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De visita en Cuba destacada pintora y periodista italiana

María Giulia Alemanno se encuentra nuevamente en Cuba con motivo del 11 taller de Antropología social y cultural que organiza la Casa de África

Autor:

Juventud Rebelde

A María Giulia Alemanno, pintora y periodista italiana, los orishas la trajeron a Cuba hace más de cinco años. Desde entonces no ha dejado de representarlos sobre el lienzo o el papel. Se inspira en ellos, escudriña en ese mundo tan extraño a su cultura y lo da a conocer por toda Europa, a través del arte.

Llegó a Cuba primero como turista y luego para ver a una santera de la que le habló un amigo italiano. Visitó su casa en La Habana y, según confiesa, no entendió nada. Pero los colores le llamaron la atención. «Descubrí a los orishas y quise pintarlos. Me impactó mucho el arraigo que tiene esta religión en Cuba, su colorido, collares y atributos», expresó.

Fue entonces cuando al regreso a Europa, los pinceles de la artista empezaron a representar a las deidades del panteón Yoruba. Y su taller de Crescentino, ubicado en la región de Piamonte, cerca de Milán, se llenó de sueños, realidades e imaginerías relacionadas con esa religión.

«Hice 25 acuarelas, inicialmente, con imágenes de los orishas y de mujeres cubanas que practican la santería. Estas obras las llevé más tarde a postales que se distribuyeron en Italia durante un festival de teatro. Quise reflejar en ellas no solo a los dioses de esa religión sino también la psicología del cubano, y, en especial, de esas mujeres que adoran a sus santos y le rinden tributo desde los altares que tienen en sus casas», aseguró María Giulia, de visita en Cuba con motivo del 11 taller de Antropología social y cultural afroamericana, que concluyó ayer en la capital.

María Giulia, quien en años anteriores expuso en plazas cubanas como la Basílica de San Francisco de Asís, el Taller de Papel Artesanal y la Casa Humboldt, de la Oficina del Historiador, ha traído esta vez una muestra dedicada a Yemayá.

«Siento que en este país está parte de mi vida. Por eso empecé a pintar imágenes relacionadas con él. Es la manera que encontré de comunicarme con mi querida Isla. Soy una pintora y periodista italiana que está enamorada de Cuba. Aquí me llaman Lella, que es como me decían cuando era pequeña».

Para esta narradora de pérdidas y encuentros —como la define su colega italiano Máximo Olivetti, periodista y crítico de arte—, «el reto pictórico es la esencia de la búsqueda». María Giulia busca al interior de los cultos sincréticos y se acerca a las deidades con respeto y creatividad. En Yemayá y sus siete caminos, título de la exposición que exhibe en la Casa de la Obra Pía, pinta a la dueña del mar, desde una visión muy personal, se sumerge en sus misterios y la recrea en siete grandes lienzos.

«Empecé a investigar a Yemayá y me interesó mucho. Siento que es la que más me pertenece. Lleva mi color preferido: el azul. Y es reina del agua, que es una de mis fuentes inspiradoras. Admiro su sentido maternal, espiritualidad y sabiduría.

«La imaginé en diferentes situaciones y decidí pintarla a tamaño natural, sobre tela de saco: contar historias a través de su figura, historias que el público recibe y tiene la posibilidad de crear su propio final. Esta exposición la he traído con el apoyo de la región de Piamonte y tiene como antecedente otra que también mostré en La Habana, en homenaje a los orishas. Está dedicada a la investigadora cubana Natalia Bolívar».

María Giulia ha encontrado en Cuba, como bien dice Máximo Olivetti en las palabras del catálogo, el humanismo de la metamorfosis. «Tiene raíces y ánimo campesino, persigue y enfrenta el misterio, el descubrimiento de la sustancia alquímica, para tomar por la cola a la serpiente e inmovilizar la espiral mágica. Y es en la profundidad del pozo de Yemayá, que encuentra lo insondable, en las crestas de sus olas, en el reflejo verdeazul de sus aguas (...).

«Se inició años atrás en los arrozales de Crescentino, Italia, siguiendo las espirales de la lumbre campesina y de aguas grises, imprimiendo sobre el lienzo los esquivos movimientos de las lenguas del fuego que consumen y transforman».

Estar en la Isla es para ella una necesidad espiritual. «Pinto para mostrar la profundidad de este país y de su gente. Aquí encontré una manera de comunicar que nosotros en Europa habíamos olvidado. He tenido la oportunidad de conocer a personas que han cambiado mi vida como Alberto Granado, el amigo del Che: él te enseña a vivir sin hablar.

«He trabajado mucho con el diario La stampa, de Torino. Me ocupo de hacer críticas de arte. Ahora pinto más que escribir y estoy muy unida a esta tierra, la amo. No importa dónde nací, lo importante es que me siento cubana», concluyó.

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