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El ballet de los ballets

El Lago de los Cisnes, el primero de los ballets compuestos por Piotr Ilich Chaikovsky, se inspira en un cuento popular ruso de muy antigua tradición

Autor:

Ahmed Piñero Fernández

Hasta el domingo 3 de febrero, el Ballet Nacional de Cuba presenta en su sede habitual, la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, una temporada de 15 funciones (inició con la acostumbrada gala del 1ro. de enero) de una de las obras emblemáticas de la danza teatral de todos los tiempos: El lago de los cisnes.

El primero de los ballets compuestos por Piotr Ilich Chaikovsky, y quizá el más célebre, se inspira en un cuento popular ruso de muy antigua tradición. Aunque se vio por vez primera en el Bolshoi, de Moscú, a principios de 1877, no fue hasta 1895, con la coreografía de Marius Petipa y Lev Ivánov, estrenada en el Teatro Marinsky, de San Petersburgo, que alcanzó su máximo esplendor.

Fue esa entrega la que ha llegado hasta nuestros días y ha servido de base e inspiración para las múltiples puestas que hoy se bailan. Esas adaptaciones se suceden mundialmente desde Alexánder Gorsky y Michel Fokine —que en 1911 creó una versión reducida para los Ballets Rusos de Diághilev, protagonizada por Anna Pavlova y Vaslav Nijinsky—, hasta actuales experimentos que implican una revalorización del texto y del contexto originales a partir de técnicas danzarias contemporáneas, totalmente ajenas a la gran tradición clásica, como las de Mats Ek y Matthew Bourne.

De entre todos esos acercamientos, es muy conocido y elogiado el realizado por la prima ballerina assoluta. En Cuba, la creadora del doble personaje de Odette-Odile fue, precisamente, Alicia Alonso, cuando aún era una adolescente. Su profesor Nicolai Yavorsky concibió para ella una adaptación del ballet, cuyo estreno ocurrió en 1937, en el Teatro Auditorium. El compositor Amadeo Roldán, al frente de la Orquesta Filarmónica de La Habana, tuvo a su cargo la dirección musical. Con apenas 16 años, Alicia, entonces Martínez, protagonizó aquella representación con el concurso de los alumnos de la Escuela de Baile de la Sociedad Pro-Arte Musical y el bailarín invitado Robert Belsky, de los Ballets Rusos de Monte Carlo.

No obstante, el auténtico estreno en Cuba de El lago de los cisnes, en su versión completa en cuatro actos, tuvo lugar en el hoy Teatro Auditorium Amadeo Roldán el 24 de enero de 1954, por el Ballet Alicia Alonso, ahora BNC. Su responsable (también del montaje) fue Mary Skeaping, maestra y ensayadora del Sadlers Wells Ballet (hoy The Royal Ballet), quien conocía muy bien la versión de Nicolai Sergeyev, el mismo que había anotado rigurosamente la creación original de Petipa e Ivánov.

Aquella representación constituyó el estreno latinoamericano de la obra, y convirtió a la compañía cubana en la primera de América en incorporarla a su repertorio. Alicia Alonso, Royes Fernández y Charles Dickson tuvieron a su cargo los personajes de Odette-Odile, el príncipe Siegfried y el hechicero Von Rothbart, respectivamente.

Carlota Pereyra, Lydia Díaz Cruz y Víctor Álvarez interpretaron el Pas de trois. Fernando Alonso fue Benno, el amigo del príncipe, y en el cuerpo de baile se encontraba una serie de jóvenes que, con el tiempo se transformarían en figuras imprescindibles de la danza: Mirta Plá, Laura Alonso, Margarita y Ramona de Sáa, Menia Martínez y Joaquín Banegas. Aurora Bosch, que recién había cumplido los 11 años, fue en aquella histórica función uno de los pajecitos de la corte.

Después la obra se mantuvo en el repertorio de la compañía hasta 1956, cuando la agrupación se vio en la necesidad de disolverse. Esa adaptación, Alicia fue trabajándola constantemente y enriqueciéndola en cada nueva representación. El 25 de septiembre de 1959, en su segunda función pública tras reorganizarse, el BNC interpretó El lago de los cisnes en el Teatro Auditórium, protagonizada por Alicia Alonso e Igor Yuskévitch.

A partir del mes de octubre, la compañía realizó una serie de presentaciones en varios países de América del Sur. Entonces se hicieron algunas transformaciones en la puesta en escena: se introdujo por primera vez el personaje del Bufón y se cambió el final dramático, por el llamado «final feliz».

En 1965, luego de que este clásico estuviera cinco años ausente de los escenarios cubanos, la Alonso lo retomó con la colaboración de José Parés y Azary Plisétsky, y la asistencia en el montaje de Loipa Araújo y Aurora Bosch.

El 8 de abril, en el Teatro García Lorca, Alicia Alonso (Odette-Odile), Rodolfo Rodríguez (Príncipe Siegfried), Otto Bravo (Von Rothbart) y Adolfo Roval (Bufón) inauguraron una temporada de 29 funciones, que propiciaron el debut en el doble papel protagonista femenino de Mirta Plá y Josefina Méndez.

En 1979, Alicia creó el montaje actual —en tres actos y un epílogo—, cuyo estreno oficial se produjo ese año, en el Kennedy Center, de Washington, durante las actuaciones del BNC en distintas ciudades de Estados Unidos. Nuestra gran artista partió del respeto hacia el estilo y la coreografía originales, de ahí la atmósfera de credibilidad, la armoniosa integración entre drama y baile, y la unidad entre todas sus partes.

Uno de los elementos definitorios de la poética de Alicia como coreógrafa y directora teatral es su perenne cuidado en la continuidad argumental: desde el final del primer acto se anuncia la atmósfera de encantamiento del acto siguiente. Después de los bailables de los campesinos, que ocurre no por casualidad en medio del ocaso, con el leit-motiv de los cisnes todos los movimientos se realizan a manera de cámara lenta, mientras que la melancolía se apodera de todos.

Para los actos blancos, la coreografía ideada por la Alicia Alonso para los cisnes combina los pasos de tal manera que el baile semeja preguntas y respuestas y hace énfasis en la línea recta: triángulos, diagonales, cruces en filas..., elementos estructurales que plásticamente evocan el dinamismo, la acción, el movimiento, y en ocasiones, la fortaleza, ideas que entroncan con el maleficio que ha caído sobre el lugar y del cual son víctimas las mujeres-cisnes.

Cuando los cisnes hechizados concluyen sus bailes, el arpa suena dulcemente. Odette aparece y se inclina muy hacia abajo con sus brazos extendidos hacia adelante como alas que la rodean y la protegen. Siegfried se le acerca muy despacio, con sumo cuidado para no asustarla. La acaricia con ternura, y ambos se entregan a un exquisito dúo de amor. La relación entre ambos es de completa dulzura y absoluta confianza. 

Es el famosísimo pas de deux, el bellísimo adagio que danzan la reina de los cisnes y el príncipe. Fragmento que resume la técnica, el estilo y los modos expresivos en la danza clásica, y que en la versión cubana debe bailarse en un tempo muy lento. Como número independiente constituye uno de los más celebres dúos clásicos en la historia del arte coreográfico.

En este momento de El lago…, tenemos uno de los ejemplos más gloriosos de la manera en que Chaikovsky escribió una partitura que está en función del drama, de la idea representada. Al igual que sucede en la escena, desde el foso orquestal, dos instrumentos —el violín y el violonchelo— entablan un diálogo confidencial de exaltada atmósfera sonora y expresiva.

Como dato curioso valga destacar que el compositor utilizó para este famoso pas de deux algunos temas y motivos musicales de Ondina, una malograda ópera suya escrita en 1870. Fragmentos de la melodía del dúo de amor “O Felicidad, benditos momentos”, que cantan la ninfa de las aguas y el Caballero Hildebrand —los dos protagonistas del drama—, aparecen casi exactamente igual en el celebérrimo Grand adagio. 

Continuando con el respeto que la Alonso mantiene siempre hacia las coreografías originales, en el acto tercero encontramos la presencia de varias danzas folclóricas de distintas regiones europeas, tan típicas del ballet ochocentista. Sin embargo, lo más distintivo es el famoso pas de deux entre Odile, el cisne negro, y Siegfried. El cuarto acto es sustituido por un epílogo que hace que la acción continúe inmediatamente después. A diferencia de otras puestas, el amor y el bien triunfan sobre las fuerzas del mal: los protagonistas no mueren, los cisnes se transforman en doncellas, desaparecen las ruinas que rodean el lago, y el flamante palacio de la princesa Odette emerge intacto de las aguas.

Además de Alicia Alonso, el BNC ha tenido otras grandes intérpretes de Odette-Odile: Josefina Méndez, Mirta Plá, Loipa Araújo, Aurora Bosch, María Elena Llorente, Marta García, Amparo Brito, Ofelia González, Rosario Suárez, Lorna Feijóo, Galina Álvarez, Bárbara García, Alihaydée Carreño y Hayna Gutiérrez.

De igual manera, ha contado con artistas invitadas que han bailado el famoso doble rol y han quedado en la memoria del público, en orden cronológico recordemos a Nina Timoféyeva, Vera Kírova, Maya Plisétskaya, Magdalena Popa, Cynthia Grégory, Eleonor D’Antuono, Cecilia Kerche, Alina Cojocaru y Tamara Rojo, por citar solo a algunas.

En la actualidad, los personajes de Odette-Odile han encontrado, también, en las bailarinas Viengsay Valdés, Anette Delgado, Sadaise Arencibia y Grettel Morejón, intérpretes de gran valía.

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