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Apuntes en torno a la guerra cultural

Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de las Américas, dialogó con JR sobre las ideas plasmadas en el libro que publicara hace ya dos años la editora Ocean Sur y su vigencia en los tiempos actuales 

 

Autor:

Osvaldo Pupo Gutiérrez

El intelectual cubano Abel Prieto Jiménez, presidente de Casa de las Américas, publicó en 2017 su libro Apuntes en torno a la guerra cultural con la editora Ocean Sur. El volumen reproduce artículos e intervenciones en las que el exministro de Cultura esboza genialmente este fenómeno de la sociedad contemporánea.

Retomar sus ideas, subrayarlas, cuando al parecer vuelven con fuerza los aires de dominación neoliberal a América Latina y el Caribe, fue la motivación de esta entrevista, que, sin duda, es un llamado de atención a la izquierda regional. 

—Usted asegura en su libro, como otros pensadores latinoamericanos, que la guerra de hoy es cultural, ¿por qué?

—Cada día resulta más obvio. La denominada guerra no convencional actúa a través de los símbolos en las redes sociales. Intentan destruir paradigmas como Lula, enjuiciándolos, acusándolos de corruptos, u otros del pasado glorioso de nuestra América, para debilitar culturalmente a las fuerzas progresistas de la región. A la vez, presentan a los jóvenes los símbolos del neoliberalismo como patrones modernos.

«El capitalismo quiere ganar la subjetividad de la mayoría, las conciencias de la gente. Hacer creer al pobre o al desempleado que tiene la culpa de su fracaso; exacerbar la famosa división triunfador-perdedor.

«En la guerra cultural el neoliberalismo cuenta con la maquinaria hollywoodense, la moda, la publicidad… La manipulación alcanza tales niveles que ya no se compran productos porque son buenos, sino porque entras al mundo de las grandes marcas, a la élite, donde te sientes superior, aunque seas infeliz y te haya costado mucho esfuerzo y dinero conseguirlo».

—En ese sentido, ¿cuánto daño ha hecho el capitalismo?

—Lograron dominar la cultura prácticamente en todas partes. Solo existen pequeños núcleos de resistencia como algunas editoriales, festivales, pero desarticulados. Con mayor frecuencia, la creación artística se percibe como mercancía. Vivimos en un reality show, en el que predomina la idea de que mientras más infantil sea el público, para que no formule preguntas complejas, es más fácil divertirlo y manipularlo.

«En el cine ya todo es más elemental. Los buenos son muy buenos; los malos, muy malos. No hay grises. El mundo no es así. Deberíamos creer, como Martí, en el mejoramiento humano. Fidel decía que el ser humano no es una alimaña, en él hay ideas solidarias. Sin embargo, el capitalismo incentiva la ferocidad».

—¿Qué fin persiguen con esta estrategia?

—Tres objetivos. Primero, desmovilizar políticamente a las nuevas generaciones para liquidar su potencial revolucionario. Eso no se ha logrado del todo. Las manifestaciones en Chile, país considerado como el modelo, el oasis, la vitrina neoliberal, indican lo contrario.

«Segundo, convertirte en un consumidor para concebir la felicidad como la acumulación de bienes materiales. Tercero, a esas personas adormecidas, atontadas, desalentadas, utilizarlas como tropa de choque para derribar gobiernos progresistas».

—¿Puede la izquierda contratacar?

—Cuando los integrantes de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad nos reunimos en Caracas, en diciembre de 2004, la gran prensa al servicio de Estados Unidos silenció todo ese debate del pensamiento antihegemónico. Señalaron que participaron solo viejos y, en efecto, el promedio de edad de los intelectuales era alto. Asistieron jóvenes, pero nadie los conocía, ni siquiera nosotros, porque desde la década del 70 los mecanismos de legitimación o divulgación cultural están en manos de las corporaciones que responden a la derecha.

«Hubo un esfuerzo de Fidel y Chávez para crear mecanismos de legitimación cultural desde la izquierda. Se creó el Premio ALBA Cultural de las Artes y de las Letras para reconocer a una gran figura de nuestra América, cuya obra hubiese contribuido a la emancipación de los pueblos. Entre los ganadores están el escritor venezolano Luis Britto, Silvio Rodríguez, Alicia Alonso…, pero nadie lo sabe. Quedó silenciado por los grandes medios y nos faltó la estrategia de comunicación».

—¿Estamos ajenos a la ofensiva cultural del neoliberalismo?

—Fidel decía que no podemos formar a los cubanos del presente y del futuro en una urna de cristal. Es una pretensión ridícula tratar de aislar a alguien para, en cierto lugar no contaminado, inculcarle los valores del socialismo. Eso es absurdo.

«Con fenómenos como la circulación underground del denominado paquete semanal, la idea de prohibir algo resulta ridícula. Sin embargo, las tecnologías no son culpables en sí mismas. También son portadoras de mensajes valiosos, pero la mayoría de las veces son instrumentos de las grandes corporaciones.

«No puede explicarse de otra manera que los famosos tengan tantos seguidores en las redes, incluso cubanos. La trampa está en la idea de que el joven puede hacer su propio menú de consumo cultural. Tecnológicamente es posible. Puedes escoger, pero solo lo que la agenda de los monopolios de la información te pone delante».

—¿Qué hacer desde Cuba?

—No creo que haya otro país en el mundo con mejores condiciones para defenderse de esa ofensiva colonizadora. En Cuba no hay educación ni medios de prensa privados, tenemos una Brigada de Instructores de Arte, más de 10 000 bibliotecas escolares y más de 3 000 públicas, eventos que movilizan a la población como la Feria del Libro. Debemos seguir batallando por la coherencia, por lograr que la calidad sea el emblema de la producción cultural nacional.

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