito de sodio y el apoyo al orden interior.

«En Guantánamo, esta iniciativa tiene la particularidad de lograr no solo importantes movilizaciones en diferentes frentes, sino de responder en todos los municipios a las urgencias y necesidades que establecen en los consejos de defensa».

«Hoy tenemos más de 800 brigadas en el país. Es una tarea que llegó para quedarse como línea de trabajo y estrategia de la juventud comunista en su aporte efectivo a la economía del país. Además, porque no hay nada más gratificante que la convicción de estar en el lugar necesario en cada momento», afirma la dirigente juvenil.

 

Integrantes de las brigadas jóvenes por la vida, en Guantánamo, proceden de diferentes sectores, incluyendo el estudiantil, y se vinculan fundamentalmente con las labores de cooperativas agropecuarias y polos productivos en desarrollo. Fotos: Yleana Rodríguez Acosta

 

 

 

 

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