Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Añorado rencuentro

Para estos jóvenes y talentosísimos integrantes del Ballet Nacional de Cuba la pandemia se convirtió en una verdadera y extendida pesadilla. En diálogo con JR cuentan que no se cansaron de contar los minutos que los separaban de este jueves para regresar a su otra casa, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso

 

Autor:

José Luis Estrada Betancourt

Claudia, Daniela, Chavela y Diego jamás habían sentido esa sensación de que de pronto el tiempo se les detuviera sin querer dar ni una sola señal de pretender arrancar de una vez. Cierto que todavía son muy jóvenes estos talentosísimos integrantes del Ballet Nacional de Cuba (BNC), que dirige la primera bailarina Viengsay Valdés, pero para quienes aman, porque bailan; respiran porque bailan; sonríen porque bailan; iluminan porque bailan; sueñan porque bailan, la pandemia se convirtió en una verdadera y extendida pesadilla.

Con un invisible cable telefónico de por medio, capaz, sin embargo, de transmitir con fidelidad las más sentidas emociones, estas primeras figuras de la agrupación danzaria más reconocida de Cuba a nivel global coincidieron en confesarle a Juventud Rebelde, sin tener que ponerse de acuerdo, que no se cansaron de contar los minutos que los separaban de este jueves para regresar a su otra casa, esa donde más aplausos y calor les profesan, el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, y de paso seguirle rindiendo homenaje, en el año de su centenario, a quien les propició esa maravilla que como elegidos, ahora pueden vivir.

Claudia Garcia. Foto: Gabriel Dávalos

 

Claudia García, por ejemplo, ya se hallaba a punto del «desespero», y es que una lesión que apareció cuando se preparaba la temporada de Cascanueces la separó desde noviembre pasado de los escenarios, «una eternidad», dice. Y cuando creyó que lo peor había transcurrido, la COVID-19 puso de cuarentena al mundo, «lo cual me obligó a entrenar en un espacio de 2x2, sacándole el máximo provecho a la barra, cuidándome de un piso que no es el adecuado..., pero extrañando ese salón amplio de nuestra sede, a nuestros compañeros, al trabajo con los partners, a los maestros y ensayadores siempre atentos a cada detalle...

«Sicológicamente ha sido duro enfrentar la pandemia para los bailarines, pero le estamos poniendo mucho empeño, si bien aún no estamos al cien de nuestra preparación física, a diferencia de cuando se puso en cartelera la temporada de Cascanueces y aquella que incluyó Tema y variaciones. No obstante, esa parte emocional que asegura poder bailar nos está llenando de energías, de ganas de asumir las funciones de la mejor manera posible, y esperamos que nos llegue ese abrazo anhelado de nuestros seguidores, que recibiremos en grande, aunque el teatro no esté a plena capacidad».

 El público, que la adora, se ha dado gusto estos cuatro días viendo a la reconocida bailarina principal probándose por primera vez, noche por noche, en un personaje diferente de los muchos sublimes creados por el maestro Alberto Méndez para piezas como El río y el bosque, Tributo a José White y Tarde en la siesta (coda), la cual formará parte de la gala dedicada a los 50 años del Premio Nacional de Danza como coreógrafo. Se les suma la exigente Mlle. Graham de la versión de Grand pas de quatre que concibiera nuestra Alicia Alonso a partir del original de Jules Perrot.

 

De todas las que defenderá, El río y el bosque ha representado el mayor desafío para Claudia García, por «la fuerte carga afrocubana que tiene la coreografía y mi deseo de no quererme ver como una bailarina clásica que intenta acercarse a nuestros folclor y raíces desde la danza, sino como una cubana auténtica que es bailarina clásica.

«El río y el bosque ha sido un reto, insiste, y, por supuesto, Grand pas de quatre por su significación dentro de la compañía. Estamos hablando de una obra cumbre del Romanticismo, lo cual exigió que nos dedicáramos a estudiar con seriedad tanto el estilo como los caracteres de las protagonistas de la historia».

Diego Tápanes Foto: Leysis Quesada

En los intensos días anteriores en que se puso a punto también la función en la cual se le rindió tributo al líder de la Revolución Cubana y se reconoció a los trabajadores de la Salud, Claudia se sintió super entretenida apuntalando la química que necesitaba para afilar su relación con diferentes partenaires que igual debutaron en disímiles roles este fin de semana, como Marlon Frómeta, Darío Hernández y Alejandro Olivera. No la pudimos admirar bailando con Diego Tápanes, por esos centímetros que «crece» al pararse en puntas, mas todos sabemos que este joven matancero es, desde hace rato, la pareja de su vida.

Tápanes pretendió, y logró, captar la atención del auditorio con Muto, de Méndez, y al lado de Greta Yero en el pas de deux de La flauta mágica, de la Alonso, inspirada en una obra de Lev Ivánov, y que utiliza música de Riccardo Drigo y diseños de Ricardo Reymena. «Estaba en verdad ansioso, no lo niego. Hacía mucho que no bailábamos como Dios manda y quería comprobar si el público reaccionaría como hasta ahora, haciéndome sentir muy feliz. Tenía la impresión, sinceramente, de que empezaba de cero, como si hubiera acabado de graduarme», dice quien pronto cumplirá tres años en las filas del BNC.

«Deseaba demostrar que puedo continuar interpretando papeles de rigor, tanto técnica como interpretativamente, pero que sobre todo lleguen en lo artístico, porque quienes nos ven no son expertos en danza. Por tanto, lo que les interesa (y a mí, mucho) es que nuestro arte les emocione, les “mueva” lindo el corazón».

Pudiera pensarse que quien acumula una medalla de bronce, dos de oro y el Premio a la Maestría Técnica se somete a mayor presión cuando el escenario le pertenece por completo (como sucedió con Muto) que cuando lo comparte con otros y uno lo entiende: «En los solos todo depende de mi capacidad, de mi entrega, a diferencia de cuando formo parte de un colectivo que debe brillar por lo que le aporta cada uno de sus integrantes. Cuando me hallo en el rol de partner mi atención se dirige a esa persona que se convierte en mi mayor foco de atención. Lo que importa es el conjunto, el todo».

Daniela Gómez. Foto: Gabriel Dávalos

Para quien ha nacido para ser artista, mantenerse por tiempo prolongado alejada de las tablas por motivos que ni siquiera están en sus manos resolver, puede resultar algo frustrante. Lo sabe bien Daniela Gómez, la cual ha enlazado buena parte de su felicidad con las puntas, los giros, los saltos virtuosos y elegantes... Ciertamente la primera solista del BNC extrañó el entrenamiento, las clases, los consejos de sus maestros, los montajes y ensayos, las presentaciones... Pero ya está de vuelta.

Y en esta ocasión, esta joven que arrancó ovaciones durante el Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso de 2018 por la exquisitez con que bordó los protagónicos de piezas poderosas como Cygne, de Daniel Proietto, y Próspera, de Cathy Marston, se estrenó en Paso a tres, de Alberto Méndez, junto a la primera bailarina Grettel Morejón y al primer solista Adrián Sánchez; y en Grand pas de quatre, en el rol de Mlle. Graham.

«Ahora tuvimos la oportunidad de realizar un profundo trabajo de mesa sobre el programa elegido con los maestros y el crítico y profesor Ahmed Piñeiro. Según la historia, Mlle. Graham es la más joven de las cuatro leyendas de la danza. Su variación, que viene justo después del gran entrée, requiere de resistencia, fuerza, potencia.

«Me tocó prepararme a conciencia para bailar este clásico indiscutible y disfrutarlo al máximo. Guardo como un tesoro la oportunidad de haber recibido las enseñanzas de Loipa Araújo antes de que empezara la segunda cuarentena y que nos transmitiera las experiencias de quien se vistió con tanta altura de Mlle. Graham, de Mlle. Grisi y de Mme. Taglioni.

«Constituye un honor estar en ese elenco, porque la responsabilidad de bailar Grand pas de quatre en el BNC siempre se le entregó a las bailarinas en las que ha recaído el mayor peso de la compañía por su integralidad, por su notable nivel artístico. Se trata de un ballet que hicieron muy famoso primero nuestras Cuatro Joyas y luego otras generaciones de bailarinas geniales que siguieron colmándolo de gloria. Resultó muy emocionante bailarlo.

«Paso a tres, en tanto, es una pieza muy original, con un elevado sentido del humor, que demanda mucha coordinación entre los bailarines y que se estudien muy bien los personajes para sacarles el mayor partido dibujando cada paso, cada movimiento, cada detalle. Ensayarlo asimismo con Alberto y Svetlana Ballester, y con nuestra directora siempre atenta a todo, ha sido otro lujazo».

Chavela Riera. Foto: Gabriel Dávalos

Como le pasó a la García, inoportunas lastimaduras en el tobillo del pie izquierdo y en la rodilla del derecho también le jugaron una trastada a Chavela Riera. Por tal razón, «este reinicio fue algo complicado, requirió un doble esfuerzo después de meses limitados por la COVID-19... Yo diría que triple, porque mi retorno a la Sala García Lorca fue en la piel de Mlle. Grisi en Grand pas de quatre, una coreografía que solo vale la pena interpretar si has hecho tuyo al personaje», asegura esta primera solista graduada con Título de Oro en la ENA y que repitió la hazaña en el ISA, al terminar la Licenciatura en Arte Danzario en la especialidad de Ballet.

La verdad es que el oro ha marcado la carrera de la Riera, quien pudo colgarlo en su cuello en tres ediciones del Concurso Internacional para Jóvenes Estudiantes de Ballet de La Habana, motivo por lo cual siempre sueña con la perfección. «Grand pas de quatre es una prueba de fuego. Quiere decir que las cuatro bailarinas deben estar muy bien física y sicológicamente para darlo todo. Mas no basta con que el cuerpo esté en forma y se haya adaptado nuevamente a esa labor que hace tanto no desempeña, sino que se muestre listo para realizar este profundo ejercicio de estilo, buen gusto y arte. Ojalá y el público haya disfrutado este rencuentro que nosotros veníamos largamente añorando».

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