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Las cinco estrellas del pelotero Alexei Bell

El deportista cubano sueña con la titularidad en el equipo Cuba, no se considera una estrella, pero este año entró a la historia del béisbol nacional con varias hazañas ofensivas

Autor:

Juventud Rebelde

El toletero santiaguero parece sembrado en el equipo olímpico. ¿Se atrevería usted a dejarlo fuera? Foto: Alex Castro Santiago de Cuba.— Todos en Cuba —hasta la señora lluvia de estos días— hablan sobre él. No solo porque Alexei Bell Quintero haya demolido con su bate varias marcas nacionales; no solo por haber conectado 31 jonrones y empujado 111 carreras en un campeonato de 90 juegos.

Él está en la boca hasta de las cosas por su liderazgo en cinco de los más importantes departamentos ofensivos (cuadrangulares, impulsadas, anotadas, bases recorridas y sluwing), sus fildeos bestiales, su velocidad en las bases y por un hecho glorioso que unos cuantos han pasado por alto: el jardinero derecho santiaguero, un muchacho nacido el 2 de octubre de 1983, se convirtió en el primer pelotero en la historia del béisbol cubano en entrar al club 25-25 (más de 25 bambinazos y 25 estafas en un campeonato).

Esas hazañas tal vez no las hubiera creído su familia, cuando a los nueve años se inició como jugador en el poblado de El Caney, en las afueras de la Ciudad Heroína. De hecho, en esa época los suyos y los amigos del barrio estaban ocupados en buscarle parecidos con algún personaje de aventuras y así empezaron a llamarle Tato —por un tal Tato Venegas de la televisión—, mote con el que transitó por la EIDE, la ESPA, una serie del Caribe en Venezuela para mozalbetes en 1999, el equipo nacional juvenil y hasta por la selección de Santiago de Cuba, a la que llegó en 2002.

«Ya perdí mi nombre, ya soy Tato Bell», dice con una leve sonrisa después de terminar uno de esos entrenamientos «a muerte» en los que se enrola cada día.

Ahora, muchos años después de aquellos correteos infantiles a pleno sol, interrumpidos con la voz de su mamá, Ana Belkis, y un: «Tato, ven a almorzar», nadie en este país puede eludir a Alexei Bell. Él, por encima de las montañas que le edificaron algunos, ha entrado a la historia. Y eso, hasta la lluvia lo sabe.

—Muchos creen que no se ha hablado lo suficiente sobre tus asombrosos récords. ¿Qué dices al respecto?

—Los periodistas y narradores saben cómo trabajan. Yo hago lo mío. Aquí, en Santiago, sí hubo una preocupación por estimularme y hablar de mis marcas. Pero, aunque nadie se hubiera referido a mí, estoy conforme con lo que logré en esta serie.

—No hay quien te excluya este año de la preselección nacional. Sin embargo, algunos plantean que —por «viejos compromisos y sembrados»— pueden darte el «hachazo», como se dice en el argot popular, y dejarte fuera. ¿Qué piensa Alexei Bell sobre eso?

—Nada me sorprendería en esta vida. Estoy preparado para lo que venga; no me confío. Si me llaman trataré de hacerlo bien, de esforzarme al máximo para que no queden dudas y que decidan entonces los entrenadores y técnicos.

—Confiésame el secreto para pegar tantos jonrones.

—No tengo un poder exagerado; pero siempre me he propuesto trabajar la fuerza de los antebrazos, algunos de los ejercicios con las pesas que hago son para eso. Además, tengo desde pequeño potencia en la muñeca, es un don natural que me dio la vida.

«Por otra parte, nunca dejo de entrenar, cuando no estoy en la pelota hago ejercicios en la casa día tras día, no puedo permanecer inactivo».

—¿Pero hiciste algo especial este año porque en toda tu carrera pasada no llegabas a los 50 cuadrangulares?

—La preparación fue la misma. Simplemente, me sirvió de mucho el entrenamiento del equipo nacional el año pasado, mejoré el sistema de bateo, eliminé algunas deficiencias...

—¿Y dónde radica el enigma para robar tantas bases? En esta serie estafaste 25 y solo te pusieron out cuatro veces.

—Todo está en saber adelantar y cogerle el tiempo al pitcher, en seleccionar el lanzamiento para irte y el bateador que está en el home. En el equipo de Santiago, por lo general, nos dejaban libres hasta la sexta entrada y eso lo supe aprovechar.

—¿Qué te vino a la mente cuando pegaste el jonrón 31, un récord posiblemente más difícil que el de las 111 impulsadas?

—Fue en Bayamo, un momento muy lindo de mi vida. Pensé en toda mi familia, en mi hijo Albert, en mi esposa Yanet. Cuando llevaba 23 cuadrangulares y 84 impulsadas, un periodista de la capital me dijo que podía romper el récord de 92 impulsadas y llegar, incluso, a 100; pero que no me preocupara por los jonrones, que llegaban solos.

«Sin embargo, empecé a sentir un poco de presión a partir de ahí. Uno siempre dice que no; pero la tensión es innegable. Por eso te confieso que me quité un enorme peso de encima con ese jonrón 31, con el que superé la marca de Kindelán.

«Precisamente fue él quien primero me abrazó, me cargó y eso me hizo feliz. Y Pacheco, el pelotero que admiré toda la vida, mi ídolo de siempre, me felicitó, me dijo que merecía muchas cosas más».

—¿Qué experimentó Alexei Bell por ser el primer jugador 25-25 de la historia de la pelota nacional? ¿Te lo propusiste?

—Cuando tenía 15 jonrones pensé que podía llegar al 20-20; después vi que era posible el 25-25 y luché por llegar ahí, pero no me creí famoso ni nada por el estilo.

—¿Cuánto tiempo crees que durarán estas difíciles marcas?

—Nada es eterno. Si alguien las rompiera mañana me alegraría porque cuando llegue ese momento se acordarían de mí, de lo que hice.

—Con un metro y 72 centímetros y esa fiebre que hay en Cuba de medir demasiado la estatura del pelotero eres considerado un jugador «pequeño». ¿Alguna vez te discriminaron por eso? ¿Sucede ahora?

—Sucedió bastante en las categorías infantiles, de los 11 a los 15 años. Tenía resultados pero me repetían que era pequeño; a mí no se me olvida eso. No sé qué dirán ahora aquellas personas. Está demostrado que el biotipo influye, aunque no determina. Si eres pequeño y lo haces bien hay que contar contigo, eso es lo que está pasando ahora.

—Pareces ser ya uno de los llamados peloteros cinco estrellas: tienes fuerza, logras buenos promedios, eres rápido en el corrido de las bases, buen fildeador y con excelente brazo. ¿Qué te faltaría entonces?

—Dicen que tengo esas cualidades; que soy completo, sin embargo, no se me sube la fama para la cabeza, me considero una persona normal que no se hincha. No soy una estrella. Creo que me falta pensar más, seleccionar mejor algunos lanzamientos, seguir superándome cada día.

—¿Es verdad que algunos derechos te hacen más daño?

—Cualquier pitcher te saca out, aunque el ángulo de salida de la pelota de algunos derechos es cierto que es incómodo. A veces esa sensación de incomodidad crece cuando recuerdo el pelotazo que me dio Borroto en la nariz, fue una recta de más de 90 millas... mira cómo me dejó la cara (muestra la cicatriz cerca del tabique).

—Hay quien te encasilla en el jardín derecho. ¿Podrías desempeñarte en otra posición?

—Lo que bien se aprende nunca se olvida. Y en las categorías menores fui center field. Estoy listo para jugar los tres jardines.

—La mayor alegría en la vida de Tato Bell.

—Haber creado una familia como la que tengo. Y, por supuesto, esta campaña exitosa.

—¿El anhelo más codiciado?

—Llegar al equipo Cuba y ser regular algún día. Sé que no es fácil, porque los que están ahí hay que respetarlos. Después de eso, ser campeón olímpico.

—¿Alguna deuda de gratitud?

—Con todos mis entrenadores, desde Pedro Domínguez, que fue el primero, hasta los que tengo hoy en Santiago. A ellos y a todos los aficionados que me alientan, me exigen y me aplauden trataré de no defraudarlos nunca.

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