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Cuando un amigo regresa

El famoso tema del argentino Alberto Cortés, Cuando un amigo se va, habla de lo lacerante que puede ser perder a un amigo fraterno, otro análisis sería cuando ese amigo no se ha ido para siempre, y eventualmente retorna

Autor:

JAPE

El viejo y conocido tema del argentino Alberto Cortés, titulado Cuando un amigo se va, nos habla de lo lacerante que puede ser perder a un fraterno amigo. Ese momento es un termómetro para saber (si no lo tenías claro o bien concientizado) hasta qué punto lo apreciabas. 

Luego de un profundo análisis he llegado a la conclusión de que, si ese amigo que se ha ido, no para siempre,  sino temporalmente, regresa, ese momento podría servir para evaluar cuánto te estima, y cuán significativa es tu amistad para él o ella.

Comencemos por decir que este amigo se puede haber distanciado por disímiles razones. Todas son válidas. Desde un simple viaje (da igual si es interprovincial o internacional), el cumplimiento de una misión laboral, o que haya decidido comenzar a ir al gimnasio, ver la tele y  pasear por las calles de otra nación, y ahora regresa de visita. Lo importante es el regreso. El arribo a tierra y la rapidez, la forma y el contenido con que se haya comunicado contigo.

Está el amigo que te escribe antes del viaje, te avisa cuando llega y te llama desde el aeropuerto: «¡Ya estoy aquí!» y además incluye dentro de sus maletas un presente para ti. Ese es un tremendo amigo y te aprecia. Debes conservar su amistad y ser recíproco. No en el regalo, pero sí en demostrar alegría por su regreso.

Si una tarde cualquiera recibes una llamada de un viejo amigo del que hace tiempo no tienes noticias que dice: «¡Brother, hace unos días que estoy en Cuba, en casa de mi madre! ¿Cuándo podemos vernos para darte un abrazo y unas “boberías” que le traje a tus chamas?».  Ese no es tremendo amigo, pero es un buen amigo y vale la pena volverlo a ver para recordar viejos tiempos y de paso constatar qué fue lo que les trajo a tus hijos.

Hay otra variante en la que un tercer amigo te avisa: «¡Fulano está de visita y quiere reunirse con los socios del grupo de la graduación de 1987 de la ESBC Amanecer en el cantero. Nos vamos a ver en casa de Menganito el sábado. No dejes de ir que eso va a estar bueno». Este, como lo indica el recado, no es tu amigo, más bien es tu socio y no debes dejar de ir a esa reunión, pues no son numerosas las alternativas que tenemos de fiesta y diversión y mucho menos con comida y bebida gratis.

Existe también el mensaje que te llega vía email, o simplemente ves por Facebook, a través del cual el supuesto amigo te notifica: «¡Mi hermano, estuve en Cuba hace una semana, pero realmente no me dio tiempo de nada. De todas maneras yo debo regresar el año que viene para unas gestiones ahí, así que nos vemos dentro de unos meses!». Puedes creerle o no, esperar esos indefinidos meses, hacer lo que estimes pertinente, pero ese tipo no es tu socio, y mucho menos tu amigo. Nadie me convence de que no tuvo tiempo, ni saldo para hacer una breve llamada o enviarte un saludo.

Si quien viene de visita es una supuesta amiga, un amor imposible por la distancia, o una antigua relación afectuosa-sentimental, y se va sin apenas notificar su estadía en la tierra que los vio nacer, lo mejor que puedes hacer es recordar aquel poema que asegura: «Si amas a alguien, déjalo ir; si vuelve, es tuyo, si no... nunca lo fue». O simplemente, como dice Evián Guerra: ¡A esa, olvídala!

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