Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Tú, yo y nadie más

¿Cuán «seguros» estamos si practicamos el sexting? ¿Por qué lo hacemos? ¿Existen unas vías más confiables que otras? ¿Alguna legislación penaliza la divulgación de lo ajeno, de lo íntimo? Juventud Rebelde busca respuestas entre adolescentes, jóvenes y especialistas

Autores:

Ana María Domínguez Cruz
Luis Raúl Vázquez Muñoz
Lisandra Gómez Guerra

«Mira quién menea la batea en un archivo digital
Y aunque tenga pena ajena no se deja de mirar…
¿De quién fue la idea,
La buena, la mala, la idea
La simple idea?».

Ojeo, canción de Israel Rojas

 

Todo empezó como un juego. Tras la salida de la escuela iban para la casa de ella. Descubrieron que el paso del tiempo se hacía más placentero tomándose fotos. «Comenzamos por poses normales. Me ponía la ropa de los 15. Luego pasamos a otro nivel. Nos gustaba a los dos y mis amigas me contaban que también lo hacían», cuenta ella ahora tres años después. Aún pesan las palabras.

A las instantáneas con vestidos, shorts y pantalones de estreno, le siguieron las imágenes con ropa íntima. «No fue algo pensado… Entre cambio y cambio, posé en blúmer y tapándome los senos con las manos. A esa foto le siguieron otras, hasta que…».

Necesita callar. Todavía recuerda cuando su amiga le dijo que mediante la aplicación Sijú habían llegado varias de sus fotos «comprometedoras» a su celular. «Las tiene todo Sancti Spíritus y se te ve todo, me dijo y lloré. No sabía qué hacer. La suerte fue mi mamá».

Llegaron los días de no querer salir de casa, permanecer durante horas acostada, evitar a las amigas, dejar de sonreír… «Me llevaron al sicólogo. Conversamos bastante durante varios turnos. Mami también me habló bastante. Empecé a salir solo con ella hasta que salí con mis amigas.

«La relación con el muchacho, por supuesto, se acabó. Él me juró que no había compartido las fotos. Dijo siempre que se las habían tomado del teléfono por el Zapya, pero me di cuenta de que ambos fuimos irresponsables. Lo pagué caro».

Esta adolescente, como muchas otras personas (incluso adultas) fue víctima de la poca discreción o el descuido de su novio con respecto a las imágenes que guardaba de la intimidad compartida. Otras historias pueden ser peores.

El sexting, término asociado a la unión de los vocablos en inglés sex y texting (sexo y envío de textos) es parte de esa comunicación que facilitan las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), y que se realiza de manera consciente por quienes así lo desean.

El peligro radica en violentar la confianza y transgredir los principios elementales de la comunicación privada, y no pública, al ignorar que si difundimos aquello que otra persona nos comparte sin su consentimiento, además de incurrir en una práctica punible, la exponemos a una situación sicológicamente compleja, porque quedar al descubierto genera ansiedad, angustia, vergüenza, temores, depresión e incluso, en no pocos casos, ha provocado hasta intentos de suicidio.

¿Cuán «seguros» estamos si practicamos el sexting? ¿Por qué lo hacemos? ¿Existen vías más confiables que otras? ¿Alguna legislación penaliza la divulgación de lo ajeno, de lo íntimo? Juventud Rebelde busca respuesta entre adolescentes, jóvenes y especialistas ante una práctica que ha crecido en estos tiempos de pandemia.

Tecnología y pudor: ¿Existen límites?

Si compartimos aquello que otra persona nos comparte sin su consentimiento, además de incurrir en una práctica punible, la exponemos a una situación sicológicamente compleja. Foto: Enrique González Díaz.

Un fenómeno tan delicado como el sexting, al repercutir en lo más íntimo de las personas, se convierte en ocasiones en un tema tabú. Incluso el término no es tan conocido como a primera vista pareciera; sin embargo, no son pocos los que lo practican, aunque les cuesta reconocerlo públicamente.

Algunos jóvenes compartieron sus experiencias con este diario a cambio de permanecer en el anonimato. Aunque ninguno ha pasado por el mal rato de ver difundidos sus fotos y videos íntimos, sí están conscientes de que es un riesgo potencial y que se deben tomar precauciones.

Rudy, un estudiante universitario avileño, reconoce que esta práctica está muy de moda en las parejas jóvenes, principalmente por las medidas restrictivas que han sido decretadas a causa de la COVID-19.

«No suelo hacerlo, pero cuando mi novia estuvo en cuarentena, era imposible mantener cualquier tipo de contacto personal, y comenzamos a practicar sexting. A veces lo seguimos haciendo, pero luego intercambiamos los móviles y eliminamos los contenidos que puedan ser comprometedores», explica Rudy.

Eli, una joven espirituana de 20 años, cuenta sus experiencias a través de WhatsApp, la aplicación de mensajería mediante la que comparte con su pareja textos, fotos, videos y audios eróticos. Para ella, en estos tiempos de pandemia el sexting mantiene la chispa.

«No le mandas desnudos a cualquiera. En mi caso particular, solo lo he realizado con dos novios, y siempre hubo confianza y respeto, así que no tuve problemas», comenta. «Casi siempre envío mensajes: es más sencillo y rápido. Con los videos resulta más difícil, porque con los datos móviles no hay bolsillo que aguante eso.

«Siempre evito que se vea mi rostro si mando fotos de mis genitales. En realidad no tengo complejos con mi físico, para mí no es un problema que otros lo vean; pero sí me dolería mucho, por la confianza traicionada», asegura esta joven.

También Maikel, quien estudia en la Universidad de La Habana, está de acuerdo en que el sexting debe practicarse de modo responsable, con mucho cuidado, para evitar malos momentos: «No enseñar la cara, no mostrar tatuajes ni otros elementos que te identifiquen, hacerlo únicamente con personas que conozcas, tratar de que los mensajes luego sean borrados… Pero siempre hay riesgos», explica.

«A pesar de estas medidas, que todos deberíamos asumir, conozco a personas que se hacen fotos comprometedoras estando borrachas, y luego sufren muchísimo porque esas imágenes son divulgadas sin su consentimiento», advierte.

«Mi esposo es muy conservador y ese tipo de cosas me daban pena, porque no sabía si lo iba a aceptar. Sin embargo, en ocasiones pasamos mucho tiempo sin vernos y ambos tenemos necesidades… Descubrimos Telegram, que tiene la opción de crear chats secretos y de enviar contenido que luego se autodestruye. Nos sentimos seguros», explica Yohana.

«Supe de una amiga que le pasó fotos a alguien que las filtró, y ahora está en una aplicación móvil llamada Mujeres sexys de Ciego de Ávila», confesó. Por su parte, Jennifer afirma que hay una gran presión alrededor de este tema. «Una amiga tenía una relación a distancia y, como no accedió a una videollamada para sexting, él nunca le volvió a hablar. Es duro, pero es así», agrega.

Daniel, estudiante de la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, vive en Santa Clara y revela que conoce a algunos hombres que se dedican a coleccionar las fotos que se riegan. Hasta las organizan: algo así como «Menganita del reparto Tal, escuela Tal, Santa Clara». Así las clasifican. Algunas de las muchachas terminan enterándose, pero muchas no se imaginan que tienen fotos íntimas circulando por la calle».

No demonizar, educar en responsabilidad

«No podemos condenar el sexting porque es también una forma de concretar la sexualidad y existe la aceptación y responsabilidad de las partes involucradas. Si la pareja encuentra placer y reconocimiento en esta práctica, no se debe juzgar. El problema surge cuando ocurre una vulneración de la privacidad por parte de algunos de los implicados y cuando los materiales intercambiados se utilizan como instrumento de poder para lograr algo».

Así reflexiona el sicólogo Dani Rodríguez Ceballos, especialista de los Programas de Salud Mental del Departamento Provincial de Promoción de Salud de Ciego de Ávila, quien advierte que entre los adolescentes no existe una percepción construida de lo correcto o lo incorrecto, de lo público y lo privado.

Son conceptos que se encuentran en construcción en esa etapa de la vida; no lo tienen bien delimitado y por lo tanto entran en una fase de experimentación que puede conducir a la vulneración de su privacidad con todo lo que eso trae asociado, aclara el también jefe del Grupo Provincial de Sicología de la Salud.

«Además esas formas de extorsión comienzan por una seducción y no se puede olvidar que las redes sociales son un espacio construido por los usuarios. Pienso que el sexting no puede ser demonizado, pero hay que actuar de manera responsable. Educar, pensar la enseñanza desde el muchacho y no tanto del que se para delante desde la posición de que yo tengo la razón y sé más que tú. Sencillamente, te van a escuchar, pero no te seguirán.

«Con las TIC estamos ante una nueva sensibilidad, ante una nueva manera de relacionarse. Si eso no se entiende, buena parte de lo que vas a decir caerá al vacío, incluyendo los consejos para manejar de manera correcta el sexting».

Escuelas e intimidad: Primer espacio de temor

En no pocas ocasiones es la escuela el primer lugar al que no se quiere ir cuando se sabe que fotos o videos íntimos han sido divulgados. Este equipo de reporteros tuvo conocimiento de más de una historia que terminó en acoso físico o sicológico (bullying), «porque a esa hora se burlan de tu cuerpo» y proliferan comentarios hirientes y faltas al respeto.

Los padres se alarman ante el rechazo al centro docente, indagan y en el mejor de los casos buscan la ayuda profesional adecuada. Cuando la víctima calla, es mejor preocuparse más. En algunos casos, hubo quien quiso «desaparecer del mapa».

Progenitores y maestros deben darse la mano en la detección de conductas sospechosas y en el interés por hallar la causa de una conducta atípica en alguno de sus estudiantes. Por eso conversar con la profesora Yamila Ferrá Gómez, del politécnico Félix Varela, en la ciudad avileña de Morón, arroja luces.

—A su criterio, ¿cuáles son las causas de esta práctica?

—Las causas son múltiples y se han acrecentado con el aislamiento por la COVID-19. Uno de los motivos es el aumento del número de relaciones a distancia; la imposibilidad de asistir a lugares que permitan el intercambio erótico o sexual asequibles a los adolescentes. El aislamiento ha influido mucho.

—¿Conoce algún caso en que se haya afectado la privacidad de los jóvenes, especialmente de las muchachas?

—Sí, conozco una adolescente que comenzó a chatear con un joven por la plataforma Todus y quedaron en una cita. Cuando la joven conoció personalmente al muchacho no quiso continuar la relación y eso se convirtió en un tormento para ella. Diariamente recibía mensajes de texto y audios ofensivos. Cuando lo bloqueó, entonces él la acosaba en la escuela. Se intervino el caso mediante la sicopedagoga, la familia y su profesora guía. El joven fue advertido por la PNR porque la muchacha era menor de edad.

«Conozco otro caso de “sextorsión” ocurrido cuando una pareja de adolescentes rompió su noviazgo y las fotos que se habían tomado mutuamente se utilizaron como forma de chantaje y atadura. La amenaza era que se publicarían en las redes sociales. Curiosamente, la chantajista era la muchacha.

—¿Cómo manejar el fenómeno del sexting?

—El sexting debe ser conversación recurrente con los adolescentes. Hay que educarlos. Erotismo y pornografía son conceptos distintos. En nuestro país los adolescentes utilizan el Todus y esa plataforma también permite socializar algunas películas cuyo contenido es dudoso.

«No estoy absolutizando ni quiero denigrar a esta plataforma, porque también WhatsApp y Telegram son medios para el intercambio de este tipo de información. Debemos insistir en los riesgos que rodean a fenómenos de este tipo: la extorsión, viralización y la suplantación de la identidad, por citar algunos».

El ojo del amo

Hace cinco años que la estudiante de secundaria básica Anaira Melissa Navarro Silva tiene cuenta en Facebook. Su mamá, Ariadna Silva Arocha, puso las reglas desde el principio. «No aceptes solicitudes de amistad sin mi consentimiento y no pidas tú tampoco. Como se conectaba entonces en mi trabajo sabía lo que hacía», recuerda.

Ese primer acercamiento al mundo digital despertó el interés en la entonces niña Anaira. De ahí que dedicó varias horas a realizar la investigación El impacto de las redes sociales en los adolescentes. Sin proponérselo   ni imaginárselo, dicha propuesta le permitió ser la única pionera del país en asistir al 1er. Foro de Gobernanza de Internet, en 2019.

En sus páginas auscultó a Facebook, Instagram, Snapchat, Twitter y YouTube, desde sus ventajas y desventajas. «Cuando mi generación empezó a utilizar las redes sociales, nuestros adultos más cercanos no tenían todos los conocimientos para guiarnos. Tuve ventaja porque mi mamá sí conocía y me habló siempre de lo que podía encontrar allí», refiere Anaira Melissa, ya con 15 años.

Ariadna, la madre de Anaira, asevera que «los padres tenemos que estrechar las relaciones de confianza porque ellos viven casi más en internet que en otro sitio y mucho más en este tiempo pandémico, donde la socialización cara a cara es casi imposible. Le recuerdo siempre que tenga sus contraseñas y que su celular es propio, no se presta». 

Leyes ¿desnudas?

La «pornovenganza», el acoso tecnológico, el chantaje y otras expresiones de violencia, fundamentalmente hacia las mujeres, han salido del sexting. Sin embargo, el concepto no está incluido en la legislación cubana, aunque se les puede dar tratamiento a las víctimas.

La máster en Derecho laboral, Liset Mailen Imbert Milán, afirma que como el impacto de las TIC ha cambiado nuestra realidad y sociedad, la concepción tradicional que hasta ahora tenemos del Derecho también debe modificarse.

«En ocasiones las TIC han supuesto un nuevo medio para la comisión de clásicos delitos, mientras que en otras esta nueva realidad ha dado lugar a figuras delictivas que hasta su irrupción eran inexistentes o desconocidas para la sociedad y para los juristas».

Explica que al no existir la tipificación del delito relacionado con el sexting propiamente, entonces las causas, los sujetos implicados, el objetivo de la divulgación y las plataformas o soportes que se utilizaron para ello, entre otros elementos, permitirán calificar el hecho. «Además sí es sancionable provocar daños, incluso morales o sicológicos, por lo que se podrá asumir una conducta legalmente apropiada para abordar el asunto».

Imbert Milán advierte que cada vez más y con mayor frecuencia los menores tienen acceso a dispositivos electrónicos y telemáticos a edades más tempranas, y con ello el acceso a redes sociales y a sus peligros y riesgos.

«Por otra parte, la práctica del sexting se ha vinculado al grooming, término que identifica el acto de establecer amistad con un menor para obtener satisfacción sexual a través de imágenes eróticas o pornográficas. En ese caso, la pederastia y la corrupción de menores sí aparecen registrados en nuestro código penal».

La abogada precisa que en pleno siglo XXI, con la apertura de las TIC en Cuba y el acceso a estas, cada vez es mayor el número de jóvenes expuestos, e incluso de menores. «Los retos exigen que los juristas actualicemos las normas legales vigentes y hagamos una interpretación extensiva de la norma para garantizar la integridad de las víctimas y los derechos. Además, es vital actualizar y perfeccionar las normas penales. Este es un buen momento para pensarlo».

 

 

 

Comparte esta noticia

Enviar por E-mail

  • Los comentarios deben basarse en el respeto a los criterios.
  • No se admitirán ofensas, frases vulgares, ni palabras obscenas.
  • Nos reservamos el derecho de no publicar los que incumplan con las normas de este sitio.