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Alpinistas por la libertad de los Cinco develan detalles del ascenso al Aconcagua

«Subimos una montaña, llevamos una bandera… pero la lucha sigue», expresaron a JR los andinistas que reclamaron en el techo de América la libertad inmediata de los cinco cubanos antiterroristas presos injustamente en cárceles de Estados Unidos

Autor:

Nyliam Vázquez García

Tuvieron miedo de que el tiempo les jugara una mala pasada, entonces nadie les iba a creer que habían llegado al techo de América. Pero lo hicieron. No fue el simple deseo de adrenalina lo que los impulsó; lo hicieron por ellos. A Gerardo Hernández, René González, Antonio Guerrero, Fernando González y Ramón Labañino estuvo dedicado el ascenso al Aconcagua, a 6 959 metros sobre el nivel del mar. La empresa fue protagonizada por Santiago Vega, conductor radial y televisivo; Aldo Bonavitta, empleado bancario, y Alcides Bonavitta, activista social, quienes plantaron una bandera con el logotipo creado por Gerardo. Allí quedó el símbolo, mientras el reclamo por la libertad inmediata para quienes únicamente lucharon contra el terrorismo, se escuchó desde lo más alto. Los ecos perecederos de la hazaña de estos tres andinistas de la provincia argentina de Neuquén, fueron compartidos con este diario por dos de los protagonistas.

Para que Santiago Vega y Alcides Bonavitta develaran a los lectores de JR detalles del ascenso al Aconcagua, fue trenzada una cadena de complicidades desde Argentina a La Habana. Las respuestas llegaron vía correo electrónico. Después del esfuerzo, que en ocasiones les robó el aliento, los deshidrató o casi congeló sus dedos; recordar las emociones supuso regresar a las alturas y a sus nobles motivos. Aunque no fue la primera vez, sí resultó, confesaron, la más especial. Para un montañista, según Alcides, escalar el techo de América es uno de los logros más importantes.

Desde el inicio contaron con los ánimos de seres comprometidos con la causa de los Cinco. El intelectual Atilio Borón fue quien les sugirió llevar, además de la bandera con el logo creado por Gerardo, otra con un mensaje en inglés y castellano directamente dirigido a Obama. El presidente de EE.UU. tiene la autoridad y potestad para liberar a los cinco antiterroristas cubanos y, aún más: debería hacerlo.

La génesis de todo fue el gusto común por el camino arriesgado, por escalar cimas imposibles, lo cual requiere de un entrenamiento. Luego llegaron los compromisos.

«Hace algunos años que venimos practicando actividades de montaña. En la provincia de Neuquén tenemos muy cerca cerros con distintas dificultades y alturas: Lanin, 3 776 metros sobre el nivel del mar; Domuyo, el más alto de la Patagonia, con 4 700 metros sobre el nivel del mar», escribió Santiago.

Por su parte, Alcides comentó que si bien al principio la empresa solo tuvo inspiraciones personales, cuando Pablo Fernández, coordinador de todos los esfuerzos, les comentó la idea de reclamar la libertad de los Cinco desde esa altura, esa se convirtió en la principal motivación.

«Es más, el día que “hicimos cumbre”, hubo un momento en que mi cuerpo me dijo “¡basta!”, ya no podía seguir por el frío (casi 30º bajo cero) y por el cansancio. Pero en ese momento lo único que pensé fue que Gerardo, Antonio, Ramón, René o Fernando darían la vida por estar ahí por lo menos 15 minutos muriéndose de frío. Eso fue sinceramente lo que me llevó a la cumbre», reveló.

«Sentíamos que cada paso que dábamos con Alcides tenía todo un peso detrás, que no lo hacíamos por nosotros, sino por muchos más: los Cinco Héroes, sus familias y el pueblo cubano», apuntó Santiago.

Travesía de las alturas

«El ascenso fue muy tranquilo en la primera etapa», escribió Vega. Más adelante llegaron algunos contratiempos. Antes, explicó: «Cabe aclarar que lo subimos por la ruta normal, que es caminando, sin estar atados ni colgados de nada».

Luego de los primeros tres días aproximadamente llegaron a Campo Base (Plaza Argentina), a 4 200 metros, donde estuvieron cuatro días y esperaron el Año Nuevo. A partir de ahí hicieron «los porteos»… Nuevamente aclaró: quiere decir «subir hasta próximos campamentos, dejar parte de alimentos y equipos para el descenso». Alcides agregó que desde ese punto hacia los campos más altos, la dificultad crece y se comienza a sentir la altura y la falta de oxígeno.

«De esta forma subimos hasta Campo 1, a 4 800 metros; Campo Tres Guanacos, 5 300, y Cólera, 6 000 metros, el último campamento antes de la cumbre. Ahí permanecimos dos días para aclimatar e hidratar. El sábado 9 nos levantamos a las tres de la mañana para derretir nieve y llevar líquido», continuó Santiago.

Salieron a las 5:45 de la mañana y, por suerte, ese fue un día en que, según contaron, se abrió una ventana de buen tiempo. Luego de cruzar varias expediciones y a medida que avanzaban se fue complicando el camino con bajísimas temperaturas.

«Muchos volvieron. Quien escribe sufrió deshidratación por la altura, y ambos principio de congelamiento en algunos dedos. Pero no bajamos los brazos y a la una de la tarde ya estábamos arriba», contó Santiago.

«Son casi siete horas de caminata, saliendo casi de noche con muchísimo frío y viento. Y después de la cumbre... hay que bajar... para mí fue casi más difícil que subir», explicó Alcides.

Los mensajes de cada uno dejan notar el orgullo por no haber desfallecido, por haber alcanzado el Techo de América.

—¿Cómo valoran la repercusión en los medios?

Santiago: Como el trofeo más grande, al menos nos da esa sensación de que sirvió para algo, que muchos empezaron a preguntar porque no sabían nada; es increíble cómo los grandes medios hacen su juego y se puede tapar un tema por años.

Alcides: Fue excelente, nunca imaginamos llegar a todo el mundo con nuestro mensaje, realmente fue más de lo que esperábamos.

—¿Creen que cumplieron el objetivo?

Santiago: En parte sí, pero no tiene que terminar acá. Subimos una montaña, llevamos una bandera para que la vean en todo el mundo, se enteraron muchos más, pero la lucha sigue.

Alcides: Creo que sí, recibimos saludos de todo el mundo. Creo que logramos que miles de personas conocieran el caso. Más  que en Internet, con todos los que nos cruzábamos en Aconcagua hablábamos, para que supieran la injusticia contra los Cinco.

—¿Qué dirían a los jóvenes para invitarlos a sumarse a la lucha?

Santiago: Que pregunten, que lean, que busquen más en los medios alternativos, aunque creo que lo de alternativos ya les queda chico, porque se ha demostrado que estos medios han llegado más allá de lo imaginable. Mirar para otro lado es el camino más fácil. ¡Unidos venceremos!

Alcides: Cuando uno está realmente comprometido con una causa, lo único que nos impide pelear por ella somos nosotros mismos. Poner la cabeza, el corazón y el cuerpo para luchar contra la injusticia o por los ideales, es el acto más reconfortante que podamos vivir. No hay que bajar los brazos.

—¿Alguna anécdota especial que compartir con los lectores de JR?

Alcides: Se me ocurren miles, pero la cara de los gringos que estaban en la cumbre cuando desplegamos la bandera... era genial. También, el día de cumbre, Santiago subió deshidratado, muy descompuesto y vomitando todo lo que tomaba, poniendo en juego su salud... y su vida, eso habla muy bien de su empuje y su convicción.

Santiago: Cuando estábamos en el Campo Base (Plaza Argentina) nos contaron que tres semanas atrás se habían robado la cruz. La emblemática cruz que viene saliendo en todas las fotos de la cumbre, ya no estaba... ¿Quién se la robó? ¿Para qué?... El temor nuestro era que el día se presentara nublado y no se viera la imponente pared sur, porque ¿quién nos iba a creer que estábamos en la cima?

Orgullosos de haber llegado

En el instante de llegar a la cima acudieron a sus mentes todas las emociones juntas… Allí estaban. ¡Lo habían logrado! Para ellos, habían cumplido con los Cinco y con el pueblo cubano.

Entre los momentos inolvidables de esta travesía estuvo recibir justamente después el mensaje enviado por los Cinco. Fue «tremendo», escribió Santiago, y con esa palabra quiso acomodar todas las emociones que lo embargaron. Mientras, Alcides comentó: «Sin dudas fue el principal motor y una fuente de energía inagotable. De ellos saqué fuerza para llegar, de su ejemplo de voluntad y de convicción».

«Sus palabras nos llenaron de emoción y aprendizaje. Pocas veces en mi vida recibí palabras tan bellas. También nos pegó mucho lo que escribieron sobre Haití. Estamos orgullosos de haber llegado por ellos», completó Santiago.

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