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Entrañable creador de todos los tiempos

Al niño no le interesa si el libro resalta por el estilo del ilustrador, lo que quiere es que responda a sus necesidades, afirma Ubaldo Ceballos, premio nacional de Diseño del Libro 2016

Autor:

Aracelys Bedevia

Si un ilustrador y diseñador de libros ha dejado una huella significativa dentro del mundo editorial cubano ese es Ubaldo Ceballos. Más de 600 volúmenes han sido diseñados por las manos de este creador, quien además ha ilustrado alrededor de un centenar de textos dirigidos a las nuevas generaciones. Sobresalen entre ellos Días de aire, Nosotros dos, Aunabay, Cuentos de la Nana Lupe, La fortaleza conquistada, primer discurso que Fidel pronunció a los niños en Ciudad Escolar y publicó la Casa Editora Abril en 1987, además de Colorín tiene un jardín, Por la vía y por la acera, y La cabra de Compay Pino, que les pertenecen por completo.

Ubaldo Ceballos se insertó en la esfera gráfica en 1962. A partir de entonces ha desarrollado una carrera en ascenso que lo ha hecho merecedor de importantes premios. Entre ellos el Especial La Rosa Blanca, 2008, por la obra de la vida, concedido por la Sección de Literatura Infantil y Juvenil de la Uneac, y, más recientemente, el Premio Nacional de Diseño del Libro 2016, el cual le fue entregado este lunes.

No me sorprendió, dijo, refiriéndose a este último reconocimiento. «Llevaba cinco años nominado, aunque jamás trabajé para premios. Todo lo que hice fue porque lo disfrutaba», expresó Ceballos en exclusiva para JR.

Una llamada telefónica bastó para que nos abriera las puertas de su mundo en la apacible residencia, ubicada a la salida de La Habana, donde vive desde hace tantos años. Ahí, entre cajas de libros de su autoría y el amoroso encanto del aire puro del reparto Eduardo Chivás, Ceballos ofreció detalles de sus inicios en dos especialidades que lo llevaron a ocupar un lugar prominente dentro de la gráfica cubana.

«A los once años empecé a trabajar. Yo vivía en Palmira (Cienfuegos), y allí las escuelas eran solo hasta el 6to. grado. No tenía más posibilidades de superarme. Por insistencia mía, y a petición de mi padre, me vinculé a una panadería como envasador de galletas. Sin embargo, lo que me interesaban eran las artes visuales, por lo cual a los 18 años vine para La Habana, después de pasar un tiempo de estudio con el escultor cienfueguero Mateo Torriente.

«Mateo me indicó que viniera para la Academia de Artes Plásticas San Alejandro, y eso hice. Un tío mío me consiguió “una beca”. Cuando llegué supe que no era tal, sino un permiso de inscripción, de modo que no me quedó más remedio que trabajar durante media jornada (en diseño de mueble) para poder mantenerme.

«En el tercer año había clases de día y no pude seguir. Tenía que trabajar, entonces me vinculé a varias empresas de diseño y decoración de tiendas, cafeterías y centros nocturnos, como la mansión Tarafa, La Red, La Zorra y el Cuervo y Karabalí, entre otros.

«Tras el triunfo revolucionario colaboré en el Departamento de Artes Plásticas del Ministerio de Obras Públicas, como diseñador de muebles y decoración de interiores para hoteles, restaurantes, centros comerciales y turísticos en La Habana y en el interior del país.

«Luego me desempeñé como diseñador e ilustrador de la revista Mella, en Oriente, durante la Crisis de Octubre, y colaboré con el periódico El combatiente, de las FAR de esa región. El primer trabajo gráfico que realicé tenía mucha relación con la historieta. Lo hacía incluso estando en la revista Mella. En 1991 se editó el libro A vuelta de página (Casa Editora Abril), que fue una recopilación de varias de esas historietas mías».

La Editora Juvenil, con Herminio Almendros; la revista Pionero, Juventud Rebelde, Gente Nueva, la Casa Editora Abril también conocieron del enorme talento creativo de Ceballos. Fue así como descubrió, por ejemplo, «que un libro no es la obra de una sola persona sino de muchas. Es una obra colectiva. La mayoría de las veces cuando se habla de un libro se menciona como autor al que escribió el texto pero no a quienes lo ilustraron, diseñaron, editaron. Sin todo ese equipo que hay detrás, no fuera posible su realización. Eso es importante tenerlo en cuenta».

—¿Por qué ese interés suyo en la temática infantil?

—Siempre me pareció muy atractiva, por ello me dediqué a estudiar sobre el tema. Es un mundo apasionante para el que hay que estar bien preparado, porque no se puede improvisar.

«Me preocupa mucho que en estos momentos no exista una verdadera formación sobre cómo debe ser un libro destinado al público infantojuvenil. Es cierto que se hacen obras de calidad pero muchas son muy personales; y un ilustrador de libros para niños tiene que estar bien empapado en las preferencias de los más pequeños, y estudiar de pedagogía, sicología, identificarse con ellos y sentir su mundo como propio. Al niño no le interesa si el libro resalta por el estilo del ilustrador, lo que quiere es que responda a sus necesidades».

Meritoria es asimismo la obra de Ceballos como pintor. El artista ha utilizado la técnica del óleo, el acrílico y el óleo-pastel en las telas; y el aerógrafo con tinta y acrílico en las cartulinas. Mediante el juego continuado de los claroscuros recrea en ella el erotismo, con especial maestría. Piezas suyas forman parte de colecciones privadas en Estados Unidos, Canadá, Colombia, España, Italia, Alemania.

—¿En qué momento encuentra espacio para la pintura?

—En 1989 inicié una serie de trabajos en cartulina que titulé Eróticos e hice varias exposiciones sobre el tema. A partir de ese momento empecé a participar en salones, ferias... En 1995 me dediqué por completo a la pintura, hasta que falleció mi esposa y decidí apartarme de todo. Era ella quien más me apoyaba.

«Ahora estoy tratando de recuperar mi obra, que está muy desorganizada, razón por la cual he perdido muchos trabajos. A eso dedico una gran parte del tiempo. Con la ayuda de mi hijo estamos tratando de digitalizarla toda, porque presiento que aún puede resultar interesante, que puede dialogar con todos».

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