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Tetralogía de La Habana o la necesidad imperiosa de leer a Padura (+ Línea de tiempo)

Como parte de la 29 edición de la Feria del Libro se presentó Pasado Perfecto y Vientos de Cuaresma, del escritor cubano Leonardo Padura. Después, Ediciones Unión publicará un segundo tomo con Máscaras y Paisaje de otoño

Autor:

Dailene Dovale de la Cruz

Hoy amanecí con un libro en las manos. Lo leo al despertar, mientras desayuno, en el baño, antes de vestirme, al caminar, dentro de la guagua –sudorosa y estresada– en la Facultad… Lo forré con una revista vieja para cuidarlo entre tantas andanzas. Es mi primer amor literario en esta Feria del Libro.

Era domingo, 9 de febrero de 2020. Había llegado a la entrada del Morro Cabaña. Un amigo –pelos rizos, cuerpo desgarbado y flaco– me saludó. Ese día presentaban el libro de Padura, y encontré, de pronto, un rumbo para mis pasos despistados.

La sala Alejo Carpentier recibió a lectores apasionados, quienes llegaron horas antes del encuentro, se sentaron, marcaron en una cola muy larga para comprar el libro, esperaron, se emocionaron. Leonardo Padura presentó las dos primeras partes de Tetralogía de La Habana: Pasado Perfecto y Vientos de Cuaresma. Después, Ediciones Unión publicará un segundo tomo con Máscaras y Paisaje de otoño.

¿En qué anda el Conde?, le pregunta la gente por la calle. Su Mario Conde trascendió el papel impreso y ya no es suyo o quizás nunca lo fue del todo. Para Francisco López Sacha este es el personaje cubano del siglo XX, al igual que Cecilia Valdés lo fue en el siglo XIX.

Leonardo Padura lucía confiado, orgulloso de su obra y de Conde en particular. La tarde transcurrió apacible. Y el espacio, pequeño y caluroso, se encontraba lleno pero en total silencio. Escuchaban.

Padura habló de su necesidad de narrar para no volverse loco a inicios de los años noventa y cómo su lector preferido es el público cubano, aquel en quien piensa mientras escribe en su natal Mantilla.

 

Después de la cola inmensa, de pasar y pagar –«un solo libro por persona»–, de recibir con emoción la dedicatoria, queda el individuo frente a la obra. ¿Por qué tanto público sigue y adora a Mario Conde y a Padura? Esa podría ser la primera pregunta clásica.

Las novelas de Padura irrumpieron en el panorama literario, para cambiar algunos juicios fijos especialmente en lo referente a la novela negra. Son novelas muy cubanas, en palabras del propio autor, sin imitar algunos patrones un tanto predecibles que caracterizaba parte de la novela policíaca publicada en el país durante los setenta (con sus excepciones).

Vea aquí esta Línea de tiempo

 

En Pasado Perfecto, por ejemplo, el «héroe» acumula defectos, vicios, incurre en un compartimiento que pudiéramos llamar inmoral o que roza dicha clasificación. No obstante, es quien se levanta a trabajar –aún después de una borrachera, ojeroso y agotado. Es quien siente y ama su ciudad, con todos sus defectos… En el anverso, están los impolutos, perfectos y falsos. Sobre ellos, después de la típica caracterización (un hombre intachable) empiezan a caer pequeños trapitos sucios (que al final son todo un vertedero).

Estas novelas son una crítica social, todavía vigente y necesaria. El tipo de libro que te atrapa un domingo por la tarde, y te acompaña durante los desayunos-almuerzos-comidas, al despertar o después de dormir. Solo resta invitarlos a dejarse atrapar. Conde, un poco desaliñado, les enseñará la consabida frase sobre las apariencias engañadoras y les hará reflexionar un poco sobre Cuba, La Habana y cómo cada quien asume y construye la vida, en medio de sus circunstancias.

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