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Los planes drones de Estados Unidos

Una estrategia de guerra, en diferentes escenarios, prioriza el uso de letales vuelos no tripulados, que llevan licencia para matar, desde Afganistán hasta la frontera con México

Autor:

Juana Carrasco Martín

El reciente 10 de mayo, Zinjibar, capital de la sureña provincia yemenita de Abyan fue estremecida por golpes aéreos. En los bombardeos murieron 17 personas y fueron hechos por drones de Estados Unidos. Como es habitual, no hubo declaración por parte de las autoridades militares estadounidenses sobre este asesinato selectivo. Washington no está en guerra contra Yemen, y pudiera parecer insólito el hecho.

Sin embargo, desde junio de 2011, cuando las fuerzas rebeldes de Ansar al-Sharia controlaron Zinjibar, entraron en acción vuelos de espionaje y bombardeos desde vehículos no tripulados estadounidenses, una modalidad bélica eficiente —y no letal para las fuerzas de Washington, dispuesto de inmediato a apoyar al Gobierno del mayor general Abd-Rabbu Manssur Hadi.

De esa forma, la administración de Barack Obama está involucrada en una «guerra civil», como lo hizo en Libia y lo seguirá haciendo, tal cual ocurre ahora en Siria.

De acuerdo con el Africa Command de EE.UU. están conduciendo entrenamiento contraterrorista y equipando a los militares en países que incluyen Argelia, Burkina Faso, Chad, Mali, Mauritania, Marruecos, Niger, Nigeria, Senegal y Túnez.

Para esos golpes arteros, casi secretos, no admitidos en la mayor parte de los casos, y totalmente ilegales, o para esos vínculos africanos, EE.UU. busca más de una justificación, pero la esencial pasa por la infinita guerra contra el terrorismo, mal parida en época de George W. Bush, el hijo, y continuada entusiastamente por Obama. El Africom lo admite así: «previenen que los terroristas establezcan santuarios».

Los drones son un importante elemento en ese campo de operaciones, así que no pasa un solo día sin que sus mortales cargas y resultados sean noticia, empleados por la CIA o el Pentágono, para ejecuciones arbitrarias y extrajudiciales, en franca violación de las leyes internacionales y de las estadounidenses, como destacaba en junio de 2010, el Rapporteur especial de la ONU Philip G. Alston, cuando todavía no se habían alcanzado las cifras más altas de muertos en esas circunstancias.

The Washington Post decía en septiembre pasado que los efectos de estos raids sobre casas o concentraciones de supuestos terroristas ocurren por lo menos de 12 a 20 veces por noche, solo en Afganistán. Las cifras de Paquistán se mantienen en secreto, y aunque pararon cuando el 26 de noviembre de 2011 todos los muertos eran miembros del ejército paquistaní, volvieron a reanudarlos este año. Por supuesto el pueblo sufre sus efectos, porque en el 50 por ciento de los casos hacen blanco incorrecto y son civiles inocentes las víctimas, con una amplia proporción de mujeres y niños: un militante por cada 10 o 15 civiles, aseguraba el diario washingtoniano.

El director de la organización legal de caridad Reprieve, Clive Stanford Smith, denunciaba que «en Paquistán, la CIA está creando desolación y lo llama paz», y advertía: «El ilegal programa de los golpes con drone ha asesinado a cientos de civiles en Paquistán. La ONU debe detener esto antes de que más niños sean asesinados. No solamente está causando sufrimiento sin nombre a la gente del Noreste de Paquistán —es también el más efectivo sargento de reclutamiento para cada “militante” de los que EE.UU. proclama que son sus blancos».

¿Qué es un AUV?

El vehículo aéreo no tripulado (AUV, por sus siglas en inglés) o drone, como se le conoce usualmente, es una aeronave reutilizable que se controla desde una ubicación remota o vuela con autonomía, luego de ser programada mediante complejos sistemas de automatización dinámica, y que cumplen determinadas funciones —además de despegar, volar y aterrizar.

Esencialmente son de uso militar, para misiones de reconocimiento, espionaje o ataque, que se reconocen —decía Wikipedia— como demasiado «aburridas, sucias o peligrosas» para los aviones tripulados.

Sin embargo, se está extendiendo su empleo en tareas civiles asociadas casi siempre a la vigilancia de áreas extensas como bosques, en prevención o lucha contra incendios, o en operaciones de seguridad más local, por ejemplo, el control de predios universitarios.

Es muy amplia la gama de modelos, tamaños y capacidades de los AUV, que van desde los Predator y Reaper, artillados con misiles, hasta los pequeños Raven y Puma destinados al reconocimiento.

La Guerra del Golfo y la de Bosnia fueron escenarios bélicos donde los actuales modelos probaron sus destrezas, y desde entonces no dejan de surcar el aire, como tampoco se detiene su «perfeccionamiento».

El diario The Guardian reportaba recientemente que en el Sandia National Laboratories,  el principal centro de investigación y desarrollo nuclear del gobierno estadounidense, operado por la Lockheed Martin, una de las mayores industrias de guerra y contratistas del Pentágono, científicos estadounidenses están elaborando planes para una nueva generación de drones movidos por energía nuclear, capaces de volar sobre regiones remotas de nuestro planeta durante meses sin necesidad de reabastecerse.

En esa empresa bélica participa también otra de las más importantes corporaciones privadas en el negocio bélico, la Northrup Gruman, y este programa ya alertaba a los críticos de la Federación de Científicos Americanos ante una posibilidad: ¿qué sucedería si un drone de combustible nuclear, armado o de espionaje, se estrellaba? ¿Hasta dónde la contaminación? ¿Cuáles las consecuencias políticas o militares, según el lugar donde se desplomara o lo derribaran, en uso del derecho de soberanía sobre los espacios aéreos?

Porque los drones se caen, incluso más que los aviones convencionales, aseguraba The Guardian. En esto inciden condiciones climatológicas extremas, actividad solar, cambios en la ionosfera, errores de comunicación, problemas de software, actividad de hackeo que interrumpen enlaces vía satélite entre el «piloto operador» en tierra, la intercepción de datos, o la introducción de virus informáticos. Y hasta son «bajados», como hizo Irán con el Lockheed RQ-170 Sentinel.

Pero esos eventos apenas se toman en cuenta: no hay pérdidas humanas y su costo es mucho menor que el de cualquier nave tripulada.

Otra innovación — estudiada en este caso por la compañía privada de San Diego, General Atomics, fabricante de los drones armados Predator y Reaper—, está destinada a hacer posible que un solo «piloto» cibernético desde su base en tierra pueda maniobrar cuatro drones a un mismo tiempo, y aquí los preocupados vuelven a cuestionar: sí ya se sabe que esos especialistas militares sufren también de estrés operando durante largas horas un solo AUV, ¿cómo disminuirían sus capacidades físicas y psíquicas en la atención de maniobras múltiples?

Según un extenso reportaje para Reuters de Andrea Shalal-Esa y Tim Hepher, la Fuerza Aérea selecciona los «pilotos» de drone entre individuos bien ajustados y con familias de «buen comportamiento moral», pero el trabajo de apretar un botón da como resultado que alguien muere a medio mundo de distancia y «un reciente estudio encontró que los pilotos de drone reportan síntomas de agotamiento y “angustia clínica”».

A pesar de esas realidades técnicas y las ético-morales, y de que el empleo de drones tampoco se les hace ganar las guerras, este armamento «ideal» sigue su desarrollo. Oficiales estadounidenses reconocen que una constelación de bases secretas de drones, fueron ya desplegadas en una campaña nueva y agresiva para combatir a los grupos de al-Qaeda en Somalia y en Yemen. Algunas de esas plataformas están en Etiopía, el archipiélago de Seychelles, la Península Arábiga y Djibouti.

A ciencia cierta se desconoce el número exacto de bases en territorio estadounidense; pero hay ciudadanos preocupados en Estados Unidos, que rechazan el uso doméstico —por el momento en las zonas fronterizas con México y Canadá— o internacional de este poderoso armamento. El pasado 23 de abril, el sitio web Common Dreams daba a conocer que 33 activistas habían sido arrestados durante una manifestación de unos 150 pacifistas, a dos cuadras de la base Hancock Air Field, en New York —uno de los puntos operacionales de drones—, que rechazaban el uso de las AUV contra Afganistán, Paquistán, Yemen e Iraq.

Un negocio redondo

El rechazo no constituye un valladar para los planes drones de la CIA y del Pentágono que gozan del visto bueno de la Casa Blanca. Y es que estamos en presencia de un lucrativo negocio y de grandes perspectivas futuras para el complejo militar-industrial.

Un sistema Predator cuesta 18,5 millones de dólares, y como es de esperar los dedicados a esa empresa tienen su lobby en el congreso, la Asociación Internacional de sistemas de vehículos no tripulados (AUVSI), donde están enrolados como miembros corporativos General Atomics, Lockheed Martin y Northrup Grumman, entre otros.

Se afirma que en la próxima década los dividendos se duplicarán, aun cuando supuestamente los presupuestos militares estarán depreciados, pero las cifras aportadas por las previsiones son de consideración: el mercado global aumentará de 5 900 millones a 11 300 millones en 2020 y para los productores de EE.UU. irá el 75 por ciento de ese mercado, donde también son importantes glotones Textron Inc’s AAI Corp, Raytheon, y Boeing Co, junto a AeroVironment Inc, líder en la fabricación de los drones más pequeños.

Y esos «pequeños» juegan también en la cacería de inmnigrantes, narcotraficantes, y en la criminalización de las protestas de los indignados. «Pueden muy pronto llegar a los cielos cerca de usted», advertía Los Angeles Times en un reportaje de noviembre de 2011, y fue hecho realidad en febrero de este 2012 cuando el Congreso aprobó una ley que da mayor acceso al espacio aéreo estadounidense de drones comerciales, privados y militares.

Para el 30 de septiembre de 2015, los AUV del mismo tipo que los utilizados por la CIA en Paquistán vigilarán también los cielos domésticos, donde el Departamento de Defensa opera más de 7 000 drones aéreos y 12 000 sistemas terrestres no tripulados y está enfrascado en la militarización de los departamentos de policía de Miami y Utah y en todo lugar que se lo solicite o requiera.

La Ley de Reautorización de la Administración Federal de Aviación (FAA) permitirá que en 2020 unos 30 000 drones surcarán ese espacio que hasta ahora estaba reservado para los vuelos comerciales y militares tripulados.

El engranaje está en funcionamiento. Los drones han pasado a ser una de las armas favoritas para las guerras externas e internas de Washington.

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