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Al lado de lo más simple de la vida

Con un timbre, registros y colores inimaginables, Ivette Cepeda se volvió un descubrimiento dentro del panorama musical cubano por su autenticidad a la hora de interpretar. Para muchas personas se ha convertido en verdadera heredera de grandes íconos de nuestra cultura

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

SANCTI SPÍRITUS.— Sin tener una explicación científica, aún su paladar no ha detectado un mejor sabor que su primer helado. Cada vez que el líquido frío llega a su garganta, el subconsciente le avisa que ninguno ha sido jamás, a pesar de sus exquisitas facturas, como aquel que probó en esta ciudad, cuando apenas levantaba unas cuartas del piso. Igual le ocurre con las memorias familiares, donde nunca más estuvieron juntas las hermanas y los abuelos. Ivette Cepeda sigue arraigada a sus raíces yayaberas. Sin cumplir los cuatro años, un día dejó atrás la casa ubicada en la calle Panchito Álvarez No. 65, esquina a J. R., de la ciudad de Sancti Spíritus, y nunca más regresó físicamente, pero sus esencias retornan, sin pedirle permiso.

«Sancti Spíritus era como una ilusión de mi mente que yo no lograba establecer a través de imágenes concretas. La ciudad me crea una impresión muy grande y por eso siempre que tengo la oportunidad de regresar ahondo un poquitico más, y junto a la historia familiar voy disfrutando de un lugar que juega un papel importantísimo en la cultura y en la historia de este país. Sin esa raíz, yo no tendría voz, porque me vino de mi abuela, de mi papá. Esa sensibilidad musical viene también de mi abuelo, de mi parte espirituana», dice mientras las palabras parecen que se pierden en un vacío.

Con un timbre, registros y colores inimaginables, Ivette Cepeda se volvió un descubrimiento dentro del panorama musical cubano por su autenticidad a la hora de interpretar. Para muchas personas se ha convertido en verdadera heredera de grandes íconos de nuestra cultura.

«Creo que el solo hecho de poderme considerar una cantante profesional ya rebasa las aspiraciones que tuve en mi vida. Se trata de una gran responsabilidad, porque ya no es solo qué cantas, sino cómo lo haces. Y como el catálogo musical que nosotros hemos escogido tiene una amplitud y una variedad notable de compositores y de áreas de la canción, pues me obliga a estar todo el tiempo precisándome cuáles son mis propios rincones, las áreas que me tocan para ser una continuadora de ese estilo musical, pero también tener mi punto original, mi forma, sin dejarme seducir, ni doblegar por esa herencia y entonces poder decir: ¡Yo soy Ivette Cepeda!».

—¿Qué debe tener una canción?

—Algo fresco y nuevo, sincero y verdadero. No tiene que tener pedigrí, ni ser de ningún compositor conocido, ni ser comercial, ni tiene que ser la promesa de que es la canción que va a representar un evento o concurso. Precisa tocar mi corazón, y mi corazón siempre está del lado de lo más simple de la vida.

«Quiero que las canciones sean nobles. Como fui maestra aproximadamente 14 años, eso no lo puedo evitar y me va a acompañar toda mi vida, pues tiene que ser buena, sobre todo en su mensaje».

—Cuando Ivette se presenta en escena parece que desnuda su alma. ¿Siempre es así o solo cuando canta?

—Cada vez que canto una canción es como si la hiciera por primera vez. Mi alma está todo el tiempo buscándole un lugar por donde no la abordé, pero en realidad me llevan también otras cosas de mi vida de hoy, y es un afán de un cambio interno muy grande en mi persona que me obliga a volverme a pensar siempre cada canción.

«Siento que estos tiempos son más intensos, más fuertes, contrastantes con lo que traíamos del pasado. Entonces, el hecho de que cambie el público cada noche y que tenga que enfrentarme cada día a una realidad distinta, hace que lo que canté ayer con un sentido hoy se me vuelva un arma para abordar la vida de otra manera».

La llegada de Ivette Cepeda a la música fue, primero, por vocación y luego de algunos vericuetos enrumbó otra vez sus pasos hacia esa pasión. Aún recuerda que gracias a la invitación de un amigo debutó en la parrillada del hotel Neptuno, en La Habana. Luego, la seleccionaron para un espectáculo entre Cuba y Bahamas, por lo que laboró en Nassau unos tres años. Más tarde participaría en shows de cabarés. Cansada de esa vida agitada, tocó puertas en el Gato tuerto.

«Los noctámbulos y bohemios corrieron la voz de que había una cantante así o asa’o. Sucede que Julio Acanda me invitó al programa La descarga y fue como de la noche a la mañana: la gente empezó a hablar de mí, pero yo no era conocida, ni en la esquina de mi casa».

Mas su primer concierto, Estaciones, que ofreciera en la sala teatro del Museo Nacional de Bellas Artes y que fue grabado para un DVD, la catapultó. «Ha sido un resultado inesperado, pero muy agradable, porque es bonito sentirse querida y ver que personas de mi edad o mayores, pero sobre todo jóvenes, se desprendan de la corriente enorme de lo comercial y de esa serie de variantes que hay en el mundo musical de hoy y escuchan nuestra propuesta. Eso, aunque tengo a veces ya un cansancio acumulado, me infunde responsabilidad y me ayuda a seguir».

—¿Qué opina de la música hecha por la juventud?

—Queriendo aparentar un estatus de imagen, muchos músicos han ido desvirtuando el valor real de la música cubana. Tienen que confiar en que es un don que no le podemos regalar a nadie. Creo que estamos cometiendo un error enorme al dejarnos quitar lo que es de nosotros. Lo más importante para la juventud es que se sienta feliz de tener un legado, que trate de crear por su propio sentimiento, que sepa que en ese pozo donde hemos escarbado por años hay más, mucho más, pero le toca a ella aprovecharlo debidamente».

Además de la defensa a ultranza de nuestras raíces, sin dudas las cualidades y potencialidades vocales de Ivette Cepeda la distinguen del resto de sus colegas. Junto a su grupo Reflexión ya ha hecho historia dentro y fuera del país. «Los integrantes de mi banda son mis amigos, compañeros de combate, porque salimos desde bien abajo. No teníamos ni instrumentos y hasta el piano, que era prestado, tenía un hueco enorme... Sin embargo, fuimos capaces de ir a dar un concierto a París. Eso se dice, pero no es tan fácil. Hay que contar no solo con músicos, sino con un ejército unido. Son mi familia».

No obstante, Ivette Cepeda y Reflexión aún están en el umbral de una carrera que promete seguir su camino con ricos frutos. «Estamos preparando nuevos boleros, canciones cubanas, de los trovadores, que hablan de nuestro sentir musical, que no tienen ningún tipo de regodeo en cánones antiguos, sino desde una perspectiva musical de vanguardia, como todo lo que ha hecho Reflexión: desde lo más contemporáneo, volver a hacer la música cubana. De eso van a tratar nuestras próximas propuestas».

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