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Acertijos literarios de Carlo Frabetti

Este miércoles, a las 4:00 p.m., la UNEAC entregará, en la sala Rubén Martínez Villena, el Premio Dora Alonso al prestigioso escritor italo-español, de larga trayectoria en el cultivo de la literatura para niños y jóvenes, y cuya obra estará presente nuevamente en la XXI Feria Internacional del Libro

Autor:

Jaisy Izquierdo

Contaban los antiguos griegos y romanos con letras, como si las matemáticas y la literatura una sola cosa fueran. Hoy, cuando ambas materias parecen habitar en galaxias opuestas, un autor y su obra las devuelven amigas para el goce de niños y jóvenes.

Se trata del escritor italo-español Carlo Frabetti, el hombre que ha preferido mirar más semejanzas que diferencias en un mundo que remarca los polos opuestos: ricos o pobres, blancos o negros, grandes o chicos, ciencia o literatura. Y con las aventuras de una Alicia que exclama Malditas matemáticas en el país de los números, o de acertijos que un caballero andante ha de ir descifrando a través de todas las Islas desventuradas, inicia tanto a jóvenes como a adultos en una cabalgata hacia el conocimiento donde las fronteras no están muy bien delimitadas.

Como escritor ha llegado a la literatura gracias a las Matemáticas, y la posibilidad de enseñar a niños y a estudiantes de ingeniería le dio la clave para entender por qué a unos y a otros les resultan insoportables los números: «El mayor problema de las Matemáticas tiene que ver con la literatura», revela. Y con la sencillez de la experiencia se explica lo que es por todos conocidos: que los niños aprenden por relatos, y que antes de conocer la Historia se les hace cuentos de los héroes de su nación, como antes de aprender Biología se les cuentan historias de animales y plantas.

Sin embargo, y he aquí el dilema: «a los niños nadie les lee relatos matemáticos, que les permitan introducirse en un mundo tan complejo y abstruso. La narrativa tradicional y la pedagogía actual la dejan fuera, por eso es que yo me he dado a la tarea de escribir para los niños, no a pesar de ser matemático sino precisamente por serlo», declara como una fe de vida.

Con Frabetti conversé durante la reciente edición del Premio Casa de las Américas, en el que ofició como jurado del apartado de literatura infantil. Entonces me confesó estar satisfecho con «el salto cualitativo que mostraron las obras en concurso, al pasar de una literatura infantil excesivamente moralizante y con desmedidas pretensiones didácticas a historias bien contadas que proponen nuevas temáticas, estimulan la imaginación de los lectores, y a la vez les hace reflexionar».

Directrices estas por las que, obviamente, el mismo Frabetti encauza sus libros, y sin muchos preámbulos le pregunto acerca del próximo que ha de compartir con el público cubano en la ya muy cercana XXI Feria Internacional del Libro.

«En realidad es una compilación de cuatro libros que ya han sido presentados anteriormente en Cuba, lo que pasa es que como aquí los libros se agotan rápidamente —¡lo cual es maravilloso!—, la editorial Gente Nueva decidió recopilar las cuatro novelas de uno de mis personajes favoritos en un solo volumen, que se titula La magia más poderosa y otras aventuras de Ulrico».

—¿Por qué decidió adaptar a sus relatos infantiles un personaje que creó para los adultos?

—Ciertamente Ulrico nació para hacer unos cuentecillos que publiqué en revistas de pensamiento, de ciencias y filosofía. Pero cuando empecé a hacer literatura para niños me acordé de él y lo retomé, pues pensé que no tenía que establecer una dicotomía rígida entre niños y adultos.

«Los adultos cuando leen historias siempre se conectan con su lado más infantil, mientras los niños cuando reflexionan empiezan de cierto modo a ser adultos de alguna manera, a relacionarse con la realidad no de una manera puramente pasiva o utilitaria, sino reflexiva.

«En este sentido se me ocurrió darle a este personaje un tratamiento menos infantil, y parece que tuvo buena aceptación».

—Pero usted escribe no solo de matemáticas, sino además de filosofía, religión, lógica… ¿No cree que son temas complejos y poco atractivos para el público infantil?

—De eso se trata: de quitarle la pesadez. Si estos temas tan importantes les resultan pesados a los chicos es porque los hacemos pesados. Las Matemáticas son una de las grandes aventuras de la humanidad. Un mundo fascinante también lo son los números, medir las cosas, conseguir una figura... A muchos les asombra que en mis libros consiga que las Matemáticas sean divertidas, y a mí me asombra más que alguien pueda lograr hacerlas aburridas. ¡Eso sí que tiene mérito!

«Igual sucede con la religión y la filosofía, que son las grandes preocupaciones de la humanidad, y como los niños también se preocupan por estos temas debemos llenar sus inquietudes. Estas cuestiones pueden resultarles atractivas y, de hecho, lo son. Solo tenemos que conectarlas a ellos con un lenguaje adecuado, que no quiere decir simplificador, pues los pequeños pueden perfectamente captar la complejidad de una situación; sino teniendo en cuenta que su vocabulario no es tan elaborado como el nuestro, ni su retórica es tan complejizada, y que poseen un acervo de experiencias mucho menor. Ello no les impide, por supuesto, que no sean capaces de reflexionar y sacar conclusiones».

—A la vez que descompone acertijos, recompone de una manera más lógica conocidos cuentos infantiles. ¿Una estocada contra la fantasía?

—Está muy bien conservar la fantasía y los cuentos tradicionales, pero existe un peligro, y creo que es muy importante no perderlo de vista. El riesgo se encuentra en caer en el irracionalismo, en pensar que las cosas más valiosas o deslumbrantes son las que tienen que ver con la magia, cuando la misma naturaleza nos ofrece motivos de asombro todos los días, y cuando hoy sabemos que casi todas las cosas extrañas o fantásticas que suceden tienen una explicación natural. No conocemos todas las respuestas pero nada nos hace pensar que debemos recurrir a otras explicaciones que se salgan de las leyes de la naturaleza.

Una última petición, de las más deducibles, le digo, al tiempo en que abro mi bolso y saco uno de los ejemplares que muestra en su portada al enano perspicaz dibujado por Ares, mientras mi interlocutor, bolígrafo en mano ya, se dispone a estampar su nombre y además la fecha, para memoria del encuentro. Otra vez los números y las letras unidos, advierto y me sonrío por dentro, al pensar que tal combinación difícilmente se escape de cualquier página que escriba.

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